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Principios básicos en cuanto al ancianatopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4731-0
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LA MANERA DE TENER ABUNDANCIA DE VIDA
Y EMANE DE NOSOTROS RÍOS DE AGUA VIVA
ES POSEER LA VERDAD Y HABLARLA

La vida y la verdad tienen una meta común: la abundancia de vida. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10). A fin de tener abundancia de vida, primero debemos leer la Biblia para aprender las doctrinas contenidas en ella. El que no lee la Biblia no puede ser rico en vida. Los creyentes que leen la Biblia solamente cuando se sienten inspirados están espiritualmente hambrientos; tales creyentes no pueden tener abundancia de vida. Sin embargo, sólo leer la Biblia no hace que automáticamente tengamos abundancia de vida, pues aún es necesario que las doctrinas se conviertan en verdad para nosotros. Por esta razón, el Nuevo Testamento nos insta, no principalmente a que conozcamos las doctrinas, sino a que conozcamos plenamente la verdad y a que andemos en ella. El apóstol Juan amaba a los santos con veracidad (2 Jn. 1; 3 Jn. 1). Debido a que la vida cristiana está relacionada con la verdad, el amor cristiano también debe estarlo. Si no poseemos la verdad ni andamos conforme a ella, no podremos amar a otros con veracidad. Es posible amar a otros estando en tinieblas, pero una vez que conocemos la verdad y andamos en ella, amamos en la verdad y en la luz.

El punto principal que debemos captar es cómo convertir las doctrinas en vida o, dicho de otro modo, cómo tener abundancia de vida. Juan 7:38 dice: “El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Los ríos de agua viva son los diferentes aspectos de la vida, tales como el amor, la paciencia, la humildad y todas las riquezas de Cristo; sin embargo, necesitamos ver cómo podemos practicar esto, es decir, cómo lograr que todos estos aspectos de la vida fluyan de nuestro interior. Estos ríos de vida fluyen por medio de la verdad. De hecho, cada río es una verdad. Si no hablamos, nada fluirá de nuestro interior. A fin de hablar, debemos conocer las doctrinas y poseer la verdad. No podemos hablar acerca de Cristo como amor o paciencia, a menos que tengamos el conocimiento de la verdad en cuanto a las riquezas de Cristo. A fin de que las riquezas de Cristo fluyan de nosotros como ríos de agua viva, tenemos que poseer la verdad y hablarla.

La manera de tener abundancia de vida y de desbordar con las riquezas de la vida es seguir cada uno de los pasos para obtener la verdad. En primer lugar, necesitamos conocer las doctrinas. Luego, a medida que nos abrimos al Señor y pasamos mucho tiempo con Él en oración, el Espíritu vendrá a iluminar las doctrinas, y éstas se convertirán en la verdad, la cual a su vez nos traerá luz y vida. Cuanto más poseamos de la verdad, más disfrutaremos las riquezas de Cristo como vida. Finalmente, tendremos abundancia de vida. La abundancia de vida está por completo en la verdad. Luego, cuando liberamos la verdad por medio de nuestro hablar, fluyen de nosotros las riquezas de la vida. A fin de ministrar vida a otros, tenemos que hablar, y a fin de hablar, tenemos que leer la Biblia y estudiar la verdad para aprender las doctrinas. Sin las doctrinas, no podemos tener la verdad, y sin la verdad, no hay ni luz ni vida.

La verdad está relacionada por completo con el hablar. Nuestro Dios es un Dios que habla. Hebreos 1:1-2 dice: “Dios, habiendo hablado parcial y diversamente en tiempos pasados a los padres en los profetas, al final de estos días nos ha hablado en el Hijo”. El hablar de Dios primeramente nos es transmitido en forma de doctrinas, las cuales llegan a ser la verdad para nosotros por medio de la iluminación del Espíritu. La verdad es el resplandor de la luz, la cual nos trae vida. Eso significa que para tener abundancia de vida, tenemos que conocer la verdad.

A fin de que un anciano sea apto para enseñar, como nos lo exige 1 Timoteo 3:2, él debe conocer la verdad. Un anciano no necesita ser competente como maestro, pero sí debe ser apto para enseñar a los santos, así como los padres deben ser aptos para enseñar a sus hijos en casa. Incluso con respecto a esta clase de enseñanza que se imparte en casa, uno necesita tener cierta cantidad de conocimiento. En las iglesias locales se aplica el mismo principio: cada anciano debe tener un conocimiento adecuado de la verdad. Los ancianos también deben tener abundancia de luz y vida. Entonces serán aptos para enseñar. No necesariamente todos los ancianos tienen que dar mensajes, pero sí tienen que aprender cómo hablar para enseñar en los grupos pequeños y en reuniones más grandes.

El recobro del Señor no consiste en otra cosa que en recobrar la verdad; esto es un recobro que nos conduce de regreso al Dios Triuno, para que lo poseamos, experimentemos y disfrutemos como vida. El recobro del Señor no tiene que ver con los milagros, la sanidad, ni ninguna otra actividad, movimiento o práctica, porque ninguna de esas cosas son el Dios Triuno como vida. A fin de conocer el recobro del Señor, debemos pasar tiempo en la Palabra para conocer las doctrinas; no obstante, las doctrinas por sí solas no bastan. Necesitamos tratar con el Señor, ser disciplinados por Él y abrir nuestro ser a Él en oración. De este modo, no habrá velos, sombras ni obstáculos, cuando el Espíritu ilumine las doctrinas que conocemos, de modo que éstas lleguen a ser verdades para nosotros. Puesto que las verdades son las riquezas del Dios Triuno como vida para nosotros, tendremos abundancia de vida y seremos parte del recobro del Señor. Si los ancianos ponen esto en práctica, podrán enseñar no mediante el entrenamiento teológico, sino mediante la experiencia que han tenido del Dios Triuno mediante la palabra en la Biblia. A esto nos referimos cuando hablamos de conocer el recobro del Señor en vida y verdad. Si el Señor obtiene un ancianato apropiado entre las iglesias locales, Él obtendrá un camino por el cual avanzar. Si somos fieles a Él, esto se hará realidad. Esto es completamente diferente de lo que comúnmente la gente llama avivamiento, porque es completamente un asunto de vida y verdad.


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