Estudio-vida de Marcospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1437-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 1:29-39 vemos la sanidad de los enfermos efectuada por el Señor. El versículo 30 dice: “Y la suegra de Simón estaba acostada, con fiebre; y en seguida le hablaron de ella”. La fiebre puede referirse al mal genio desenfrenado, el cual es anormal.
En el versículo 31 vemos que el Señor se acercó a la suegra de Simón y la levantó, y la fiebre la dejó. Según el versículo 34, El “sanó a muchos que padecían diversas enfermedades”. La enfermedad resulta del pecado y es una señal de la condición anormal del hombre delante de Dios a causa del pecado. La cuarta cosa que hizo cl Salvador-Esclavo, como parte de Su servicio evangélico para rescatar a los pecadores, fue sanar física y espiritualmente su condición enferma y restaurarlos a la normalidad para que le sirvieran a El (1:34; 3:10; 6:5, 13, 56). En este evangelio se narran nueve casos que son ejemplos de tal curación (1:30-31, 40-45; 2:3-12; 3:1-5; 5:22-43; 7:32-37; 8:22-26; 10:46-52).
Todos los seres humanos caídos están enfermos; muchos lo están físicamente, pero todos están enfermos espiritualmente. Por esta razón, los que estamos en las iglesias locales debemos aprender a predicar el evangelio y enseñar la verdad como médicos, lo cual implica que al enseñar y predicar debemos prescribir a las personas una receta celestial, un medicamento divino para que sanen. Todos los santos que están entre nosotros deben aprender a predicar el evangelio y enseñar la verdad de tal manera que la gente sane. Mientras enseñamos y predicamos, debemos inyectar en las personas el medicamento espiritual que las sanará.
Actualmente, entre los que integran el movimiento pentecostal, se hace mucho hincapié en la sanidad milagrosa, la sanidad física. Pero nosotros debemos preocuparnos más por la sanidad espiritual. Los santos de las iglesias deben estar equipados de tal manera que al predicar y enseñar suministren a las personas la medicina espiritual a fin de que éstas se sanen espiritualmente.
Según Marcos 1:32, en la tarde, el Señor sanó a muchos que estaban enfermos. Luego, temprano por la mañana del día siguiente “se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. Oraba para tener comunión con Dios, buscando la voluntad y el beneplácito de Dios con respecto a Su servicio evangélico (v. 38). El Salvador-Esclavo no desempeñó el servicio evangélico solo, independientemente de Dios ni con forme a Su propia voluntad, sino conforme a la voluntad y al beneplácito de Dios, siendo uno con Dios para cumplir Su propósito.
Según 1:37, Simón y los que estaban con él dijeron al Señor: “Todos te buscan”. El Señor les respondió: “Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí; porque para esto he salido”. Como Esclavo de Dios, el Salvador-Esclavo sirvió a Dios en Su evangelio, no para llevar a cabo Su propia voluntad ni lo que proponía la gente, sino la voluntad de Dios, quien lo había enviado (Jn. 6:38; 4:34).
En 1:40-45 encontramos el caso de uno que fue limpio de lepra. El versículo 40 dice: “Vino a El un leproso, rogándole; y arrodillándose, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme”. Un leproso representa a un pecador típico. La lepra es la enfermedad más contaminadora y contagiosa, mucho más grave que la fiebre (v. 30), y hace que su víctima sea aislada de Dios y de los hombres. Según la ley, un leproso debía ser aislado del pueblo a causa de su inmundicia y nadie lo podía tocar (Lv. 13:45-46). Según los ejemplos que se ven en las Escrituras, la lepra es el resultado de la rebelión y la desobediencia. Miriam quedó leprosa debido a que se rebeló contra la autoridad delegada de Dios (Nm. 12:1-10). La lepra de Naamán fue limpiada debido a la obediencia de éste (2 R. 5:1, 9-14). A los ojos de Dios todos los seres humanos caídos han quedado leprosos a causa de su rebelión. Debido a que la lepra aislaba a su víctima de Dios y de los hombres, limpiar al leproso indica restaurar al pecador a la comunión con Dios y con los hombres. Esta fue la parte culminante del servicio evangélico del Salvador-Esclavo, según consta en este capítulo.
Marcos 1:41-42 dice: “Y Jesús, movido a compasión, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio”. El Señor Jesús fue movido a compasión. La compasión y buena voluntad del Salvador-Esclavo, las cuales provenían de Su amor, eran queridas y preciosas para el leproso que estaba sin esperanza. El Señor extendió Su mano y tocó al leproso. Con esto mostró Su comprensión y cercanía para con el leproso miserable, a quien nadie se atrevía a tocar. Según el versículo 42, la lepra le dejó al instante, y él quedó limpio. Este versículo dice que el leproso no sólo fue sanado, sino que también quedó limpio. La lepra no sólo requiere sanidad como otras enfermedades, sino que también, al igual que el pecado (1 Jn. 1:7), requiere purificación debido a su naturaleza sucia y contaminadora.
Deben impresionarnos profundamente los cinco asuntos que comprenden el servicio evangélico del Salvador-Esclavo, que incluye: predicar (vs. 14-15, 38-39) para anunciar las buenas nuevas al pueblo miserable que estaba esclavizado; enseñar (vs. 21-22) para iluminar con la luz divina de la verdad a los ignorantes, los cuales estaban en tinieblas; echar fuera demonios (vs. 25-26) para acabar con la usurpación del hombre por Satanás; sanar al hombre de su enfermedad (vs. 30-31) para que sirva al Salvador-Esclavo; y limpiar al leproso (vs. 41-42) para restaurar al pecador a la comunión con Dios y con los hombres. ¡Qué obra tan maravillosa y excelente!
En nuestra predicación del evangelio, nosotros también debemos estar preparados para predicar, enseñar, echar fuera demonios, sanar y limpiar. Si nuestra predicación es débil, quizás algunos se salven, pero tal vez no sean limpios. Es posible que sean salvados al ser perdonados de sus pecados, pero quizás no sean limpios de la naturaleza contaminadora del pecado. Por lo tanto, debemos examinar detenidamente el hecho de que el servicio evangélico del Señor concluya con la limpieza de un leproso. El Señor predicó, enseñó, echó fuera demonios, sanó enfermos y por último, limpió un leproso. Esta limpieza es la máxima consumación del contenido del servicio evangélico del Señor.
El Señor Jesús, después de limpiar al leproso, le encargó rigurosamente, diciéndole: “Mira que no digas nada a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés ordenó, para testimonio a ellos”. Este mandato, dado repetidas veces en el relato del servicio evangélico del Salvador-Esclavo, es muy impresionante (5:43; 7:36; 9:9). Es semejante a lo profetizado en Isaías 42:2 respecto al carácter tranquilo del Señor. El quería que Su obra se llevara a cabo dentro de los límites de un mover que estaba en total conformidad con el propósito de Dios y que no fuera fomentada por el entusiasmo ni la propaganda del hombre. Durante todo el ministerio del Salvador-Esclavo, el Esclavo de Dios, se puede ver que El no quiso publicidad.
Según 1:45, el que había sido limpio no obedeció la palabra del Señor. Más bien, “salió y comenzó a proclamarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a El de todas partes”. En este versículo vemos que la actividad del hombre, la cual concuerda con el concepto natural, entorpece el servicio del Salvador-Esclavo, el cual concuerda con el propósito de Dios.
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