Ejercicio de nuestro espíritu, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4880-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En todos los libros del Nuevo Testamento no encontramos una porción tan única como la hallada en 2 Timoteo 3:16. Este versículo dice: “Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. Todas las palabras contenidas en la Biblia son el aliento divino de Dios. Esto guarda relación con el Espíritu en nuestro espíritu. Debido a que la Palabra de Dios no es meramente para ser enseñada, no podemos aprehenderla de manera cabal por medio del ejercicio de nuestra mente. La mente no es suficiente. Tenemos que ejercitar nuestro espíritu si hemos de aprehender la Palabra, debido a que ella es el aliento espiritual, el aliento mismo de Dios. Cuando leemos la Palabra, tenemos que aprender a inhalarla, no solamente a entenderla. Es un concepto equivocado que cuando leemos la Palabra principalmente tenemos que entenderla. La palabra de Dios es alimento y bebida espiritual (Mt. 4:4; 1 P. 2:2; Jer. 15:16; Sal. 119:103; Job 23:12; Jn. 6:63). No es necesario entender la comida, todo lo que tenemos que hacer es comerla. La Biblia no es principalmente para que nosotros la entendamos. Ésta es para que nosotros la inhalemos.
En 1 Timoteo 1:10 se hace referencia a todo aquello que “se oponga a la sana enseñanza”. Toda cosa sana o saludable guarda relación con la vida. Podemos comparar la sana enseñanza con “los alimentos naturales o saludables” de hoy en día. Los alimentos naturales no tienen como finalidad ser comprendidos por nuestra mente, sino que ellos contribuyen a la salud de nuestra vida física. Del mismo modo, las sanas enseñanzas de la Biblia no tienen como finalidad primordial alimentar nuestra mente, sino que más bien nutrir nuestro espíritu. El versículo 6 del capítulo 4 dice: “Si expones estas cosas a los hermanos, serás buen ministro de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de la fe y de la buena enseñanza que has seguido fielmente”. Somos nutridos con las palabras de la fe, no somos meramente enseñados por ellas. Existe una gran diferencia entre ser meramente enseñado por la palabra y ser nutrido por ella. A muchos cristianos solamente se les enseña la palabra sin que se les nutra. Tenemos que aprender a ser nutridos por la palabra de Dios. La palabra tiene que ser sana enseñanza para nosotros, no meramente “doctrinas sólidas” dirigidas a la mente. Las sanas enseñanzas tienen como finalidad nuestra salud espiritual.
El versículo 3 del capítulo 6 dice: “Si alguno enseña cosas diferentes, y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la enseñanza que es conforme a la piedad”. Las palabras vivas y sanas, las palabras que son buenas para nuestra salud espiritual, son las palabras de nuestro Señor Jesucristo y la enseñanza que es conforme a la piedad. Esto se relaciona con la vida, y no con el conocimiento. En el cristianismo actual, hay muchos que hablan sobre doctrinas sólidas. No es incorrecto hablar de este modo, pero tampoco es correcto del todo. Necesitamos de la palabra que es saludable para la vida, no solamente sólida para nuestra mente.
En 2 Timoteo 1:13 se nos dice: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y el amor que son en Cristo Jesús”, y 4:3 dice: “Vendrá tiempo cuando no soportarán la sana enseñanza, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias”. Aquellos que tienen comezón de oír simplemente quieren escuchar; ellos no procuran la sana palabra, aquella que nutre la vida espiritual y es buena para la salud espiritual. Tito 1:9 dice: “Retenedor de la palabra fiel, la cual es conforme a la enseñanza de los apóstoles, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que se oponen”, y 2:1 dice: “Habla lo que está de acuerdo con la sana enseñanza”. En las epístolas dirigidas a Timoteo y Tito, las cuales constan entre los últimos escritos del apóstol Pablo, él recalca las sanas palabras y la sana enseñanza. Esto se debe a que durante el tiempo de Pablo abundaban personas que enseñaban cosas que parecían ser buenas pero que no eran saludables y no ministraban vida a las personas. Esto nos advierte que debemos tener cuidado con nuestro hablar. Aquello que decimos tiene que ser saludable, debe ministrar vida a los demás y debe estar lleno de nutrimento espiritual. Los mensajes que damos podrían impartir conocimiento sin nutrimento. Ellos podrían ser sólidos, mas no saludables. Lo que necesitamos es la sana palabra.
