Gran misterio: Cristo y la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8704-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Necesitamos discernir la diferencia entre el evangelio predicado en los cuatro Evangelios y el evangelio predicado en Hechos. Cuando el Señor Jesús, durante Su ministerio terrenal y antes de Su crucifixión, envió a Sus discípulos a predicar el evangelio, éste mayormente consistía en sanar a los enfermos, echar fuera los demonios y proclamar que el reino de los cielos se había acercado, esto es, decirle a la gente que la era antiguotestamentaria de la ley había cambiado a la era neotestamentaria de la gracia (Mt. 10:5-8; Mr. 6:7-13; Lc. 9:1-2, 6). En aquel tiempo la realidad del evangelio, esto es, la vida contenida en el evangelio, aún no estaba disponible (cfr. Jn. 7:39).
Podemos decir que el evangelio predicado en los cuatro Evangelios era una preparación y una transición; su finalidad era hacer que las personas salieran de la era de la ley de la letra y fueran introducidas en la era de la gracia de la vida. Este período de transición incluía la sanidad, echar fuera demonios y la proclamación de que la era de la ley pronto terminaría porque la era de la gracia estaba por iniciar. Así pues, se centraba en que se necesitaban la gracia y la vida, pero no la ley de la letra. Los tres años y medio que duró el ministerio terrenal del Señor fueron un período de transición; no era un período completamente según la letra ni la vida, ya que la realidad de la vida iba a llegar, pero aún no había llegado.
A fin de que la vida llegara a ser la realidad del hombre, el Señor Jesús tenía que resucitar de los muertos y llegar a ser el Espíritu vivificante de modo que pudiese entrar en todos los que creyesen en Él (1 Co. 15:45). Sólo cuando el Señor Jesús llegara a ser el Espíritu vivificante y entrara en los que habían creído en Él, para ser la vida de ellos, podía la vida contenida en el evangelio llegar a ser una realidad. El evangelio que fue predicado después de la resurrección del Señor no se centraba en la sanidad, ni en echar fuera demonios ni en proclamar doctrinas; este evangelio era acerca de Cristo como la realidad de la vida que entraría en el hombre. La predicación de este evangelio comenzó en Hechos y resultó en que los hombres recibieron la vida de Cristo y llegaron a ser miembros en el Cuerpo de Cristo (12:12-13).
Necesitamos discernir la diferencia entre el evangelio predicado en los cuatro Evangelios y el evangelio predicado en Hechos. El evangelio que se predica en los cuatro Evangelios principalmente estaba relacionado con sanar al enfermo y librar al hombre de la esclavitud de los demonios; no poseía aún la realidad de que la vida regenera al hombre. Lamentablemente, los cristianos predican principalmente el evangelio revelado en los cuatro Evangelios; aún no han entrado en el evangelio de la vida. Esto equivale a dar un paso atrás, o retroceder en el tiempo.
Además de los cuatro Evangelios, los libros de Hechos y Romanos también pueden considerarse evangelios. La Epístola a los Romanos puede llamarse el “Evangelio a los Romanos”, puesto que el evangelio de Dios es el tema de Romanos. El evangelio predicado en este libro es el evangelio completo. Por tanto, en el primer versículo del capítulo 1 Pablo dice: “Pablo, esclavo de Cristo Jesús, apóstol llamado, apartado para el evangelio de Dios”. El libro de Romanos es sobre el evangelio de Dios; es el evangelio completo que Dios ha dado al hombre.
Hablando con propiedad, los cuatro Evangelios no contienen el evangelio completo, mientras que Romanos sí contiene el evangelio completo. El evangelio revelado en Romanos puede dividirse en cuatro secciones. Estas cuatro secciones pueden compararse con cuatro estaciones a lo largo de una jornada. Una vez que pasemos por estas cuatro estaciones, llegaremos a nuestro destino. Romanos tiene dieciséis capítulos, y cada estación consiste en cuatro capítulos.
La primera estación comprende los capítulos del 1 al 4 y concluye con la justificación. La segunda estación abarca los capítulos del 5 al 8 y concluye con la santificación. Esto indica que luego que las personas son justificadas por la fe, ellas deben ser santificadas. La tercera estación comprende los capítulos del 9 al 12 y concluye con el Cuerpo de Cristo. Esto indica que aquellos que han sido justificados y santificados deben ser transformados a fin de llegar a ser el Cuerpo de Cristo. La cuarta estación incluye los capítulos del 13 al 16 y concluye con las iglesias locales. El capítulo 16 usa las palabras iglesia o iglesias cinco veces: la iglesia en Cencrea (v. 1); la iglesia que estaba en la casa de Prisca y Aquila (vs. 3-5), refiriéndose a la iglesia en Roma; las iglesias de los gentiles (v. 4); las iglesias de Cristo (v. 16); y toda la iglesia (v. 23). Esto claramente indica que sin las iglesias locales, el Cuerpo de Cristo carece de un sentido práctico y no tiene manera de ser expresado. Así que, Romanos presenta el evangelio completo, el cual incluye la justificación, la santificación, el Cuerpo de Cristo, y la iglesia que se expresa localmente. Éste es el evangelio completo.
