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Estudio-vida de Jeremías y Lamentacionespor Witness Lee

ISBN: 978-0-73636366-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 10 de 13 Sección 1 de 3

LAS COMPASIONES DE JEHOVÁ NUNCA FALLAN,
SINO QUE SON NUEVAS CADA MAÑANA

Lamentaciones 3:22-25 dice: “Por la benevolencia amorosa de Jehová no hemos sido consumidos, / pues no fallan Sus compasiones. / Nuevas son cada mañana; / grande es Tu fidelidad. / Mi porción es Jehová, dice mi alma; / por tanto, en Él espero. / Bueno es Jehová a los que en Él esperan, / al alma que le busca”. Aunque Israel abandonó a Dios, Dios no los echó. Los elegidos de Dios podrían fallarle, pero Sus compasiones jamás les fallarían a ellos; más bien, Sus compasiones son nuevas cada mañana. Debido a Sus compasiones, a Su benevolencia amorosa y a Su amor imperecedero, Dios jamás abandonará a Su pueblo elegido aunque éste se haya distraído.

No debiéramos pensar que somos mejores que Israel y no debiéramos leer la Biblia señalando a otros, sino a nosotros mismos. Todos los libros de la Biblia tienen algo que guarda relación con nosotros. Si aplicamos este principio, veremos que no solamente Israel tenía ídolos, sino que nosotros también tenemos ídolos. Jeremías dijo: “Según el número de tus ciudades, / oh Judá, son tus dioses” (Jer. 2:28b). ¿Acaso nosotros también no tenemos ídolos en nuestra vida diaria? Todos los días ofendemos a Dios al adorar ídolos. Atesorar algo que no es Dios mismo equivale, en realidad, a adorar un ídolo. Todos los días atesoramos algo que no es Dios mismo. Nosotros tenemos ídolos, pero Dios tiene compasiones. Nosotros somos malvados, pero Dios es compasivo. Es por Su benevolencia amorosa que no hemos sido consumidos. Si no fuera por las compasiones de Dios, Él nos habría abandonado hace mucho tiempo. Pero Él no nos ha abandonado, pues Sus compasiones siguen siendo renovadas cada día. Sus compasiones nos guardan en Su mano para Su economía.

JEHOVÁ LEVANTA A DAVID RENUEVO JUSTO,
CUYO NOMBRE ES JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA

En medio del largo y detallado relato en que Jeremías habla de la maldad de Israel (caps. 2—45), él nos dice que Jehová levantará a David Renuevo: “He aquí, vienen días, / declara Jehová, / en que levantaré a David Renuevo justo; / Él reinará como Rey, / actuará con prudencia / y hará derecho y justicia en la tierra. / En Sus días será salvo Judá, / e Israel habitará seguro; / y éste es Su nombre con el cual será llamado: / Jehová, justicia nuestra” (23:5-6). Este Renuevo justo es el Cristo que se encarnó para ser el descendiente de David. En Mateo 1:1 Cristo es llamado “el hijo de David”. Él es el nuevo vástago, el nuevo retoño, de David. Al ser tal vástago, Él es un Renuevo justo. Desde Su infancia, Él ha sido por completo justo.

Jeremías 23:5 dice que Cristo, el Renuevo justo, “reinará como Rey, actuará con prudencia”. Esto requiere que Él esté en resurrección y ascensión. Si Cristo no estuviera en resurrección y ascensión, Él no podría ser el Rey. El uso del término Rey en este versículo implica la resurrección y ascensión de Cristo. Cuando Cristo era un niño, Él no podría ser el Rey; pero habiendo pasado por la resurrección y habiendo entrado en la ascensión, Él ahora es el Rey de reyes, el Señor de señores y el Soberano de los reyes de la tierra (Ap. 17:14; 19:16; 1:5). Más aún, en Su resurrección y ascensión, Él actúa con prudencia.

Jeremías 23:6 continúa diciendo que Su nombre será llamado: “Jehová, justicia nuestra”. Este nombre se repite en 33:16: “En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura; y éste es el nombre con el cual ella será llamada: Jehová, justicia nuestra”. Como elegidos de Dios, al igual que Israel, no tenemos justicia en nosotros mismos. Nuestro corazón es engañoso más que todas las cosas e incurable (17:9), y tenemos una naturaleza pecaminosa imposible de cambiar (13:23). Somos casos perdidos, pero nuestra esperanza está puesta en Él. La situación irremediable en la que nos encontramos —nuestra condición inalterable de maldad, perversidad y engaño— prepara el camino para que Cristo venga a ser nuestra justicia. Dios no nos ha abandonado ni desamparado; más bien, Dios hizo de Cristo nuestra justicia. Debido a que Cristo es nuestra justicia, todavía estamos aquí disfrutando de Él.


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