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Pláticas para los ancianos sobre asuntos prácticospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4948-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 65 Sección 1 de 3

LA OBRA EN CHIFÚ Y TSINGTAO

Mientras oraba y reflexionaba acerca de la situación de las reuniones, recordé el avivamiento que ocurrió en mi ciudad natal, Chifú, en 1942. Éste vino después de cuatro años de preparación. Antes de ese tiempo, en 1937, la obra bajo el liderazgo del hermano Nee me asignó que viajara por las provincias del norte de China. En todos los lugares fui muy bien recibido. Principalmente compartí y ministré en las denominaciones. La obra que estaba bajo el liderazgo del hermano Nee tomó la decisión de enviar las verdades que habíamos recibido del Señor a las denominaciones. Recuerdo que tuvimos un estudio sobre el libro de Hebreos en la sede principal de la Misión al Interior de China en la provincia de Shansi. Yo estuve dos o tres semanas allí para llevar a cabo ese estudio con sus obreros. Por medio de esas experiencias, aprendí que esta clase de labor no produciría ningún fruto. Por lo tanto, decidí no volver a hacer eso.

NO POR MEDIO DE ORADORES

Queridos hermanos, ésta ha sido la manera en que nosotros hemos llevado a cabo el recobro del Señor. No lo hemos llevado a cabo saliendo a predicar. Ése es el camino de los avivamientos, el camino que ha seguido el cristianismo. La Iglesia Católica nunca ha seguido el camino del avivamiento. Nunca hemos escuchado que la Iglesia Católica esté llevando a cabo una campaña evangélica e invitando a un evangelista famoso como orador. Sin embargo, cada año millones se añaden a ellos. Quizás usted diga que ellos son muy organizados. Ellos tienen su propia manera de retener a su gente, de enseñarles. Es difícil sacar a un católico de la Iglesia Católica, no importa de qué país sea. ¿Qué de los nuestros? Así como aquellos hermanos de Taiwán, si simplemente se mudan de un país a los Estados Unidos, los perdemos. ¿Por qué? La razón es que nuestra obra en Taiwán no era sólida.

Creo que la mejor manera de continuar adelante con las reuniones de la iglesia local —sobre todo en este momento— es que cocinemos los víveres y les sirvamos a los santos una comida bien preparada. No es suficiente simplemente repetirles los puntos de los mensajes, sino que nosotros tenemos que experimentarlos. Incluso a mí mismo me gusta volver a repasar y estudiar los mensajes; siempre que lo hago, recibo ayuda. No piensen que ustedes captarán esto leyendo los mensajes una y otra vez. No, no lo lograrán a menos que lo pongan en práctica y lo experimenten. Esto es lo que las iglesias necesitan.

No me opongo a que repasemos los mensajes, pero no creo que eso sea suficiente. Ustedes mismos pueden ver el resultado. Como les dije a los hermanos en Taiwán, debemos saber cuál es el resultado de nuestra labor año tras año. Luego tenemos que considerar las cosas. Como dice Hageo: “Meditad sobre vuestros caminos” (1:7). Ustedes laboran, siembran mucho. ¿Cuánto de ello recogen? ¿Para qué volver a realizar una obra que es infructífera? Debemos reflexionar, meditar, en nuestro camino. Repasar los mensajes es muy fácil. Es fácil que entre las iglesias algunos preparen un extracto de un mensaje y luego tengan una reunión para repasarlo. No creo que un labrador esperaría recoger mucho fruto con ese tipo de labor. A fin de recoger fruto se requiere que laboremos arduamente.

UNA SEMILLA SEMBRADA

Hermanos, quisiera tener comunión con ustedes y animarlos a hacer una sola cosa. Ustedes deben sembrarse a sí mismos como una semilla en la iglesia en la cual ustedes llevan la carga. Deben sembrarse a sí mismos. Ser un anciano es como ser un ama de casa y una madre. Si una madre quiere que su familia crezca fuerte, ella se olvidará de todo menos de ellos. A esto me refiero cuando les digo que deben sembrarse ustedes mismos. También pueden usar la expresión venderse a sí mismos. Cuando una joven se casa, ella se vende a su esposo; es decir, ella se vende a su familia. Ella se olvida de todo menos de su familia.

Un ama de casa no debe decir que no sabe cocinar y que quiere invitar a alguien para que cocine para su familia por ella. Ninguna familia o casa podría ser edificada contratando a otros para que se encarguen de cocinar. Pero hoy en día a las iglesias les gusta invitar oradores. Éstos son elocuentes, pero siento tener que decirlo, simplemente hablan palabras agradables a los oídos. ¿Cuál es el resultado de ello? A los niños quizás les gusta comer las hamburguesas de un lugar de comidas rápidas, pero esa clase de comida no los ayudará a crecer. Lo que necesitan es la comida que les prepara su madre. Tal vez no sepa igual de sabrosa, pero es nutritiva. Debemos ayudarles a los santos en las iglesias a desarrollar el gusto por la comida apropiada, de modo que no tengan apetito por mensajes, enseñanzas, que no contengan las experiencias propias del carril central del recobro del Señor.

