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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 079-098)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7011-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 86 de 9 Sección 2 de 8

C. EL ALIENTO

Juan 20:22 dice: “Sopló en ellos, y les dijo: Recibid al Espíritu Santo”. Aquí el Espíritu de vida es comparado al aliento, el cual tiene por finalidad la vida. En Juan 20:22 el Espíritu en calidad de aliento fue infundido como vida en los discípulos para su vivir. Cuando el Señor Jesús con Su soplo infundió el Espíritu en los discípulos, Él se impartió en ellos como vida y como su todo.

En realidad, el Espíritu Santo no es sino el propio Señor Jesús resucitado, porque este Espíritu es Su aliento. La palabra griega para “Espíritu” en este versículo es pnéuma, la misma palabra que se usa para aliento, espíritu y viento. Por tanto, este versículo podría ser correctamente traducido: “Recibid el aliento santo”. El día de Su resurrección, Cristo se infundió en Sus discípulos como aliento santo al soplar en ellos.

En el Evangelio de Juan tenemos a Dios, la vida y el Espíritu. Los capítulos del 1 al 17 nos muestran a Dios que vive entre los hombres; los capítulos 18 y 19 nos muestran la vida que pasa a través de la muerte; y los capítulos 20 y 21 nos presentan al Espíritu, el pnéuma, que se mueve en resurrección. Esta operación del Espíritu en resurrección no ha cesado en ningún momento; por lo cual, a este respecto, el Evangelio de Juan no tiene final. Este Evangelio no contiene un relato de la ascensión pública de Cristo, tal como sucede con el Evangelio de Marcos y el Evangelio de Lucas. Según el Evangelio de Juan, el Cristo resucitado se infundió en Sus discípulos como aliento santo, como Espíritu, y ahora mora en ellos. Por tanto, este aliento, este pnéuma, este Espíritu, continúa moviéndose en resurrección.

El aliento divino de Juan 20:22 es el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo es la máxima consumación del Dios Triuno procesado que llega a Su pueblo redimido. El Nuevo Testamento revela que el Dios Triuno se encarnó, vivió como un hombre en la tierra, ejerció Su ministerio, entró en la muerte, a la cual conquistó y subyugó, y salió de la muerte en resurrección. En resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Juan 1:14 dice: “La Palabra se hizo carne”, y 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Por tanto, Aquel que se encarnó fue el Dios Triuno mismo a fin de hacerse un ser humano: el postrer Adán; y este postrer Adán en resurrección fue hecho el Espíritu vivificante. Por tanto, el día de Su resurrección, Él se apareció a Sus discípulos, sopló en ellos y les dijo: “Recibid al Espíritu Santo”. Es imprescindible que todos nosotros veamos la visión del Dios Triuno que es hecho el postrer Adán y del postrer Adán que llega a ser el Espíritu vivificante, el cual es la consumación del Dios Triuno procesado que llega a nosotros. Éste es el Espíritu simbolizado por el aliento que fue infundido en los discípulos el día de la resurrección de Cristo.

D. EL VIENTO (PNÉUMA)

En Juan 3:8 el viento es un símbolo del Espíritu: “El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”. La palabra griega traducida “viento”, pnéuma, es la misma que se traduce “Espíritu”. Esta palabra se traduce como “viento” o “Espíritu” según el contexto. Aquí el contexto indica que algo sopla y que su sonido es audible. Esto da a entender que se refiere al viento. El viento nos trae el aire para que respiremos. El Espíritu como viento nos trae el aire para nuestra respiración espiritual.

E. UN VIENTO RECIO QUE SOPLA

En Hechos 2:2 tenemos el símbolo de un viento recio que soplaba. Este versículo dice: “De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados”. En la resurrección del Señor, el Espíritu de la vida de resurrección es comparado al aliento, el cual fue soplado dentro de los discípulos para el aspecto esencial de su ser y vivir espiritual. En la ascensión del Señor, el Espíritu del poder de la ascensión, que fue derramado sobre los discípulos, es simbolizado aquí por un viento recio que sopla, el cual tiene por objeto el ministerio y mover de los discípulos en el aspecto económico. El Espíritu de la vida de resurrección, en Su aspecto esencial, tiene como fin que los creyentes vivan a Cristo, mientras que el Espíritu en Su aspecto económico, el Espíritu del poder de la ascensión, tiene como fin que los creyentes cumplan Su comisión.

Debemos ver claramente la diferencia entre el aliento exhalado en Juan 20 y el viento que sopla en Hechos 2. El aliento exhalado en Juan 20 tenía por finalidad impartir el Espíritu vivificante en los discípulos en el aspecto esencial para su ser y vivir espiritual. Pero el viento que sopló en Hechos 2 tenía por finalidad derramar el Espíritu de poder en el aspecto económico sobre los creyentes, quienes ya habían recibido dentro de ellos al Espíritu esencial. El derramamiento del Espíritu de poder no tiene por finalidad el ser y vivir espiritual de los creyentes; más bien, el derramamiento del Espíritu de poder tiene por finalidad el ministerio y obra de los creyentes. Por tanto, el aspecto esencial del Espíritu, simbolizado por el aliento, tiene por finalidad el vivir, mientras que el aspecto económico del Espíritu, simbolizado por el viento recio que sopla, tiene por finalidad el ministerio. Alabamos al Señor por la exhalación del Espíritu en Juan 20 y por el soplar del Espíritu en Hechos 2. La exhalación tiene por finalidad la vida, y el soplar tiene por finalidad la obra. Además, esta exhalación nos infunde energía, y este soplar hace que seamos investidos de autoridad. Mediante la exhalación del aliento y el soplar del viento somos plenamente equipados.


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