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Pensamiento central de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7041-7
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CAPÍTULO UNO

CRISTO COMO VIDA
EN LOS SEIS DÍAS DE LA CREACIÓN

Lectura bíblica: Gn. 1

EL PENSAMIENTO CENTRAL DE DIOS

Cristo, quien es la expresión de Dios, y la iglesia constituyen el pensamiento central de Dios. El pensamiento central de Dios en este universo y en la eternidad es que Cristo sea Su expresión por medio de la iglesia. Si aplicamos este pensamiento y comprensión a cualquier pasaje de las Escrituras, éstas nos serán abiertas. Recibiremos la vista espiritual para entender la Palabra de Dios. Sin esta comprensión en cuanto al pensamiento central de Dios, nos será difícil a todos entender la Santa Biblia, el relato divino del pensamiento de Dios. Por lo tanto, si usted desea conocer el verdadero significado de la Palabra divina, tiene que conocer el pensamiento central de esta Palabra, el cual es que Cristo sea la expresión de Dios por medio de la iglesia. Este pensamiento satura toda la Biblia.

El apóstol Pablo nos dice que Cristo y la iglesia son el gran misterio (Ef. 5:32). Cristo como expresión de Dios y la iglesia como Cuerpo de Cristo constituyen el pensamiento central de Dios. Éste es el misterio más grande de todo el universo. Si usted no entiende este misterio, no podrá saber cuál es el significado del universo ni el significado de su vida humana.

A fin de entender el pensamiento, el significado, de cualquier libro, tenemos que saber de qué nos habla al comienzo y al final del mismo. Sucede exactamente lo mismo con respecto a la Biblia. En este libro divino, aun desde el comienzo, encontramos dos capítulos que nos revelan los principios y el bosquejo con los puntos principales del propósito eterno de Dios. Al comienzo de las Santas Escrituras, en los primeros dos capítulos de Génesis, encontramos el bosquejo del pensamiento central de Dios, los planos del plan de Dios.

Al final de este libro divino tenemos los últimos dos capítulos, los capítulos 21 y 22 del libro de Apocalipsis. En esos dos capítulos podemos ver un cuadro de la consumación del plan de Dios, un cuadro del resultado de lo que Dios ha estado haciendo a través de todas las generaciones y un cuadro del cumplimiento del pensamiento central de Dios. Debemos considerar detenidamente estos cuatro capítulos: los primeros dos capítulos de Génesis que están al comienzo de la Biblia y los últimos dos capítulos de Apocalipsis que se encuentran al final.

En primer lugar, debemos ver al Cristo que es la expresión de Dios y la iglesia que es el Cuerpo de Cristo en el primer capítulo de la Biblia. Cristo está en todas partes y Cristo lo es todo en las Escrituras. En cada uno de los seis días de la creación, podemos ver a Cristo. En el primer capítulo de Génesis, también podemos ver la iglesia y los creyentes, los santos. Génesis 1 revela que Cristo es la expresión de Dios y que nosotros somos los miembros del Cuerpo del Señor, la iglesia. El relato del pensamiento divino hallado en Génesis 1 y 2 fue escrito de manera figurativa. Es necesario que veamos este relato figurativamente a fin de captar el significado correcto.

EL SIGNIFICADO DE LOS SEIS DÍAS
DE LA OBRA DE DIOS

Ahora consideremos los seis días de la obra de Dios. La obra de Dios en el primer día consistió, por un lado, en enviar a Su Espíritu para que se moviera, se cerniera, sobre la faz de las aguas y, por otro, consistió en mandar que la luz resplandeciera (Gn. 1:2-3). Así pues, en el primer día tenemos al Espíritu que se cernía y la luz que resplandecía. Mediante este cernir y resplandecer se produjo la separación de la luz y las tinieblas (vs. 4-5). Antes de esto, no había luz y, por ende, no había división o separación entre la luz y las tinieblas. Recordemos que con respecto a la obra del primer día, tenemos al Espíritu y la luz. La luz separa. Donde está la luz, allí hay discernimiento, separación, división.

