Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-9033-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Filipenses 4:8-9 menciona un total de ocho virtudes. Los primeros seis ítems incluyen todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable y todo lo que es de buen nombre. Los últimos dos ítems incluyen cualquier virtud y cualquier alabanza, que son un resumen de los primeros seis ítems. En realidad, estos seis ítems son meramente amor, luz, santidad y justicia. Todo aquello que es amable es amor; todo aquello que es justo es la justicia; todo aquello que es puro y de buen nombre —todo aquello que es sincero y recto— es luz; todo aquello que es verdadero y honorable es santidad. Si usted analiza estos seis ítems detenidamente, puede categorizarlos bajo cuatro grandes ítems: amor, luz, santidad y justicia. Según todo el libro de Filipenses, todo lo que es verdadero, honorable, puro, justo, amable y de buen nombre equivale a que Dios se manifieste en nuestro vivir como amor, luz, santidad y justicia. Estos cuatro ítems nos sólo son virtuosos, sino que también son buenos; por ende, son excelentes. La palabra griega traducida “virtud” denota una condición hermosa manifestada mediante la lucha y el esfuerzo. En varias partes de la versión Chinese Union, esta palabra es traducida como “acto moral”, lo que implica algo poderoso y manifiesta resplandor. Ésta no es la ética convencional enseñada por los sabios chinos de la antigüedad. Más bien, es Dios que es vida en nosotros y que expresa lo que Él es, a saber, amor, luz, santidad y justicia, según la imagen por la cual Él nos creó.
Éramos vasos vacíos creados a imagen de Dios. Aunque teníamos amor, luz, santidad y justicia en nuestra humanidad, éstos estaban vacíos porque carecían de contenido real. Sin embargo, después de ser salvos, Cristo nos llena como nuestra realidad, y Él se manifiesta en nuestro vivir. Por ende, el amor, la luz, la santidad y la justicia que manifestamos en nuestro vivir ya no son virtudes vacías; más bien, son virtudes que han sido enriquecidas por Dios. Esto significa que Dios ha enriquecido y magnificado las virtudes, que incluyen el amor, la luz, la santidad y la justicia, en nuestra humanidad con Su divinidad. Éste es el estado hermoso que es el resultado de la lucha y el esfuerzo del poder divino en nuestro interior. Esta condición es a lo que las Escrituras se refieren como virtud.
En un libro tan corto como la Epístola a los Filipenses también podemos ver la revelación del Dios Triuno. Primero, vemos “el Espíritu de Jesucristo” (1:19). Hoy en día el Espíritu Santo no sólo es el Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Jesucristo. Segundo, vemos “el poder de Su resurrección [la de Cristo]” (3:10a). Cristo, el segundo entre la Trinidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu— ahora es el Cristo resucitado con el poder de la resurrección. Tercero, vemos que “el Dios de paz” (4:9) opera en nosotros para darnos paz. Este Dios que nos da paz no está fuera de nosotros, sino adentro. Dios sólo puede estar en nosotros después de la resurrección de Cristo. El Dios que está en nosotros es el Padre. Por ende, en el libro de Filipenses vemos claramente que primero está el Padre, segundo está el Hijo y tercero está el Espíritu. El Espíritu es el Espíritu de Jesucristo; el Hijo es el Cristo resucitado; y el Padre es el Dios que está en resurrección como nuestra paz, quien opera, restringe y guarda en nuestro interior. Éste es el Dios Triuno con miras a nuestra experiencia y disfrute.
El título de la Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— no fue comunicado claramente antes de la resurrección del Señor Jesús. Aunque la revelación acerca del Dios Triuno se halla implícita en muchos lugares, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, aún requiere de la deducción humana. Por ejemplo, Génesis 1:1 dice: “Creó Dios los cielos y la tierra”; la palabra hebrea traducida aquí “Dios” es plural. Luego, el versículo 26 dice: “Dijo Dios: Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza”. El Dios mencionado en el versículo 1 llega a ser “Nosotros” en el versículo 26. Por lo tanto, por deducción, concluimos que Dios es triuno. Aún no podemos ver esto claramente sólo en el texto del Antiguo Testamento. Sin embargo, cuando el Señor Jesús resucitó de los muertos, Él les dijo a los discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19). El proceso de la Trinidad se completó después de la resurrección del Señor Jesús. En ese momento determinado, el Padre llegó a ser el Padre en resurrección, el Hijo llegó a ser el Hijo en resurrección y el Espíritu llegó a ser el Espíritu en resurrección. En otras palabras, Dios es triuno, pero no fue sino hasta que el Señor Jesús resucitó que el Dios Triuno llegó a Su consumación en el Espíritu. Después que el Señor Jesús resucitó, el Espíritu llegó a ser el Espíritu vivificante, el Hijo llegó a ser el Cristo resucitado y el Padre llegó a ser el Dios que mora en el hombre.
Hemos dicho que el libro de Filipenses es un libro acerca de la experiencia que tenemos de Cristo; este libro habla de manifestar a Cristo en nuestra vida diaria. Manifestar a Cristo en nuestra vida diaria significa que Dios en Cristo entra en nosotros para ser nuestra vida y realidad, y que Él es expresado a través de nuestra humanidad en nuestro amor, luz, santidad y justicia humanos. Por tanto, este libro habla de cómo Cristo en nosotros llega a ser nuestra vida y cómo nosotros somos revestidos de poder a fin de manifestar a Cristo en nuestro vivir. En resumen de todo lo que abarcamos anteriormente, podemos ver que el Espíritu de Jesucristo está aquí, el Cristo resucitado está aquí y el Dios en resurrección está aquí. El Dios Triuno está en nosotros. Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— están en nosotros. No obstante, Ellos no son tres Dioses, sino un solo Dios. El único Dios llega a ser triuno a fin de que podamos experimentarlo. Esto verdaderamente es un gran misterio. Es un misterio que no puede ser explicado adecuadamente con palabras humanas. Este Dios Triuno maravilloso vive en nosotros a fin de ser nuestra vida y nuestro suministro de vida.
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