Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4442-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Mientras los hijos de Israel cruzaban el mar Rojo, los ejércitos de los egipcios iban tras ellos. Pero el Ángel de Jehová milagrosamente sepultó a los ejércitos de los egipcios. Esto se refiere a nuestro bautizo. Después de que recibimos a Cristo como nuestro Redentor, nuestra vida y nuestro alimento, cruzamos el mar Rojo. Esto significa que fuimos bautizados. Cuando cruzamos el mar Rojo en el bautismo, todas las huestes mundanas, los ejércitos egipcios, quedaron sepultados en el baptisterio. Después de que fuimos bautizados, nos encontramos en el desierto al otro lado del mar. Fuimos redimidos, liberados y ahora podemos ser para Dios. En Egipto, no le éramos útiles a Dios. Pero después de que cruzamos el mar Rojo, le somos útiles. Ya no estamos más bajo el juicio de Dios, bajo la cautividad egipcia ni en pecado. El juicio de Dios, la esclavitud en Egipto y el pecado, ahora son cosa del pasado. Somos libres, hemos sido purificados y somos completamente útiles para la edificación de la casa de Dios en la tierra.
Aunque los hijos de Israel habían comido el cordero y el pan sin levadura, aún necesitaban recibir el elemento celestial. A fin de poder ser la morada de Dios, ellos tenían que ser personas celestiales. Por consiguiente, Cristo vino a ellos en el desierto como el maná celestial. Cristo, como el Ángel de Jehová, es grande. Pero como el maná, Cristo es pequeño, como semilla de culantro, y menudo, como la escarcha. Nuestro Cristo es grande y a la vez pequeño. Al liberarnos, Él es grande; pero al nutrirnos y hacernos personas celestiales, Él es pequeño. ¡Aleluya por el Cristo grande y por el Cristo pequeño! Nadie es más grande que Cristo, ni más pequeño que Cristo. Él es grande para liberarnos y pequeño para nutrirnos.
Si queremos comer algo grande, debemos cortarlo primero en pedazos hasta que sea lo suficientemente pequeño como para comérnoslo. Alabado sea el Señor porque Cristo es tan pequeño como semilla de culantro. Pero aunque es muy pequeño, Él está lleno de vida. Él es una pequeña semilla, no un pequeño grano de arena.
Éxodo 16:14 dice que el maná es una “cosa [...] redonda”. La forma redonda en la Biblia alude a la eternidad, la cual no tiene principio ni fin. Aunque el Cristo que comemos es muy pequeño, Él está lleno de vida y es eterno. El versículo 31 también nos dice que el maná era blanco, lo cual denota pureza.
Día a día, a medida que los hijos de Israel comían este maravilloso maná, poco a poco fueron perdiendo el olor a ajo. En vez de ello, llegaron a tener el aroma de la miel celestial, pues el sabor del maná era “como de hojuelas con miel” (Éx. 16:31). Hace muchos años, en Taiwán, nuestro médico familiar me contó que la piel de su hija había adquirido un color amarillo por comer tanta zanahoria. Ella había comido tantas zanahorias que expresaba zanahorias. Asimismo, si ustedes comen mucho maná, vendrán a ser blancos, como el color del maná, y expresarán a Cristo.
Mis abuelos maternos comían mucho pescado. Ellos comían pescado dos o tres veces al día. Cada vez que mi mamá me llevaba a visitarlos, me molestaba el hecho de que todo en su casa olía a pescado. Mi mamá me explicó que, debido a que mis abuelos siempre comían pescado, naturalmente olían a pescado. Alabado sea el Señor porque ahora nosotros tenemos una fragancia celestial porque estamos comiendo el alimento celestial, Cristo. Cristo se está forjando en la constitución de nuestro ser.
Después de que los hijos de Israel fueron redimidos del juicio de Dios y liberados de la esclavitud egipcia, fueron transformados al comer el maná. Ellos experimentaron un cambio en el que dejaron de oler a ajo y empezaron a tener la fragancia del maná celestial. De este modo, con respecto a los hijos de Israel en el desierto, Dios finalmente obtuvo una morada entre Su pueblo escogido, redimido, liberado y transformado. Nosotros también fuimos liberados del juicio de Dios, de la esclavitud egipcia y del olor a ajo, y ahora somos útiles para la edificación del tabernáculo de Dios.
Todo esto es un cuadro de Cristo y la iglesia. Cristo es el Ángel que libera, el Moisés que habla, el Cordero que nos redime y nos nutre, el pan sin levadura que nos santifica y el maná que nos transforma. ¡Oh, Cristo es tanto para nosotros! Finalmente, nosotros somos redimidos, liberados, vivificados y transformados. Ahora somos completamente inútiles para Egipto, y sólo servimos para la morada de Dios. La gloria de Dios llenó el tabernáculo en el desierto. El hecho de que la gloria de Dios descendiera significa que Dios mismo había descendido a la tierra para morar en Su habitación a fin de ser expresado. La iglesia hoy debe ser así. A medida que disfrutamos a Cristo, la iglesia llega a existir para el cumplimiento del propósito de Dios, el cual consiste en expresar a Dios y satisfacerlo plenamente. Ahora tenemos el tabernáculo como la morada de Dios sobre la tierra.
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