Historia de la iglesia y las iglesias locales, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-585-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En los dos capítulos anteriores vimos los sufrimientos del hermano Nee y las lecciones espirituales que aprendió a través de ellos. Los Evangelios nos muestran que el Señor Jesús también sufrió persecución de parte de los religiosos judíos. Ellos le menospreciaron, le criticaron, se le opusieron y le atacaron. Ellos también esparcieron falsos rumores acerca de El. El libro de Hechos y las Epístolas muestran que los judaizantes persiguieron a los apóstoles de la misma manera. Hoy en día las personas religiosas también persiguen a los verdaderos seguidores del Señor que están en Su recobro. Los menosprecian, los critican, se les oponen, los atacan y esparcen falsos rumores acerca de aquellos que siguen al Señor en Su recobro.
Además de soportar los ataques del cristianismo, hemos visto que el hermano Nee también sufrió de parte de ciertos hermanos que estaban entre nosotros. El fue excomulgado injustamente, y sufrió de parte de los que eran disidentes. Es posible que los que no están de acuerdo digan cosas buenas de los líderes o de la iglesia, pero lo que ellos dicen en una forma positiva siempre va acompañado de la palabra pero. Tal vez digan: “El hermano Juan es tan buen hermano y ministra vida a las personas, pero...” Lo que viene después de la palabra pero es siempre negativo.
El hermano Nee también sufrió por causa de la inmadurez y la incompetencia de otros. A los que son inmaduros no les gusta laborar; a ellos les gusta hablar. En una oficina, algunos no trabajan apropiadamente, pero hablan bastante. En la vida de iglesia, aquellos que laboran mucho, no hablan mucho. Los que hablan mucho no trabajan mucho. El apóstol Pablo llama a tales personas “entrometidos” (2 Ts. 3:11; 1 Ti. 5:13). Hay una diferencia entre los habladores y los trabajadores. Al comienzo de la vida de iglesia, yo fui engañado en cierta manera por los habladores. Yo pensaba que ellos amaban mucho al Señor, porque expresaban tanto su preocupación por la obra del Señor. Con el tiempo, descubría que estos habladores no eran genuinos. Los que son inmaduros e incompetentes son bastante habladores, y el hermano Nee sufrió por causa de personas así.
El también sufrió por causa de la obstinación de los hermanos, de su falta de disposición para decir “amén” al liderazgo que él tenía de parte del Señor. Tenemos que aprender, por un lado, a sufrir por la obstinación de otros, pero por otro, a hacer a un lado nuestra propia obstinación. Debemos aprender a siempre cooperar con los hermanos. No debemos confiar tanto en nosotros mismos. Más bien, tenemos que aprender a confiar en nuestros hermanos y hermanas. También hemos visto que el hermano Nee sufrió por causa de la ambición que otros tenían de obtener una posición, y por causa de la rebelión que había entre los santos.
Ahora que hemos visto algo acerca de las revelaciones que recibió el hermano Nee de parte del Señor, y de sus sufrimientos, queremos ver algo acerca de su ministerio. Después de los sufrimientos viene el ministerio. El ministerio se produce por medio de la revelación más los sufrimientos. Sin revelación, una persona no puede tener ningún ministerio, pues no tiene nada con que ministrar. Pero si una persona tiene revelación sin sufrimiento, tampoco tiene un ministerio. Tal vez tenga el don de enseñar, pero hay una gran diferencia entre un don y un ministerio. El ministerio es algo más elevado, más profundo y más valioso. Un don en sí podría ser superficial, pobre y deficiente.
Si tenemos la revelación, Dios nos pondrá en la caldera, en el horno, para que podamos pasar por los sufrimientos. A través de los sufrimientos, aprendemos las verdaderas lecciones en vida. Sólo entonces tendremos el ministerio. Todos tenemos que ser impresionados profundamente con estas dos cosas: la revelación y el sufrimiento. El ministerio proviene de la revelación y el sufrimiento.
El libro de Hechos y las Epístolas de Pablo nos muestran los sufrimientos de Pablo (Col. 1:24). Sabemos, por los escritos de Pablo, que antes de que él pasara por los sufrimientos, había recibido revelaciones (2 Co. 12:1, 7). El primeramente recibió las revelaciones, pero esto no significa que después de recibir las revelaciones, salió inmediatamente a transmitir con elocuencia ese conocimiento a otros. Si él hubiera hecho esto, aquello no habría sido el ministerio. Lo que hubiera compartido habría sido meramente una enseñanza o el ejercicio de su don, pero no el ministerio. Nosotros sabemos, no obstante, que el apóstol Pablo no fue una persona así. Después de recibir las revelaciones de parte del Señor, el Señor lo metió al horno, al fuego, para que fuera quemado, para que sufriera. En sus escritos vemos la secuencia de las revelaciones primero y luego los sufrimientos. Luego de estos dos se produce el ministerio.
La revelación tiene que ser puesta en nosotros por fuego. Podemos usar el ejemplo de la manera en que se hace cierto tipo de vasijas de porcelana. Un artista pinta un motivo en la vasija, pero luego la vasija tiene que ser quemada. Entonces el motivo queda impreso en la vasija al ser quemado. Después de que el motivo es impreso en la vasija por este método, nunca puede ser borrado porque es uno con la vasija. Que nosotros recibamos la revelación puede compararse con la vasija en la que se hace el dibujo. Pero después de esto, es necesario que la revelación sea imprimida por fuego en nosotros a fin de hacer que la revelación y nosotros seamos uno. Recibir la revelación es una cosa; ser puesto en el fuego con la revelación es otra cosa.
La revelación es impresa en nosotros por medio de los sufrimientos. Ningún ministro genuino de Dios puede evitar los sufrimientos. Eso es imposible. Todos necesitamos los sufrimientos. Cuánta vida y cuánta realidad de las riquezas de Cristo podamos ministrar, depende de dos elementos: cuánta revelación hayamos recibido y cuánto hayamos sufrido por lo que nos ha sido revelado. Los sufrimientos tienen que ser añadidos a la revelación. Entonces tendremos un ministerio.
En todas las Epístolas podemos ver tres cosas: la revelación, los sufrimientos y el ministerio. Después de esto viene la obra. La obra no proviene de la enseñanza ni del don, sino del ministerio. Pablo dijo que él había recibido este ministerio (2 Co. 4:1) y que él fue hecho ministro del nuevo pacto (2 Co. 3:6). Hoy en día la palabra ministro ha sido arruinada por causa de que ha sido usada mal en el cristianismo. Tenemos que entender lo que es un ministro. Un ministro es uno que tiene un ministerio genuino, el cual fue creado de dos cosas: la revelación más el sufrimiento.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.