En el segundo día Dios hizo el firmamento, la expansión (vs. 6-8). La expansión es el espacio. Dios creó la expansión para separar las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre ésta. El segundo día la expansión fue el factor que produjo división o separación.

La obra del tercer día consistió en recobrar la tierra (vs. 9-13). La tierra ya había sido creada, pero había quedado sepultada bajo las aguas profundas. Dios hizo que emergiera la tierra de las aguas de muerte e hizo que ésta produjera toda clase de vida: pasto, hierbas, árboles y demás cosas semejantes.

En el cuarto día fueron recobradas todas las lumbreras: el sol, la luna y las estrellas (vs. 14-19). Tenemos el sol durante el día y la luna y las estrellas durante la noche. En el quinto día fueron creados los seres vivientes que pueblan las aguas, y después los seres vivientes que vuelan en el aire (vs. 20-23).

En el sexto día fueron creados los seres vivientes de la tierra: el ganado, las bestias y lo que se arrastra (vs. 24-25). Después de esto, el hombre fue creado (vs. 26-27).

Ahora debemos ver lo que estas figuras representan y nos revelan. Al comienzo de Génesis 1, tenemos al Espíritu de Dios y la luz, y al final tenemos al hombre, el cual tiene la imagen y la autoridad de Dios. En medio de esto tenemos la separación de la luz y las tinieblas, la separación de las aguas de arriba de las aguas de debajo y la separación entre la tierra y las aguas. Sin estas separaciones, sería imposible que existiera cualquier especie de vida. Después de todas estas separaciones, la tierra emergió para producir diferentes clases de vida y para ser un lugar apropiado donde los seres vivientes pueden vivir.

En el primer día no había vida, pero sí había luz. La vida siempre viene después de la luz. La vida no viene primero, sino la luz. Así que en el primer día tenemos al Espíritu con la luz. En el segundo día hubo separaciones. Luego, en el tercer día, la vida fue producida. En el cuarto día fueron producidas formas de luz más grandes y más sólidas, las luces corporificadas y, por tanto, después de esto se produjo más vida. En el quinto día se produjo la vida animal, esto es, la vida que está en el agua y la vida que está en el aire; y en el sexto día fue producida la vida que está en la tierra. Finalmente, llegó a existir la vida más elevada de entre todos los seres creados, la vida humana, una vida que posee la imagen y la autoridad de Dios, una vida que es capaz de expresar a Dios y representarle. La imagen de Dios es la expresión de Dios, y la autoridad de Dios es la representación de Dios. Si usted tiene la autoridad de Dios, entonces es el representante de Dios.

Ahora podemos ver que la obra creadora de Dios gira en torno a la vida y que ésta es su meta. Los científicos pasan mucho tiempo estudiando el universo, y otros tratan de estudiar los primeros capítulos de la Biblia según el conocimiento científico. Piensan que la historia de la creación en la Biblia es difícil de creer y que no es confiable. Sin embargo, nosotros tenemos que entender que la Biblia es un libro de vida. Dios no nos dio un relato de todo el proceso acerca de Su creación, sino que apenas nos dio un relato muy breve para mostrarnos cuál es Su pensamiento central.

De manera semejante, el apóstol Juan nos dijo que, además de las cosas escritas en su evangelio, el Señor Jesús hizo muchas otras cosas (21:25). Él hizo cientos de milagros, pero el apóstol Juan sólo escogió algunos y los puso por escrito en su evangelio para comprobar que Cristo es el Hijo de Dios y para darnos testimonio de ello, a fin de que creamos en Él y tengamos vida. Ésta es la meta. Éste es el pensamiento central de Juan.