La justificación está relacionada con nuestra posición externa. La santificación tiene que ver con la operación de la vida dentro de nuestro ser. Romanos del 1 al 3 revela que éramos pecadores bajo la condenación de Dios, pero que cuando nos arrepentimos y creímos en la redención de Cristo, fuimos justificados en Cristo (3:24, 26). Después nuestra posición cambió, de una posición de condenación a una de justificación. Mediante la justificación, podemos estar en pie delante de Dios, estamos en posición de recibir gracia y somos aptos para disfrutar todas las riquezas de Dios. Además, fuimos reconciliados con Dios; ya no hay problemas entre nosotros y Dios. Esto está representado en Lucas 15:22 por el vestido que se le puso al hijo pródigo cuando regresó a casa.
El hijo pródigo se hallaba muy lejos de su padre y en una posición miserable. Cuando él se arrepintió y regresó a casa, su padre le puso un vestido a fin de que su hijo pudiera estar delante de él y reconciliarse totalmente con él. Sin embargo, vestir al hijo pródigo sólo daba solución al problema de la posición que éste tenía, pues aún se hallaba hambriento. Por consiguiente, el padre dijo a sus esclavos: “Traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y regocijémonos” (v. 23). Comer del becerro gordo era un paso adicional, ya que el hijo pródigo recibió el disfrute interior de la vida después que el problema de su posición exterior fuera resuelto. Romanos del 5 al 8 habla de disfrutar a Cristo, esto es, de comer del becerro gordo. El becerro gordo representa a Cristo como nuestra vida. Cuando disfrutamos a Cristo, Él llega a ser nuestra vida. Esta vida nos santifica y nos lleva a crecer en vida. También nos conforma a la imagen del Hijo primogénito de Dios para que Cristo pueda ser el Primogénito entre muchos hermanos (8:29). Juan 12:24 dice que Cristo es el grano de trigo que cayó en la tierra a fin de morir y llegar a ser muchos granos en resurrección. Estos granos son los hijos de Dios. Cristo es el Primogénito, y nosotros somos los muchos hijos. Como los muchos hijos que somos, portamos la semejanza del Primogénito porque tenemos la vida del Primogénito y las riquezas del Primogénito.
La primera estación en Romanos es la justificación. Aquí los pecadores reciben una nueva posición y están calificados para disfrutar las riquezas de Dios. La segunda estación en Romanos es la santificación. La vida santificadora hace que el hombre sea igual a Cristo conforme a Su vida e imagen. Cristo es el grano de trigo que nos produjo a nosotros, los muchos granos. Él es el Hijo unigénito que llegó a ser el Primogénito a fin de producirnos a nosotros, los muchos hijos. Nosotros los muchos hijos somos compenetrados en un solo Cuerpo, así como los muchos granos son compenetrados en un solo pan. Esto nos trae a la tercera estación: el Cuerpo de Cristo. Nosotros, con ser muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo (1 Co. 10:17). Sin embargo, el Cuerpo es espiritual y abstracto; por lo cual necesita una expresión práctica, una manifestación. Esta expresión son las iglesias locales descritas en Romanos 16. Por tanto, la cuarta estación en Romanos son las iglesias locales. La iglesia que se expresa en cada localidad es la manifestación del Cuerpo de Cristo. Éste es el evangelio completo revelado en Romanos.
Sin embargo, el cristianismo no conoce este evangelio completo. El cristianismo fundamentalista hace énfasis en las doctrinas, y el movimiento pentecostal recalca el hablar en lenguas; además, hasta cierto punto los dos practican la sanación y el echar fuera demonios. Ni el cristianismo fundamentalista ni el movimiento pentecostal predican el evangelio revelado en Romanos, sino más bien el evangelio revelado en los cuatro Evangelios. El evangelio predicado por la mayor parte de los cristianos puede ser considerado como un evangelio de transición, y no el evangelio completo. Los santos que están en el recobro del Señor deben predicar fielmente el evangelio revelado en Romanos a fin de llegar a su destino. Debemos preguntarnos cuál evangelio predicamos. En otras palabras, ¿predicamos el evangelio de echar fuera demonios, de hacer sanidades, de realizar milagros y de exponer doctrinas, o predicamos el evangelio de la vida al anunciar las inescrutables riquezas de Cristo como evangelio? En Efesios 3:8 Pablo dice: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo como evangelio”. Esto indica que Pablo no predicó el evangelio de echar fuera demonios, hacer sanidades, hacer milagros o exponer doctrinas; él predicó la impartición de las inescrutables riquezas de Cristo.
Necesitamos una clara visión del evangelio en Romanos. Este evangelio incluye la justificación, la santificación, el Cuerpo de Cristo y las iglesias locales; este evangelio comienza con los pecadores y concluye con las iglesias locales. Romanos 1 declara que la humanidad caída se halla bajo la condenación de Dios; por lo cual, todos somos pecadores. Sin embargo, mediante los procesos de la justificación, santificación y transformación, los pecadores llegan a ser el Cuerpo de Cristo. Finalmente, el capítulo 16 no habla de los pecadores, pues los creyentes han llegado a ser una iglesia local que se manifiesta en una localidad como la expresión corporativa de Dios. Éste es el evangelio completo revelado en Romanos, y es el evangelio que Pablo predicó.
Si predicamos el evangelio que fue anunciado en los cuatro Evangelios, nos quedaremos en el período de transición. Aunque el período de transición es mejor que la era de la ley, no se halla por completo en la era de la gracia, ni puede alcanzar el propósito de la salvación de Dios. Sin embargo, si predicamos el evangelio revelado en Romanos, estaremos en la era de la gracia, y avanzaremos de estación en estación en cuanto al propósito de la salvación de Dios.
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