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Economía neotestamentaria de Dios, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-252-9
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CAPITULO QUINCE

EL ESPIRITU DEL CUERPO Y
EL ESPIRITU ABUNDANTE DE JESUCRISTO

Lectura bíblica: Ef. 4:4; 1:13-14; 2:18; 3:14-19; 4:3, 30; 6:11-12, 17; Fil. 1:19-21a; 2:12-16; 3:8-9; 4:13

En las Epístolas de Efesios y Filipenses vemos al Espíritu como el Hijo, con el Padre, como la consumación del Dios Triuno. El Espíritu es la consumación del Dios Triuno, o sea, es el Dios Triuno consumado. Después que el Dios Triuno pasó por un proceso maravilloso, se produjo la consumación, esto es, el Espíritu compuesto, procesado y todo-inclusivo. En las Epístolas el Espíritu no es algo “crudo”, sino algo procesado. El Dios Triuno ha pasado por todos los procesos y se ha consumado en el Espíritu.

EL ESPIRITU DEL CUERPO

En Efesios tal Espíritu compuesto es el Espíritu del Cuerpo (4:4). En Efesios el tema principal es el Cuerpo de Cristo, es decir, la iglesia, así que en este libro el Espíritu agregado, o sea, el Espíritu compuesto, es el Espíritu para el Cuerpo y el Espíritu del Cuerpo. Si no hay Espíritu, no hay Cuerpo, no hay iglesia. Cuando la gente habla del Cuerpo de Cristo, o sea, la iglesia, la mayoría de las veces descuidan al Espíritu. En efecto, el Espíritu es la realidad intrínseca del Cuerpo de Cristo. La realidad de la iglesia es este Espíritu agregado y compuesto.

Los miembros del Cuerpo han sido sellados con el
Espíritu como las arras de su herencia

Efesios 1:13 nos dice que nosotros los creyentes, quienes somos los componentes, o sea, los miembros del Cuerpo, todos hemos sido sellados con el Espíritu Santo. Un buen ejemplo del sello es el sello de goma. Cuando se imprime o se sella una hoja de papel, ésta recibe algo del elemento de la tinta. Ahora ya no es simplemente una hoja de papel, sino una hoja de papel con el elemento de la tinta. Esto nos demuestra que, primeramente, ser sellado es ser impreso con algún elemento. Efesios 1:13-14 nos dice que cuando oímos la Palabra y creímos en el Señor Jesús, fuimos sellados con este Espíritu compuesto. Este sellar puso el elemento divino en nuestro ser. Esto es igual que imprimir la tinta en una hoja de papel. Es muy fácil borrar algo escrito con lápiz. Sin embargo, cuando se usa la mejor tinta, es muy difícil borrarla. A veces uno no puede borrar a menos que uno frote a través del papel. Esto quiere decir que el elemento de la tinta se ha hecho uno con el papel y que los dos elementos están mezclados como uno. De la misma manera, el elemento divino se ha hecho uno con nosotros. El Espíritu divino mora en nuestro espíritu humano y los dos están mezclados como un solo espíritu (2 Ti. 4:22; Ro. 8:16; 1 Co. 6:17).

Además, al sellar algo, se le pone una marca. Ser sellado con el Espíritu Santo significa ser marcado con el Espíritu Santo como un sello vivo. Si tuviéramos un sello con el nombre de alguna persona, al imprimir este sello en una hoja de papel dejaríamos la marca del nombre de esa persona en el papel. La marca se ve exactamente igual que el sello. Después que creímos en el Señor Jesús, el Espíritu Santo nos selló. No solamente introdujo el elemento divino en nuestro ser, sino que también puso una marca en nosotros, haciendo que lleváramos la imagen de Dios la cual está representada por el sello, haciéndonos así semejantes a Dios.

El sellar también denota posesión. Cuando una persona compra un libro nuevo y lo imprime o sella con su nombre, este sello denota que el libro le pertenece a él. El Espíritu Santo puso el elemento divino en nuestro ser como un sello para marcarnos, indicando que pertenecemos a Dios. El elemento divino añadido a nuestro ser, la marca hecha en nosotros y la indicación de la posesión divina, cuando se suman, llegan a ser las arras. Las arras son una garantía de que algo le pertenece a usted. El Espíritu Santo sellado en nuestro ser es las arras que garantizan que Dios es nuestro. Nos garantiza que Dios es nuestra herencia. Los miembros de la iglesia son los sellados. Todos los miembros han recibido al Espíritu Santo como el elemento divino, como la marca divina, como la posesión divina y finalmente como las arras que garantizan que Dios es su herencia. Desde el día de nuestra salvación podemos disfrutar a Dios cada día como nuestra porción.


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