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Don sobresliente para edificar la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4216-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 6 Sección 3 de 4

ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DE LLEVAR FRUTO
Y PASTOREAR EL REBAÑO

Después de haber sido salvos por el Señor, es posible que sólo queramos venir a las reuniones para nuestro disfrute. ¿Pensamos que esto es suficiente? Hay miles de incrédulos que viven a nuestro alrededor, y necesitan que alguien les predique el evangelio. En el Nuevo Testamento el Señor primero nos llamó a venir a Él, pero luego nos envió a predicar el evangelio, a hacer discípulos a las naciones. ¿Ya hemos hecho esto? Incluso en el Evangelio de Juan, un libro que nos habla acerca de Cristo como nuestra vida y nuestro suministro de vida, se nos exhorta a llevar fruto y a apacentar y pastorear los corderos. En el capítulo 15 vemos que el Señor es la vid y nosotros somos los pámpanos. Sin duda, todos los pámpanos disfrutan del suministro de vida que les provee la vid, pero eso no es la meta. La meta es que todos los pámpanos lleven fruto. Tal vez digamos que disfrutamos al Señor, pero ¿dónde está nuestro fruto? El disfrute que tenemos de Cristo como gracia a fin de que llegue a ser nuestra vida tiene estos dos resultados: que llevemos fruto y que pastoreemos el rebaño. Después de que llevemos fruto, este fruto se convertirá en el rebaño de corderos que debemos pastorear. Tenemos que pastorear el rebaño y apacentar los corderos uno a uno. El Evangelio de Juan es un libro que nos habla de disfrute, pero dicho disfrute tiene un resultado. Este resultado viene a ser la responsabilidad que recae sobre nuestros hombros. Tal vez nos agrade escuchar cómo podemos disfrutar a Cristo, pero no lo tocante a nuestra responsabilidad o nuestro deber. Sin embargo, no hay disfrute sin responsabilidad. Si pensamos que esto es posible, nos engañamos a nosotros mismos.

Según lo dicho por el Señor en Juan 15, si nosotros como pámpanos de la vid no llevamos fruto, seremos cortados del disfrute de las riquezas de la vid (vs. 2, 6). Ser cortados no significa perecer eternamente, sino perder la oportunidad de disfrutar del rico jugo vital de la vid. Es posible que digamos que disfrutamos a Cristo cuando en realidad hemos sido cortados de este disfrute. Puede ser que tengamos el concepto de que el Señor nunca nos pediría hacer algo tan difícil como salir a visitar a las personas para predicarles el evangelio, pero el Nuevo Testamento nos muestra que tenemos que estar preparados para ser perseguidos e incluso sufrir el martirio por predicar el evangelio. Después de Pentecostés un número de santos de Jerusalén sufrieron el martirio (Hch. 7:54-60; 12:1-2). ¿Quién se prepararía para ser perseguido? A todos nos gusta seguir el camino fácil, pero el camino fácil no es el camino del éxito. Si un maestro quiere tener éxito en su clase, debe llevar una carga. Asimismo, el ejecutivo de una compañía debe cumplir su responsabilidad. Lo mismo sucede con respecto a nosotros, los cristianos. Los cristianos deberían ser la más alta categoría de personas de entre el linaje humano. Como tales, definitivamente tenemos que asumir cierta responsabilidad.

El Nuevo Testamento primeramente nos exhorta a predicar el evangelio, y luego nos exhorta a apacentar los corderos. En Juan 21:15-17 el Señor le preguntó a Pedro tres veces si lo amaba. Cuando Pedro le dijo al Señor que sí lo amaba, el Señor le dijo que apacentara Sus corderos y Sus ovejas y que pastoreara Sus ovejas. Luego, en los versículos 18 y 19, el Señor le dijo a Pedro: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, y andabas por donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme”. El Señor le dijo esto a Pedro a fin de prepararlo para el martirio, para que lo siguiera hasta la muerte. Éste es nuestro destino, el cual nos introduce en el reino.

LABORAR CONFORME AL CAMINO BÍBLICO
PARA DISFRUTAR AL SEÑOR
COMO NUESTRO RICO SUMINISTRO

Siento que somos muy bendecidos de que el Señor nos hable estas palabras. Estamos bajo la bendición del Señor debido a que Él nos ha mostrado no sólo la verdad en cuanto a Su recobro actual, sino también la manera de practicarlo. No debemos tener temor ni siquiera del requisito más elevado. Cuanto más elevado es lo que Dios nos exige hacer, más rico será Su suministro. En la Biblia hay muchas exhortaciones y advertencias, pero también se encuentra el suministro de Dios en Su gracia. Este suministro es Dios mismo en Su Trinidad que llega a ser nuestro todo para satisfacer nuestra necesidad. Cuanto más nos ejercitamos para Su propósito, más participamos en Él. Si salimos a visitar a las personas para predicarles el evangelio, aparentemente estamos haciendo algo difícil; pero al salir a visitar a las personas por causa del evangelio, participaremos del Dios Triuno mucho más que nunca antes. Él vendrá a ser nuestro rico disfrute. En Hechos 5 cuando Pedro y los apóstoles fueron ultrajados y azotados por el sanedrín judío, ellos se regocijaron de que hubieran sido tenidos por dignos de sufrir por causa del Señor (vs. 40-41). Ellos sentían que era una gloria sufrir por el Señor y Su evangelio. Cuanto más sufrían, más gozo experimentaban.