A fin de tener las sanas enseñanzas, tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu. Si ejercitamos nuestra mente al escuchar un mensaje, es posible que admiremos dicho mensaje como palabras elocuentes con ilustraciones interesantes dados por un buen orador. Sin embargo, si ejercitamos nuestro espíritu, tal vez podamos discernir que tal elocuencia y tales ilustraciones son palabras mundanas carentes de vida. Es posible que haya otro hermano cuyo hablar no sea tan elocuente y use palabras menos refinadas, pero tenemos el sentir de que en su hablar encontramos la vida que nos nutre y nos ministra. Esta segunda manera de hablar no es meramente una “enseñanza sólida”, sino que es una sana palabra. Si venimos a las reuniones en busca de sanas enseñanzas, tenemos que ejercitar nuestro espíritu, no meramente nuestra mente.
Podemos discernir y apreciar un mensaje tanto en nuestra mente como en nuestro espíritu. Si discernimos un mensaje en nuestro espíritu, no nos importará si éste es elocuente o no. Lo único que nos importará es que dicho mensaje nos ministra vida y nutrimento. A veces las personas aprecian un mensaje simplemente porque ellas están en su mente. Estas personas aprecian un buen orador que da un mensaje bueno y elocuente. Sin embargo, es posible que ese mensaje no ministre vida. Podría ser “sólida”, mas no saludable. En contraste con esto, con frecuencia hemos tenido la experiencia de que algún hermano ha ministrado con poca elocuencia, pero en su hablar pudimos percibir la vida, el nutrimento y algo saludable.
Debemos procurar la sana palabra contenida en la Biblia, no meramente enseñanzas doctrinales sólidas. A fin de obtener algo saludable de la Biblia, tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu. Siempre que leemos la Biblia, debemos orar aquello que hemos leído y entendido, recibiendo así la palabra de Dios por medio de toda oración (Ef. 6:17-18). Orar como aquí se describe es ejercitar nuestro espíritu a fin de tocar la palabra de Dios. Si hacemos esto, recibiremos no solamente algo para nuestra mente, sino también la sana palabra para nutrir nuestro espíritu. Como vimos en los mensajes anteriores, a fin de ejercitar nuestro espíritu, primero tenemos que tomar medidas con respecto a todas nuestras partes internas: nuestra mente, parte emotiva, voluntad, corazón y conciencia. En segundo lugar, tenemos que orar con peticiones, oraciones, intercesiones y acciones de gracias a Dios, orando por todos los hombres en todo lugar sin ira ni contienda y con todos los que de corazón puro invocan al Señor. En tercer lugar, tenemos que recibir apropiadamente la palabra de Dios a fin de ingerirla como alimento saludable. Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu a fin de recibir algo saludable para nuestro espíritu cada vez que leamos un libro espiritual, escuchemos algún mensaje o acudamos directamente a la Palabra de Dios. Tenemos que aprender a recibir una sana palabra, una palabra que está llena de nutrimento y no meramente recibir una palabra sólida o correcta. A lo largo de todo el día tenemos necesidad de la sana palabra, del mismo modo en que nuestro cuerpo físico necesita de alimentos saludables.
Hoy en día muchos cristianos reciben únicamente enseñanzas doctrinales, no el alimento saludable contenido en la palabra. Según los médicos, el mejor modo de llevar una vida física larga es haciendo ejercicio al caminar y comer apropiadamente. Todos los días tenemos que ser nutridos con la palabra como nuestro alimento saludable y hacer ejercicio por medio de nuestro “caminar” espiritual (1 Ti. 4:6-7). Es indispensable que tomemos medidas con respecto a las partes internas de nuestro ser, que oremos y que recibamos la sana y nutritiva palabra de Dios. Ésta es la manera correcta de ejercitar nuestro espíritu. De esto se nos habla, de una manera clara, definida y cabal, en las dos epístolas dirigidas a Timoteo.
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