Fe cristiana normal, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-0-87083-779-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hemos visto que nadie puede separar a Cristo de la verdad ni de las doctrinas. Tampoco puede El ser aislado de la fe cristiana. Entonces ¿cuál es la relación que Cristo tiene con los seres humanos?
Antes que veamos la relación que Cristo tiene con el hombre, tenemos que investigar un poco la ley de la herencia. Una vida que conlleva un rasgo o una característica particular en su naturaleza puede trasmitir la misma característica a la siguiente generación. Viéndolo de otra manera, podemos encontrar el temperamento e idiosincrasia del padre en un hijo. Mas lo que uno aprende no es hereditario. Por ejemplo, un herrero puede adquirir brazos fuertes y fornidos por su entrenamiento, pero los brazos de sus hijos quizás permanezcan pequeños y delgados. Lo que se adquiere después del nacimiento no puede ser trasmitido a la siguiente generación. Este es un hecho y un fenómeno reconocido por la ciencia biológica.
Hay un concepto muy importante en la Biblia conocido como la unidad de los hombres. Según la Biblia, aparte de nuestra existencia individual, el mundo entero, sin importar los millones de personas que haya, puede considerarse que se compone de dos hombres. Estos dos hombres son corporativos y abarcan millones de personas. La humanidad entera está incluida en estos dos hombres. Estos son dos personas jurídicas. Debido a esta estimación en la Biblia, el hombre Jesús pudo morir por todos nosotros y llevar todos nuestros pecados. Ahora todos nosotros podemos recibir vida por medio de El.
Un estudiante de biología puede decirnos que hay un concepto asombroso en biología que es bastante contrario al nuestro: la vida de un hijo es considerada más vieja que la del padre, y la vida del nieto es mucho más vieja que la del abuelo. Esto es perfectamente cierto. El hijo hereda la vida del padre y la continúa. Por consiguiente, la vida del hijo es más vieja que la del padre. Nuestra vida es naturalmente más vieja que la de Adán, porque la de él terminó a la edad de un poco más de novecientos años. Mas usted y yo aún estamos viviendo y seguiremos viviendo.
Estos tres conceptos importantes los tenemos que considerar cuando miramos a la relación entre Cristo y el hombre: la heredad de la vida humana, la unidad de los hombres y la continuación de la vida humana.
El hombre no es sólo un individuo que existe por sí mismo y es responsable solamente de su propia conducta y comportamiento. El también pertenece a un hombre corporativo. Cada persona es parte de una vida inmensa. El es una continuación, y está continuando esta vida inmensa. El primer hombre en este hombre corporativo tenía una vida que abrazaba a todas las otras vidas humanas; su conducta llegó a ser la conducta de toda la progenitura, y sus rasgos son trasmitidos a todas las generaciones sucesivas; todas ellas llevan las mismas características que él.
Este es un tema vasto para cubrirse. Pero tenemos que entender estos conceptos antes de poder ver la salvación de Dios y la relación que Cristo tiene con el hombre.
Ahora podemos volvernos al capítulo siete del libro de Hebreos. Leamos primero los versículos del 1 al 10: “Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo, que salió al encuentro de Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo repartió Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente rey de justicia, y también rey de Salem, esto es, rey de paz; sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos de lo mejor del botín. Y los que de entre los hijos de Leví, quienes reciben el servicio sacerdotal, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos hayan salido de los lomos de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Y aquí reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. Y por decirlo así, por medio de Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro”.
En este pasaje, el escritor del libro les dijo a los hebreos que el sacerdocio del que ellos dependían venía del linaje de Leví. El Cristo en el que creemos, sin embargo, no venía de los levitas. Más bien, El es del linaje de Melquisedec (quien también era un sacerdote).
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