Dios creó todo el universo con una miríada de cosas, pero nos dio un relato de sólo dos capítulos en cuanto a Su obra de creación. Si él nos hubiera dado un relato completo de la creación, nos habríamos sentido abrumados. De hecho, no es necesario que sepamos todas estas cosas, pues éstas no son la meta de Dios ni Su pensamiento central. Su meta, Su pensamiento central, tiene que ver con la vida. El propósito del relato de la creación del universo es ayudarnos a conocer la vida.

Génesis 1 nos dice que en el tercer día la vida fue producida. El tercer día es un día en el que la vida sale de la muerte, un día de resurrección. El Señor Cristo es la vida que estuvo sepultada bajo las aguas de la muerte. Fue en el tercer día que Él fue recobrado de la muerte para producir vida. El Señor es tipificado por la tierra que estaba sepultada bajo las aguas de la muerte y que fue recobrado mediante el poder de la vida de Dios. Él fue sacado de la muerte para producir vida; todos fuimos regenerados, todos volvimos a nacer, mediante la resurrección de Cristo (1 P. 1:3). Cuando Él fue resucitado, nosotros resucitamos juntamente con Él de la muerte (Ef. 2:6). Nosotros somos como plantas producidas en la tierra. Somos la labranza de Dios, la tierra cultivada de Dios (1 Co. 3:9b). Por medio de la resurrección de Cristo, fuimos producidos y vivificados.

Alguien escribió un himno que tiene las siguientes líneas: “Brilla el sol en mi alma hoy, / Más glorioso y resplandeciente / Que cualquier otro brillo en el cielo terrenal, / Porque Jesús es mi luz” (Hymns, #343). Después que somos regenerados, disfrutamos a Cristo como nuestra luz. Después del tercer día, llegaron a existir el sol, la luna y las estrellas en el cuarto día. Después que fuimos regenerados, llegamos a tener a Cristo como el sol que resplandece en nuestro interior para hacernos como la luna, la cual refleja la luz del sol, y también para hacernos estrellas resplandecientes. En el cuarto día las luces son el sol, la luna y las estrellas. En el primer capítulo de Génesis, los creyentes son tipificados por las estrellas (v. 16c). Daniel 12:3 dice que los que hagan volver a muchos a la justicia resplandecerán como las estrellas. En Apocalipsis los mensajeros de las iglesias, los creyentes espirituales que asumen la responsabilidad del testimonio de Jesús, son estrellas resplandecientes (1:16, 20; 2:1; 3:1). En Génesis 1 la iglesia es tipificada por la luna (v. 16b) y Cristo es tipificado por el sol, la lumbrera mayor (v. 16a). Así como la luna es el reflejo del sol, de la misma manera la iglesia es el reflejo de Cristo. Esto tipifica a Cristo con Su Cuerpo, que incluye a todos los miembros.

Después de experimentar este resplandor de Cristo en nosotros, llegamos a ser un pez o un ave. Podemos vivir en un entorno en el que otros encuentran imposible vivir. Podemos vivir en una situación de muerte. El agua siempre mata, pero nosotros podemos vivir y movernos en ella. Somos “peces” porque tenemos vida. El agua es salada, pero nosotros no somos salados. El agua está llena de muerte, llena de pecado; pero nosotros estamos llenos de vida, sin nada salado, nada pecaminoso. Además, a veces podemos volar en el aire como las aves. En la naturaleza divina tenemos el elemento que nos permite volar. Muchas veces nos sobrevienen aflicciones, pruebas y tentaciones, pero nosotros les declaramos: “Todas estas cosas están debajo de mis pies. No tengo que pelear con ustedes. Volaré por encima de ustedes”. Después de esto, tenemos la vida más abundante, una vida que es capaz de laborar para Dios, capaz de hacer la voluntad de Dios y capaz de moverse en esta tierra. Por último, tenemos la vida que tiene la imagen de Dios para expresar a Dios y la autoridad de Dios para representarle. Esto nos muestra que la meta, la dirección, del relato de Dios, que es también el pensamiento central de Dios, es Cristo y la iglesia junto con el tema de la vida.


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