Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En cierta ocasión un hermano testificó que había ayunado y orado con respecto a una situación difícil y una carga que sentía en su interior. Sin embargo, después de dos semanas, la situación no había cambiado y la carga no le había sido quitada. Él pensaba que puesto que era su problema, tenía que invertir más tiempo para darle solución delante del Señor. Pero después de que pasaron una o dos semanas más, nada cambió. Entonces fue a una reunión de oración en la cual un hermano pidió un himno que dice: “Muy dentro, en las profundidades de Tu nombre”. Este himno no tenía nada que ver con su situación; sin embargo, algo maravilloso sucedió. Mientras todos cantaban, de repente recibió luz y claridad; la dificultad desapareció y la carga le fue quitada. Si le preguntáramos a este hermano qué fue lo que sucedió, estaría perplejo y no sería capaz de explicárnoslo; sin embargo, la dificultad que él tenía había desaparecido.
Otro hermano tenía una debilidad, un pecado, que no podía vencer. Él intentó vencerlo repetidas veces delante del Señor con ayuno y oración. A pesar de todo el esfuerzo, nada parecía ayudar. De hecho, parecía que cuanto más trataba de vencerlo, más profundo se arraigaba el pecado; cuanto más trataba de combatirlo, más atado y enredado se encontraba. Más tarde, tuvo comunión con algunos hermanos, y les contó que tenía una debilidad, un pecado que lo enredaba y que no podía ser libre, y luego les pidió su ayuda. Mientras tenía comunión, algo maravilloso sucedió; el pecado se fue. Después de que estos hermanos lo escucharon y mientras ellos aún estaban perplejos, pues no sabían cómo ayudarlo debido a su falta de experiencia, este hermano dijo: “Hermanos, ya no necesito ayuda. Démosle gracias al Señor y alabémosle porque esta dificultad ha desaparecido”. Esto muestra que la vida del Cuerpo se había llevado la dificultad de aquel hermano.
Aunque no soy doctor ni entiendo mucho de biología, fisiología ni bacteriología, sí entiendo un poco lo relacionado con la circulación de la sangre. El principio que aplica la medicina occidental para tratar una enfermedad externa consiste principalmente en cortarla para eliminarla, y para tratar una enfermedad interna consiste principalmente en matar los gérmenes. Sin embargo, los doctores chinos no recomiendan ni cortar ni matar los gérmenes, sino que más bien ayudan a que la sangre circule en el cuerpo. Esto es maravilloso. Cuando la circulación del cuerpo mejora, todas las enfermedades desaparecen. Esto tiene su lógica.
Por ejemplo, algunas veces las alcantarillas de la ciudad se llenan de lodo, y el agua no puede fluir libremente. Sin embargo, si una corriente fuerte y poderosa es enviada por las alcantarillas, todas las “enfermedades” serán eliminadas, es decir, el lodo y las demás cosas serán expulsadas. Los doctores que practican la medicina china a menudo hablan de bloqueos en los puntos donde pasa la energía vital y la sangre. Ellos usan diferentes tratamientos para limpiar los vasos sanguíneos y despejar las vías por donde pasa la energía vital. Cuando todo queda despejado, el flujo corre libremente en el cuerpo. Como consecuencia, hay una excelente circulación sanguínea que se lleva y desecha todo lo que no debe estar en el cuerpo, y de este modo, todas las enfermedades son eliminadas.
Esto también se aplica a nuestra experiencia espiritual. Cuando nos encontramos con dificultades, a menudo le pedimos al Señor que nos haga una “cirugía” y mate todos los “gérmenes” en nosotros, pero eso no funciona. No es sino hasta que tenemos más comunión con los hijos de Dios que el fluir aumenta en nosotros, que nuestras dificultades desaparecen y los “gérmenes” son eliminados. En esto consiste la comunión del Cuerpo, y ésta es la función que la comunión del Cuerpo cumple.
A menudo sentimos que no somos capaces de llevar una carga particular. Como resultado, nos sentimos agobiados y atribulados. Aunque tratamos de luchar y vencer el problema, no podemos hacerlo. Una manera muy sencilla y fácil de lograr esto es acudir a nuestros hermanos y hermanas. No debemos tener en poco su juventud, porque hay algo en ellos que puede aumentar el fluir en nosotros. Esto es maravilloso. Podemos contarles nuestra dificultad y nuestra carga, y mientras hablamos con ellos, la dificultad desaparece; y cuando terminamos de hablar, la pesada carga nos ha sido quitada. Éste es el fluir de vida presente en el Cuerpo, el cual se lleva las dificultades, y la comunión del Cuerpo, la cual resuelve nuestros problemas. Todos aquellos que tienen más experiencia pueden testificar que en cuanto dejan de ver a los hermanos y hermanas, sienten que no pueden seguir viviendo. De igual manera, si somos cortados de nuestra Cabeza, Cristo, no podremos seguir viviendo.
Esto nos muestra dos aspectos de la gracia: uno tiene que ver con nuestra comunión con la Cabeza, y el otro, con la comunión que tenemos con los demás miembros. No sabríamos decir cuál de los dos es más importante, pues ambos son igualmente importantes. Cuando contactamos la Cabeza, tocamos la vida; y cuando contactamos a los miembros, también tocamos la vida. La comunión entre los miembros a menudo hace que el suministro fluya a nosotros, y desecha todo lo que no debe estar en nosotros. Por esta razón, un hermano o una hermana que deje de reunirse por un mes se enfermará y se sentirá interiormente deprimido.
Nunca debemos pensar que aquellos que se ponen de pie frente al púlpito son los únicos que pueden brindar suministro a otros y que ellos no necesitan de los hermanos y hermanas. De hecho, si los hermanos y hermanas no estuviesen allí escuchándolos mientras comparten la palabra, probablemente dejarían de hablar después de sólo diez minutos. Por consiguiente, muchas veces no es el orador quien brinda el suministro a los hermanos y hermanas, sino los hermanos y hermanas quienes brindan el suministro al orador. Si nadie los estuviera escuchando, probablemente dejarían de hablar después de haber dicho diez frases, aunque quisieran hablar más de cien. Sin embargo, si los hermanos y hermanas están congregados allí, es probable que no puedan terminar después de haber hablado cien frases, aunque hubieran comenzado sólo con diez. Esto se debe a que los hermanos y hermanas están allí. La realidad no es que cuanto más hablan ellos, más suministro le brindan a los hermanos y hermanas, sino que cuanto más hablan, más ellos son abastecidos por los hermanos y hermanas.
Algunos hermanos se han acercado a mí para darme las gracias por dar buenos mensajes. Sin embargo, yo les doy las gracias a ellos por impartirme su suministro. Sin ellos, yo no tendría nada. Los hermanos y hermanas me proveen una oportunidad muy buena para liberar la palabra del Señor, debido a que me suplen con su espíritu en la reunión. Esto es lo que más me alegra y más me satisface. Cuando la palabra es liberada, interiormente me siento satisfecho y nutrido. Cuando me voy a casa, puedo dormir muy bien. Esto es gracia, y también es comunión. Hay un fluir, y es un potente fluir de vida el que está en el Cuerpo.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.