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Espíritu en las epístoles, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7707-2
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CAPÍTULO ONCE

DE JACOBO A JUDAS

JACOBO: EL ESPÍRITU CELOSO

¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? (Jac. 4:5)

Los que leen la Biblia han incurrido en muchos argumentos sobre este versículo en Jacobo. Algunos piensan que el versículo entero es una sola oración, mientras que otros sostienen que consta de dos oraciones. Algunas versiones emplean la traducción siguiente: “¿O pensáis que la Escritura habla en vano? El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente”. Según el pensamiento de todo el libro y del contexto inmediato, creemos que este versículo consta de una sola oración, como lo muestra la cita al inicio. El Espíritu que mora en nosotros anhela que amemos a Dios y nos volvamos hacia Él, a tal punto que tiene un corazón celoso en nosotros. Los cuatro versículos anteriores a éste nos dicen que, por ser hombres corruptos, fácilmente nos inclinamos hacia el mundo, amamos al mundo y nos unimos al mundo hasta entrar en una unión ilícita con él y convertirnos en adúlteras delante de Dios. No obstante, el Espíritu de Dios que mora en nosotros anhela que amemos a Dios y nos centremos en Él con un corazón indiviso. Este anhelo incluso le lleva a sentir envidia por nosotros. El significado de esta envidia es semejante a lo que se habla en Éxodo 20, donde dice que Dios es un Dios celoso. Celoso aquí significa “envidioso”. Dios es un Dios celoso. En 2 Corintios 11 el apóstol Pablo dice lo mismo: “Os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que [...] se corrompan vuestros pensamientos, apartándose de alguna manera de la sencillez y pureza para con Cristo” (vs. 2-3). Este pasaje también dice que Dios tiene un corazón celoso, un corazón que nos anhela celosamente, porque Él quiere que seamos únicamente para Él y nos volvamos hacia Él. No quiere que tengamos ningún otro amor que no sea Él, así como un esposo desea que su esposa le ame y sea únicamente para él.

El libro de Jacobo habla de que debemos llevar un vivir piadoso, un vivir semejante al de Dios. En este vivir el primer requisito es que amemos a Dios con entrega absoluta así como una esposa ama ciegamente a su esposo. El único deseo que el esposo tiene para con su esposa es que ella sea absolutamente para él. Si la esposa tiene otro amor que no sea su esposo, él se pondrá celoso. El Espíritu de vida que mora en nosotros es el Dios celoso. Él no permitirá ni consentirá que nosotros tengamos otro amor aparte de Él mismo. Si tenemos otro amor aparte de Él, Sus celos se despertarán. Así que, Jacobo 4:5 dice que el Espíritu que Dios ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente.

“¿O pensáis que la Escritura dice en vano?”. ¿Dónde se dijo esta palabra en el Antiguo Testamento? Usted no puede encontrar esto en ninguna parte del Antiguo Testamento, pero el Antiguo Testamento en su totalidad revela definitivamente tal pensamiento. Por ejemplo, los libros de Isaías, Jeremías, Ezequiel y Oseas contienen este pensamiento. Estos cuatro libros nos transmiten un profundo sentir en cuanto a que Dios es el Esposo de los hijos de Israel. En estos cuatro libros Dios dice que los hijos de Israel se desposaron con Él como una esposa, pero que no le fueron fieles. Su amor hacia ellos fue un amor celoso. El resumen general de estos cuatro libros es que Dios nos anhela a tal grado que se siente celoso.

Sabemos esto basados también en nuestra experiencia. El Espíritu Santo que mora en nosotros anhela que amemos al Señor, que seamos para el Señor y vayamos en pos del Señor. Cuando amamos algo o alguien aparte del Señor, podemos sentir en la parte más profunda de nuestro ser cómo surge una historia de un celoso anhelo, una historia de celos. Ésa es la historia del Espíritu Santo que mora en nosotros, el cual nos anhela celosamente. Por consiguiente, el Espíritu que mora en nosotros, el cual se menciona en Jacobo, puede ser llamado el Espíritu celoso.

Este libro tiene otro versículo que habla del Espíritu en el aspecto opuesto. El versículo 15 del capítulo 3 dice: “Esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, anímica, demoníaca”. Noten aquí que anímica está vinculada a terrenal y demoníaca. Por tanto, tenemos que saber que cuando vivimos en el alma, estamos unidos a la tierra y vinculados a los demonios. Dice aquí que esta sabiduría nos lleva a tener celos amargos y ambición egoísta y que no es la sabiduría que desciende de lo alto, sino que es terrenal, anímica y demoníaca. Si no vivimos en el espíritu, estamos viviendo en el alma. El hombre anímico, no obstante, es terrenal y demoníaco. Este asunto es muy serio.


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