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Ministerio de la Palabra de Dios, Elpor Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0700-0
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CAPITULO QUINCE

LA PALABRA Y NUESTROS SENTIMIENTOS

En los capítulos anteriores dijimos que el ministro de la Palabra necesita cuatro cosas. Dos de ellas, la luz y las palabras internas, pertenecen a Dios, mientras que las otras dos, los pensamientos y la memoria, pertenecen al ministro. Antes de que el ministro de la Palabra pueda anunciar el mensaje divino, necesita tener dos cosas a su disposición: sus propios pensamientos y su memoria. Pero esto no es todo. Mientras habla, también necesita otras dos cosas: los sentimientos apropiados y un espíritu apropiado.

NUESTROS SENTIMIENTOS COMUNICAN EL ESPIRITU

Al leer la Biblia, encontramos una característica sobresaliente en todos sus escritores: los sentimientos de ellos no fueron obstáculo para ministrar la Palabra. Al hablar, ellos expresaban sus sentimientos. Debemos comprender que nuestros sentimientos afectan la manera en que liberamos nuestro espíritu. Si una persona no puede expresar sus sentimientos, su espíritu no puede ser liberado. La liberación del espíritu del hombre tiene muy poco que ver con la voluntad o con la mente, pero sí tiene un estrecho vínculo con los sentimientos. El espíritu se expresa principalmente por medio de nuestros sentimientos. Cuando nuestros sentimientos se vuelven un obstáculo, el espíritu es bloqueado. Cuando nuestros sentimientos son fríos, secos o apagados, el espíritu también lo es.

¿Por qué confunden tan frecuentemente los hijos de Dios el espíritu con los sentimientos? Por lo general, pueden distinguir entre el espíritu y la voluntad, y entre el espíritu y la mente, porque existe una gran diferencia entre ellos. Pero no es fácil discernir entre el espíritu y los sentimientos. Es fácil confundirlos porque el espíritu no fluye independientemente de ellos; cuando fluye, lleva consigo los sentimientos. El espíritu no se expresa por medio de la mente ni de la voluntad sino de los sentimientos. Es por esta razón que a muchas personas se les hace difícil ver la diferencia entre el espíritu y los sentimientos. Aunque son totalmente diferentes, el espíritu se expresa por medio de los sentimientos. La bombilla eléctrica expresa la electricidad; las dos cosas no se pueden separar pese a que la electricidad y la bombilla son dos cosas diferentes. Del mismo modo, el espíritu y los sentimientos son dos cosas diferentes, pero aquél se expresa por medio de éste, y por eso no los podemos separar. Esto no significa que el espíritu sea los sentimientos ni que los sentimientos sean el espíritu. Para aquellos que nunca han aprendido las lecciones espirituales, el espíritu y los sentimientos son la misma cosa. Es como aquellas personas que piensan que la electricidad y la bombilla son lo mismo. En realidad, la electricidad y la bombilla son dos cosas completamente diferentes. Cuando el ministro de la Palabra predica, su espíritu tiene que brotar. Pero la liberación del espíritu está muy relacionada con los sentimientos. Si sus sentimientos no son rectos, su espíritu no puede fluir. La electricidad generada en la central eléctrica podrá ser muy potente, pero sin la bombilla, no habrá ninguna luz. Del mismo modo, no importa cuán maravilloso sea nuestro espíritu, éste queda confinado si nuestros sentimientos son deficientes. El espíritu es liberado por medio de nuestros sentimientos. Para que el espíritu del ministro de la Palabra pueda brotar, debe contar con sentimientos adecuados mediante los cuales se pueda expresar. Si los sentimientos no obedecen al espíritu o no siguen sus instrucciones, el espíritu es bloqueado. Así que para que el espíritu pueda salir, la persona debe contar con sentimientos rectos. Ahora examinemos qué son sentimientos apropiados o rectos.

