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Visión del edificio de Dios, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6775-2
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CAPÍTULO ONCE

EL RECOBRO Y AGRANDAMIENTO
DEL EDIFICIO DE DIOS

Los seis libros del Antiguo Testamento de 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, y 1 y 2 Crónicas no simplemente revelan una historia del tabernáculo con su Arca, sino también del recobro y agrandamiento del edificio de Dios. No es suficiente si sólo hemos visto el relato histórico. A través de la historia debemos ver la manera en que Dios logra Su recobro y agrandamiento. El relato histórico es principalmente negativo, pero el recobro y agrandamiento producidos son positivos. Toda la historia tiene como finalidad redundar en el agrandamiento del edificio de Dios.

Por la soberanía del Espíritu Santo, los seis libros de historia que hemos mencionado fueron puestos en un solo grupo. Al comienzo vemos una situación positiva: el edificio de Dios fue establecido en un lugar definido llamado Silo. Las personas ya no tenían que vagar; a partir de entonces todo el que deseara a Dios tenía un lugar específico al que podía ir. ¡Cuán maravilloso es tener un lugar específico donde podemos reunirnos con Dios!

LA DEGRADACIÓN

Esta situación agradable, esta condición gloriosa, no duró mucho tiempo. El Arca fue capturada, y el edificio de Dios sufrió una severa degradación (1 S. 3—6). Pero aun antes que el Arca fuera capturada, la situación dentro del tabernáculo era muy oscura y sombría. No había luz; todo se hallaba en tinieblas. No había un hablar fresco ni una revelación fresca de parte de Dios. Los sacerdotes habían envejecido y estaban caducos. Por consiguiente, Dios tuvo que levantar a un niño: Él fue obligado a producir algo fresco y nuevo. Debemos aprender a nunca envejecer.

La degradación empeoró. Los israelitas no estuvieron dispuestos a ponerse a bien con Dios, y en vez de ello se volvieron supersticiosos y usaron el Arca para pelear una de sus batallas. El Arca fue capturada, y la degradación alcanzó su punto más bajo.

EL RECOBRO Y EL AGRANDAMIENTO LOGRADO
POR DIOS

A pesar de que el Arca fue capturada, el recobro de Dios empezó a partir de ese mismo momento. Debemos comprender que Dios jamás puede ser derrotado en Su propósito. El enemigo de Dios tal vez pueda estorbarlo y hacer que Él se demore por cierto tiempo, pero Satanás jamás puede estorbar completamente a Dios. El propósito de Dios tiene que cumplirse. Una vez que Dios tiene planeado hacer algo, inevitablemente lo logrará. Según los capítulos 5 y 6 de 1 Samuel, tal parece que el propósito de Dios había sido derribado, pues el Arca fue capturada por el enemigo. Sin embargo, todas las actividades y estorbos del enemigo únicamente abren el camino no sólo para que Dios logre un recobro, sino también un agrandamiento. Cuando Dios recobra algo, Él siempre lo agranda. Necesitamos tener una visión gloriosa para comprender todas estas cosas.

Con base en la historia de la degradación del pueblo de Dios, algunos maestros cristianos han enseñado que una vez que la situación se degrada, jamás puede ser recobrada. Sin embargo, al leer las Escrituras repetidas veces, vemos justamente lo contrario. Una vez que la situación entre el pueblo de Dios se degrada, Dios final e inevitablemente recobra dicha situación y la agranda. En los primeros años en los que participamos en el servicio del Señor, fuimos en cierto modo influenciados por la enseñanza negativa de estos maestros cristianos. Hasta cierto punto, adoptamos este mismo punto de vista. Pero más tarde, gracias a la iluminación del Señor, descubrimos justamente lo contrario en las Escrituras. ¿Cómo podemos decir que las cosas que se han degradado nunca pueden volver a ser recobradas? Al final tendremos la Nueva Jerusalén, la cual es mucho mejor que cualquier otra cosa. Esto será mucho mejor —infinitamente mejor— que la situación que vemos en el día de Pentecostés.

