Información del libro

Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4442-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 20 Sección 3 de 5

CRISTO ES NUESTRA VIDA INTERIOR

La vida interior se halla en Génesis 2, donde encontramos la palabra vida (v. 9). Después que Dios creó al hombre, lo puso en el huerto, en medio del cual estaba el árbol de la vida. La intención de Dios al poner al hombre frente al árbol de la vida era que éste recibiera la vida divina. ¿Quién es esta vida divina? La respuesta se halla en Colosenses 3:4, que dice que Cristo es nuestra vida. Por lo tanto, Cristo es tanto la imagen de Dios como nuestra vida. Nosotros fuimos hechos conforme a Cristo a fin de contener a Cristo, y Cristo ha sido destinado para ser nuestra vida. Si no tenemos a Cristo, no tenemos la vida divina (1 Jn. 5:11-12). Aunque tengamos la forma externa de la imagen de Dios, si no tenemos a Cristo no poseemos vida en nuestro interior. Por consiguiente, necesitamos que Cristo sea nuestra vida interior.

CRISTO ES AQUEL QUE DESTRUYÓ A LA SERPIENTE

Cristo también se halla en Génesis 3. El versículo 15 dice: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; él te herirá en la cabeza, pero tú le herirás en el calcañar”. En este versículo vemos un título de Cristo muy maravilloso: “la simiente de la mujer”. Dios creó al hombre y lo puso frente al árbol de la vida, pero el hombre cayó. La astuta serpiente se introdujo para causarle daño al hombre. Por esta razón, Dios intervino para juzgar principalmente a la serpiente. Dios le dijo a la serpiente que la simiente de la mujer la heriría en su cabeza. Esto significa que alguien vendría para destruir a Satanás. La simiente de la mujer que vino para destruir a Satanás es Cristo. Por lo tanto, en los primeros tres capítulos de Génesis, tenemos a Cristo como la imagen de Dios, como nuestra vida y como Aquel que destruye a la serpiente. ¡Cuán maravilloso es esto! Éste es el núcleo de los primeros tres capítulos de Génesis. Si no tenemos al Cristo que se halla en estos capítulos, no poseemos el núcleo, sino que más bien un relato de la creación, del huerto de Edén y de la caída del hombre.

LA IGLESIA EN GÉNESIS

Sin embargo, aunque tenemos a Cristo, quien es la imagen de Dios, nuestra vida y Aquel que destruye a Satanás, aún no tenemos la iglesia en los primeros tres capítulos de Génesis. Por supuesto, el libro de Génesis no sólo consta de tres capítulos, sino de cincuenta capítulos. En los capítulos 2 y 3 tenemos a Adán, y en los capítulos del 4 al 50 encontramos siete personas sobresalientes: Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob junto con José. Estas personas conjuntamente constituyen un tipo de la iglesia.

ADÁN, ABEL Y ENÓS

En Adán vemos el propósito de Dios y la caída del hombre. En Abel vemos que el hombre caído regresa a Dios (Gn. 4:4). En Adán vemos que el hombre cayó, pero en Abel vemos que éste regresó a Dios. ¡Aleluya por este regreso! Con Enós tenemos el comienzo de la práctica de invocar el nombre del Señor (v. 26). Algunos cristianos no están de acuerdo con el asunto de invocar al Señor. Sin embargo, esta práctica empezó con la tercera generación de la humanidad. En hebreo el nombre Enós significa “hombre mortal y frágil”. El hombre es frágil y fácilmente puede romperse. Después de que el hombre caído regresó a Dios, comprendió que era débil, frágil y mortal. Cuando se dio cuenta de esto, empezó a invocar el nombre del Señor a fin de recibir ayuda, suministro, fortaleza y alimento. Por lo tanto, en Abel vemos que el hombre regresa a Dios, y en Enós vemos que el hombre se da cuenta de su debilidad y empieza a invocar al Señor, buscando Su ayuda. Sin duda alguna, cuando el hombre invoca el nombre del Señor recibe un suministro de parte de Dios.

ENOC Y NOÉ

En Enoc vemos a un hombre que anduvo con Dios (5:22). Enoc, el hombre que anduvo con Dios y vivió en virtud de Dios, con el tiempo fue arrebatado para estar con Dios (v. 24). Presten atención a la secuencia que vemos aquí: con Abel, el hombre regresó a Dios; con Enós, el hombre invocó el nombre del Señor; y luego con Enoc, el hombre anduvo con Dios. Después de Enoc, tenemos a Noé, en quien vemos el reinado de Dios. Noé representaba a Dios gobernando todo el mundo. En la época de Noé, el hombre que había regresado a Dios también ejercía dominio sobre toda la tierra. El hombre no sólo había regresado a Dios, había recibido la ayuda de Dios y anduvo con Dios, sino que también reinó sobre toda la tierra por Dios. Sin embargo, como sucedió con Adán, los descendientes de Noé también cayeron, incluso al grado en que Dios tuvo que abandonar el linaje creado.


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