El hombre cuenta con una voluntad, que es la parte más tosca de su interior. También tiene una mente, la cual es más refinada que la voluntad, pero también es burda en cierta medida. El hombre también posee sentimientos, que son su parte más delicada. Cuando al hombre toma una decisión, tal vez sea inmutable. Aunque el hombre puede pensar, sus pensamientos no son necesariamente delicados. Pero las emociones y los sentimientos son tiernos y suaves. En el Antiguo Testamento, en particular en Cantar de cantares, las partes más delicadas del hombre son representadas por fragancias. Estas sólo pueden ser detectadas por el olfato, que es un sentido bastante sensible. En la Biblia el olfato representa los sentimientos más finos. Aunque los sentimientos del hombre son delicados, no todos ellos pueden ser usados por Dios.

El ministro de la Palabra tiene que usar sus sentimientos. Cada vez que ministra, tiene que incluir sus sentimientos en las palabras que usa. De no ser así, sus palabras estarán muertas. Antes de empezar a ministrar, él necesita la memoria y los pensamientos, pero al comenzar a hablar, debe usar sus sentimientos. Si sus sentimientos no son compatibles con lo que está diciendo, su mensaje no dará ningún resultado.

El Señor Jesús aludió a esto en uno de los ejemplos que dio a Sus discípulos, cuando dijo: “Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a los otros, diciendo: Os tocamos la flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis” (Mt. 11:16-17). Si los sentimientos de una persona son normales, bailará al oír la flauta, y llorará al oír lamentos. Es decir, el ministro de la Palabra no puede hablar de una cosa y sentir otra. Esto lo descalifica para hablar por el Señor. No podemos comunicar un mensaje de tristeza si nosotros mismos no nos sentimos tristes. Los sentimientos de los que hablamos no son fingidos. Cualquier sentimiento fingido es una imitación o una actuación. Cuando el ministro de la Palabra habla, no debe fingir, sino que debe estar lleno de sentimientos que manifiesten las palabras que anuncia. Cada frase que diga debe estar llena de sentimiento. Si las palabras son tristes, él debe sentirse triste. Cuando su espíritu está triste, también lo deben estar los sentimientos. Cuando dé un mensaje de gozo, él debe sentirse contento, pues si el espíritu está alegre, él debe expresar regocijo.

Debemos recordar que no es suficiente simplemente comunicar el mensaje, ya que el espíritu también debe ser comunicado. No obstante, cuando el espíritu es comunicado, éste transmite también nuestros sentimientos. Por lo tanto, si nuestros sentimientos no corresponden a la norma de Dios, nuestras palabras no tendrán el espíritu. Cuando nuestros sentimientos son muy ásperos, no pueden ser usados para comunicar la Palabra. Los sentimientos son la parte más sensible del hombre. Si nuestros sentimientos son ásperos e insensibles, no podremos usarlos, y nuestro mensaje no comunicará el espíritu apropiadamente. Siempre que anunciamos la Palabra, necesitamos un espíritu que la complemente. Si el espíritu no concuerda con las palabras, habrá una incompatibilidad que traerá pérdida. El resultado será simplemente un fracaso. Cuando comunicamos un mensaje específico, debemos transmitir con él un espíritu específico. En otras palabras, necesitamos el espíritu de las palabras que comunicamos. No podemos anunciar cierto mensaje si tenemos otra clase de espíritu, pues en tal caso no podemos ser ministros útiles. El espíritu que tenemos debe corresponder al mensaje que proclamamos, pues cuando el espíritu es comunicado, éste no puede expresarse por sí mismo; tiene que ser complementado por los sentimientos. Si nuestros sentimientos no pueden ser usados, o si toman una dirección diferente a la de nuestro espíritu, el espíritu no puede hacer nada. Por consiguiente, nuestro espíritu y la Palabra de Dios tienen que complementarse mutuamente, y nuestros sentimientos también tienen que complementar a la Palabra de Dios.


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