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Visión central necesaria para servir a la iglesia, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8315-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 7 Sección 4 de 4

LAS TRES SECCIONES DEL TEMPLO
CORRESPONDEN A LAS TRES PARTES DEL HOMBRE

Las tres partes del hombre —el cuerpo, el alma y el espíritu— corresponden a las tres secciones del templo santo, las cuales son el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Nosotros somos el templo de Dios (1 Co. 3:16-17). En el templo hay tres secciones y nosotros tenemos tres partes. Las tres secciones en el templo corresponden a nuestras tres partes. Nuestro cuerpo corresponde al atrio, nuestra alma corresponde al Lugar Santo y nuestro espíritu corresponde al Lugar Santísimo.

A fin de contactar a Dios, tenemos que pasar por el atrio y entrar al Lugar Santo, y debemos pasar por el Lugar Santo y entrar en el Lugar Santísimo a fin de ver a Dios cara a cara. El altar del holocausto y el lavacro están en el atrio. La mesa del pan de la Presencia, el candelero y el altar del incienso están en el Lugar Santo. Sólo el Arca, que tipifica a Cristo, está en el Lugar Santísimo. La mesa del pan de la Presencia tipifica a Cristo como nuestra vida, el candelero de oro tipifica a Cristo como nuestra luz, y el altar de oro del incienso tipifica a Cristo, el incienso dulce que nos hace aceptables a Dios. Sólo el Arca en el Lugar Santísimo tipifica la persona de Cristo. En el Lugar Santísimo estamos en la presencia de Dios, donde lo único que hay es Cristo.

Deberíamos preguntarnos si nuestra experiencia se relaciona con el atrio, el Lugar Santo o el Lugar Santísimo. Tomar medidas respecto a la carne, llevar la cruz y experimentar el trato por parte de la cruz son experiencias propias del atrio, pues el altar del holocausto tipifica la cruz. La ofrenda presentada en el altar del holocausto y el lavamiento en el lavacro tienen como finalidad que nosotros entremos al Lugar Santo, y de allí, al Lugar Santísimo. Es correcto experimentar la cruz en el atrio, pero esta experiencia tiene por finalidad que entremos al Lugar Santo. Sin embargo, en cuanto nos centramos en la cruz, tendemos a permanecer allí y no estamos dispuestos a irnos; no estamos dispuestos a entrar al Lugar Santo y después al Lugar Santísimo. Aquellos que han experimentado la cruz tienen que examinar si ellos han entrado en el espíritu o no. Si no hemos entrado en nuestro espíritu, aunque hemos experimentado la cruz por varios años, hay un problema.

QUE LOS ISRAELITAS SALIERAN DE EGIPTO
Y ENTRARAN EN CANAÁN TIPIFICA
LAS TRES ETAPAS DE LA SALVACIÓN
QUE DIOS EFECTÚA

El cuadro de los israelitas saliendo de Egipto y entrando en Canaán tipifica las tres etapas de la salvación que Dios efectúa, lo cual también corresponde con las tres partes del templo. El pueblo de Israel salió de Egipto, pasó por el desierto y entró en Canaán. Entrar en Canaán fue la última parte de su travesía. Egipto representa el atrio, el desierto representa el Lugar Santo y la buena tierra de Canaán representa el Lugar Santísimo. El maná que los israelitas comieron en el desierto representa el pan de la Presencia que se hallaba en el Lugar Santo. En el Lugar Santo estaba el pan de la Presencia, y en el desierto estaba el maná. Los creyentes que se concentran sólo en los tratos que reciben por parte de la cruz permanecen en el altar del holocausto. Esto equivale a permanecer en el atrio. Algunos creyentes se concentran en ir en pos de la santidad. Es posible que ellos disfruten a Cristo como maná cada día, pero ellos están meramente en el desierto, es decir, en su alma. Estos creyentes no han entrado en el Lugar Santísimo, en la buena tierra de Canaán.

Los israelitas entraron en Canaán sólo después de cruzar el río Jordán, donde su carne fue sepultada. Cruzar el Jordán equivale a pasar por el velo de nuestra carne, es decir, sepultar la carne, dejar que la carne sea rasgada. Una vez que cruzamos el Jordán, entramos en Canaán. En otras palabras, una vez pasados por el velo de nuestra carne que ha sido rasgado, entramos en nuestro espíritu. En Canaán los hijos de Israel tuvieron el disfrute más pleno y más alto de la tierra. Esto representa el disfrute que tenemos de la salvación que Dios efectúa. Salir de Egipto fue parte de la salvación de Dios, y pasar por el desierto también fue parte de esta salvación. No obstante, la salvación completa que Dios efectúa pudo ser experimentada sólo después que los israelitas entraran en Canaán.

Tenemos que entender claramente lo que significa vagar por el desierto. Vagar por el desierto equivale a vagar en nuestra alma, es decir, a vagar en nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Aunque es posible que disfrutemos a Cristo mientras vagamos en nuestra alma, todavía estamos en nuestra alma, no en Canaán. Por tanto, no hemos obtenido el disfrute más pleno de la salvación que Dios efectúa. Debemos ser aquellos que se acercan a Canaán y entran en ella, que representa el Lugar Santísimo, esto es, nuestro espíritu.


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