Como les venía diciendo, por la soberanía del Señor, yo tuve que quedarme en mi ciudad natal debido a la invasión del ejército japonés. Por más de cincuenta meses me quedé en Chifú, y sólo hice un viaje a Tsingtao por dos meses en 1942. En esos dos meses doscientos nuevos asistentes fueron bautizados, lo cual puso un fundamento sólido para la iglesia en Tsingtao. Luego, seis años más tarde el hermano Nee sostuvo un entrenamiento. Algunos hermanos que asistieron a ese entrenamiento fueron después a Tsingtao, y empezaron a predicar allí. En un solo día bautizaron a más de setecientas personas. Su obra se basaba en el fundamento de aquellos doscientos que fueron bautizados en 1942. Cuando yo fui allí, me quedé a propósito por dos meses, pues me di cuenta de que en una semana o diez días no lograría hacer nada. Se requirieron dos meses para que ocurriera algo. Esos dos meses fueron la única ocasión en los cincuenta meses en que estuve fuera de Chifú.

Creo que el hermano Chang Wu-Chen me daría la libertad de decir esto. En 1939, él ni siquiera era un diácono. Yo lo introduje para que fuera un diácono aprendiz. Luego, después de cierto tiempo, le pedí que empezara a venir a las reuniones de ancianos no como un anciano, sino simplemente para que se sentara, observara y aprendiera. Eso fue lo que él hizo.

En esos cuatro años en Chifú yo tomaba la iniciativa en todo, incluyendo la limpieza de los baños, los cuales eran terriblemente sucios en China. Yo me hacía cargo de todas las reuniones: la reunión de oración, la reunión de la mesa del Señor, las reuniones de los ancianos y las reuniones de servicio, incluyendo la visitación y el pastoreo. A menudo iba en bicicleta a visitar a los santos a fin de conocer sus familias y su vida familiar. Visité a muchos candidatos especiales del evangelio. Como resultado de ello, un buen número de familias fueron atraídas.

Trabajaba por largas horas. Antes de las ocho iba al salón de reuniones a acomodar los salones y a dar instrucciones en cuanto a cómo los servidores debían atender los diferentes asuntos. Para el mediodía iba a casa, almorzaba y tomaba una pequeña siesta. Alrededor de las dos de la tarde regresaba y me quedaba en el salón de reuniones hasta la hora de la cena. Después de cenar en casa, regresaba al salón de reuniones para asistir a las reuniones. Aunque oficialmente no hubiera reunión, todas las noches había alguna clase de reunión. Éstas solían extenderse hasta las diez de la noche, después de lo cual regresaba a casa. Ésa era la vida que llevaba todos los días. No tuve días libres, no tuve vacaciones, por cincuenta meses.

Luego, cuando los comunistas vinieron a ocupar a Chifú, todos los que llevaban la delantera se marcharon. Ésta fue nuestra política porque sabíamos que era la mejor manera de afrontar la situación. Mientras los que llevaban la delantera estuvieran allí, la iglesia tendría problemas porque los comunistas perseguían a los líderes. Lo que quiero decirles con todo esto es lo siguiente: casi todos los líderes que se fueron de Chifú a otras ciudades llegaron a ser ancianos o diáconos. Decenas de hermanos salieron de Chifú y se fueron a Tsingtao o a Shanghái. Chang Wu-Chen y Chu Shyu-Min son los dos casos más evidentes; ambos fueron producidos durante esos cuatro años. Cuando más tarde fui a Taiwán, estos dos hermanos fueron la ayuda más grande que tuve para llevar a cabo el ministerio en Taiwán.

Se requiere tiempo para desarrollar este gusto. Cuando yo estuve en Chifú, aun después de un año los santos perdieron el gusto por otras cosas. Perdieron el gusto por todo lo demás, salvo la edificación de la iglesia local. En aquel tiempo yo no había visto mucho del carril central. Si lo hubiera visto, creo que ellos habrían perdido su gusto por todo lo demás, excepto el carril central.

Espero que todas las iglesias en la tierra hoy pierdan el gusto por cualquier clase de hablar o doctrina que no sea el carril central. Eso no significa que mi intención sea encargarles o pedirles a todas las iglesias que repitan mi mensaje. Si piensan así, ése es su pensamiento. Ustedes asumen la responsabilidad por pensar así; ése no es mi pensamiento.


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