El Dios Triuno es real y está en nosotros. Él es el Padre, el Hijo y el Espíritu para ser nuestro todo, pero necesitamos ejercitarnos. Tenemos que levantarnos para asumir cierta responsabilidad. Si todos los santos en los Estados Unidos se levantan de esta manera, seremos un testimonio poderoso, viviente y resplandeciente. Esto ciertamente influirá en otros, y todos los cristianos en todos los Estados Unidos, e incluso en toda la tierra, verán algo. Las iglesias locales verdaderamente serán los candeleros de oro que brillan en la oscuridad. Tal vez seamos los candeleros, pero ¿dónde vemos el resplandor? Podríamos ser candeleros que no tienen luz. Si todos seguimos el camino bíblico, cada iglesia local será un candelero resplandeciente. Las personas recibirán la luz y andarán a la luz de las iglesias locales.

Si queremos seguir el camino bíblico, debemos empezar saliendo a visitar a las personas para conducirlas a Cristo. Luego debemos cuidar de ellas en las reuniones de hogar y ayudarlas a formar reuniones de grupo. Además de esto, podemos llevarlas a las reuniones de la iglesia. Tal vez digamos que esto es demasiado difícil y gravoso para nosotros. Es por ello que debemos ser avivados para seguir este camino. Ser avivados significa que tenemos que disfrutar a Cristo de una manera verdadera y práctica. No debemos suponer que disfrutamos a Cristo. Si realmente disfrutamos a Cristo, llevaremos fruto. Si un pámpano de una vid realmente disfruta de la savia, llevará fruto. Si realmente llevamos fruto, esto será una señal contundente de que hemos estado disfrutando de la vid. Sin embargo, si no llevamos fruto, esto indicará que no lo estamos disfrutando a Él. El resultado de nuestro disfrute de Cristo es que llevemos fruto.

Debemos avivarnos al acudir al Señor en oración. Debemos confesar nuestras deficiencias, errores, pecaminosidad e impureza de nuestra vida natural, del yo, de la carne y del viejo hombre. Cuando confesamos nuestras faltas de una manera minuciosa, el Señor en nosotros será nuestro disfrute, y seremos avivados. Nosotros empezaremos a vivir una vida avivada, una vida diaria victoriosa y vencedora. Andaremos en comunión con Él y espontáneamente tendremos algo de Él para hablarles a los demás. Cuando seamos avivados de esta manera, estaremos en el camino correcto. Iremos a visitar a las personas de forma orgánica. Alguien dentro de nuestro ser nos pondrá la carga de salir. Si no salvamos a nadie este mes, tendremos la esperanza de ganar a alguien el próximo mes.

De hecho, esto no es tan difícil. Lo único que tenemos que hacer es dar dos frutos que permanezcan cada año. En Juan 15:16 el Señor dijo que Él nos puso para que fuéramos y lleváramos fruto, y nuestro fruto permaneciera. Llevar fruto es el primer paso que debemos dar. Esto consiste en predicar el evangelio para salvar a las personas. El segundo paso consiste en tener reuniones de hogar con ellas, a fin de que sean fruto que permanezca. Llevar dos frutos que permanezcan cada año no es una carga demasiado pesada. Sin embargo, a fin de llevar dos frutos que permanezcan, debemos salvar a unas cinco o seis personas. Incluso los que cultivan orquídeas nos dirían que no todo su fruto llega a ser fruto que permanece. Durante todo el año, podemos salvar a seis personas y engendrar a dos de ellas como fruto que permanezca.

Mientras cooperemos con el Señor, dándole dos días a la semana, tres horas cada día, a fin de laborar conforme al camino bíblico, ciertamente llevaremos fruto. Cuando pensamos en esto, tal vez nos parezca difícil, pero una vez que empecemos a laborar, veremos que no lo es. Pareciera que ir a tocar puertas para predicar el evangelio es difícil y un motivo de sufrimiento, pero una vez que salgamos, vendrá a ser un disfrute. Para una madre, dar a luz un hijo es un sufrimiento, pero después que da a luz, ella se siente contenta y llena de gozo. Antes de que empezara a escribir los bosquejos para el Estudio-vida de los libros de la Biblia, siempre pensaba que esto sería una tarea muy difícil; pero una vez que empecé, lo disfruté. Cuanto más cosas hago, más quiero hacer. Así que, una vez que empecemos a laborar con el Señor, la labor será un gozo para nosotros. Si respondemos a Sus requisitos, Su suministro ciertamente vendrá. Si nos ejercitamos en cuanto a cumplir Sus requisitos, nos sentiremos contentos y estaremos listos para recibir Su suministro. Es debido a este ejercicio que el suministro viene a nosotros. Éstas son las buenas nuevas.

Cuando los entrenantes son examinados en los Entrenamientos de invierno y de verano, con frecuencia les digo que se acerquen al altar. Si no nos acercamos al altar, a nuestros ojos sigue siendo un altar, pero una vez que nos acerquemos, éste se convertirá en un banquete. Nos sentimos muy contentos de laborar en el Señor y con Él porque esta labor llega a ser nuestro disfrute. Debemos ejercitarnos en cuanto a cumplir Sus requisitos. Debido a que Él nos exige hacer algo, no tenemos otra alternativa; sin embargo, una vez que lo hacemos, se convierte en un banquete para nosotros, un verdadero disfrute, un verdadero gozo.


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