En 1 Samuel, al comienzo de este grupo de seis libros, tenemos un tabernáculo; pero en los últimos tres libros de este grupo, tenemos un templo. Comparado con el tabernáculo, el templo nos muestra una mejora tremenda. De hecho, no tiene comparación. En el tabernáculo había un total de veinticuatro piezas de piedras preciosas, pero todas eran pequeñas. Las cuarenta y ocho tablas, aunque estaban revestidas de oro, eran delgadas y poco anchas. Tanto las piedras como las tablas eran, sin duda, muy preciosas, pero su tamaño y su peso no era significativo. Además, el tabernáculo tenía cierto fundamento pero no tenía piso, puesto que era erigido en el desierto. Ahora examinemos el templo. Las piedras preciosas que se usaban eran de gran tamaño, incomparablemente más grandes que las del tabernáculo. En el templo no había una pequeña cantidad de una sola clase de madera como en el tabernáculo, sino que se usaban en abundancia tres clases de madera: el olivo, el ciprés y el cedro del Líbano. Incluso el piso del templo era hecho de madera recubierta de oro. El tabernáculo medía treinta codos de longitud, mientras que el templo tenía una longitud de sesenta codos. El ancho del tabernáculo era de diez codos, mientras que el del templo era de veinte codos. Todas las dimensiones del plano horizontal eran dos veces mayores. Además, el tabernáculo medía diez codos de altura, mientras que el templo medía treinta codos, es decir, era tres veces más alto. Por lo tanto, el tabernáculo no sólo fue recobrado en el templo, sino que fue agrandado mucho más.

Algunos maestros de la Biblia, como hemos mencionado, no ven cómo las cosas que en otro tiempo se degradaron pueden un día ser recobradas. Insisten en que dichas cosas quedan en una dispensación pasada y que nunca podemos volver a recuperarlas. Pero según la tipología, el cuadro nos muestra con toda claridad que algo que se ha degradado no sólo puede ser recobrado, sino incluso agrandado. ¡Alabado sea el Señor! Debemos tener la fe para creer esto. La iglesia puede ser mucho mejor hoy en día que en los tiempos de Pentecostés. ¡Dios se está moviendo! Si Dios fuera alguien que siempre es derrotado, ¿cómo podría lograr Su meta? A pesar de toda la degradación y confusión que haya, Dios sigue adelante. Si tenemos esta visión gloriosa, jamás nos desanimaremos ni nos sentiremos desilusionados. Algunos maestros de la Biblia siempre se lamentan de que la iglesia hoy en día esté tan lejos de la condición maravillosa que vemos en el día de Pentecostés. Si ése es nuestro caso, ello muestra que no tenemos la visión adecuada. Si nuestros ojos han sido abiertos para ver el recobro del Señor, saltaremos de gozo y exclamaremos: “¡Aleluya, a pesar de la degradación y confusión que existe, el Señor continúa adelante!”. Esto es verdaderamente glorioso.

De 1939 a 1942 el hermano Watchman Nee nos estuvo ayudando durante un tiempo de entrenamiento informal en Shanghái. Una noche en una reunión de oración de la iglesia, alguien oró de esta manera: “¡Oh Señor, nuestra condición es tan lamentable! La iglesia es muy débil y pobre; ¡todo lo que vemos es tan desalentador!”. La oración sonaba bien y muchos respondieron con amenes. Sin embargo, el hermano Nee de inmediato ofreció otra oración en la que decía: “Señor, Tu iglesia jamás puede ser derrotada. Para Ti, ella es fuerte y hermosa”. Muchos respondieron a esta oración exclamando: “¡Aleluya, amén!”. Esto fue un gran contraste.

Todo depende de cuál sea nuestra visión. El Señor le dijo a Balaam, el profeta gentil: “No ha notado iniquidad en Jacob, / ni ha visto agravio en Israel” (Nm. 23:21). A los ojos del Señor: “¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, / tus tabernáculos, oh Israel!” (24:5). Dios siempre divisa la meta más allá de los valles. Por supuesto, si estamos en un valle, es posible que nos lamentemos de ese hecho; pero ése no es el final, sino simplemente un paso inferior en la carretera que nos conduce a la meta. Debemos continuar manejando hacia la meta que se halla sobre un monte alto. Debemos aprender a ver la meta más allá de todas las cosas, no sólo teniendo un entendimiento de las cosas, sino también una vista de largo alcance. La iglesia jamás podrá ser derrotada. Estamos equivocados si decimos que la iglesia siempre es derrotada. ¡La iglesia al final saldrá victoriosa! Debemos ver cómo Dios recobra y agranda Su edificio.


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