Pláticas para los ancianos sobre asuntos prácticospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4948-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En estos días he estado laborando en las tres epístolas de Juan. La última epístola dice: “Los amigos te saludan” (3 Jn. 14). Y el Señor Jesús dijo: “Nuestro amigo Lázaro duerme” (Jn. 11:11). Sí había cierta clase de amistad. Sin embargo, esa amistad era una amistad espiritual; no una amistad basada en el afecto natural. Lo que quiero decirles es esto: el afecto natural tiene que ser desechado. Un tipo de esto era la prohibición de añadir miel a la ofrenda de harina (Lv. 2:11). El afecto natural no es tan maligno como la levadura; al contrario, es algo dulce. Pues bien, no debe haber miel en la obra del Señor, ni tampoco debe haber ninguna miel en el liderazgo de la iglesia. Las relaciones deben ser puras; la comunión debe ser genuina, en el espíritu.
Debemos evitar la miel, el afecto natural, sobre todo en los cargos de responsabilidad en la iglesia. Una vez que nuestra familia se introduzca, habrá una verdadera impureza. Eso no significa que nuestras esposas y nuestros hijos no deban participar en los intereses del Señor. De hecho, deben participar; sin embargo, debemos establecer límites claros. Algunas hermanas quizás vengan a su casa para ayudar con la cocina en algún momento, pero usted debe trazar una línea. Si no lo hace, tendrá problemas. Algunas veces dichas relaciones pueden incluso conducir a asuntos pecaminosos como la fornicación. Por lo tanto, deben fijar el límite.
En la sociedad humana siempre hay algunos a quienes les encanta ayudar a otros. Puesto que usted es un líder, a ellos les gustará ayudarlo especialmente a usted. Ya que usted es un líder en esta clase de obra en la sociedad, ellos se sentirán honrados si les permite ayudarlo. No se aproveche de que le ofrezcan ayuda. No abra la puerta a este tipo de cosa. Muchas veces esta situación encuentra cabida por medio de la familia.
Espero que mis palabras sean claras para todos ustedes. Ellas tienen que ver con muchos asuntos. Ustedes deben entender muy claramente lo que les digo. Al respecto tengo que ser como un cirujano. Al efectuar una operación, un cirujano debe tener un buen discernimiento para saber qué parte debe dejar y qué parte debe cortar. No es que rechacemos a todos los hermanos y hermanas, y les impidamos que vengan a visitarnos. Debemos tener contacto con los santos. En el sentido positivo, los ancianos deben ser aquellos que están abiertos a otros, que con facilidad contactan a otros y quienes son muy accesibles. Si no son así, no podrán cumplir eficazmente su responsabilidad. Sin embargo, hay un peligro. Ustedes deben trazar una línea, permitiendo que la relación llegue sólo hasta cierto punto. Puedo testificar que muchas veces a los santos les habría gustado tener más contacto con nosotros, pero nosotros se lo impedimos. Si hubiésemos querido, las cosas habrían ido más lejos. Pero tanto ellos como nosotros habríamos caído en una relación que no sería saludable para nuestra vida espiritual, ni para la vida de iglesia ni para la obra.
Supongamos que uno de ustedes hermanos viniera a tener comunión conmigo. Eso estaría bien. Pero después de tener comunión muchas veces, corremos el peligro de que las dos familias se involucren. Su esposa puede participar en esta relación y también la mía. He ahí el peligro. Es por eso que debemos fijar un límite. Al tener comunión en el espíritu sólo podemos ir hasta cierto punto; si vamos más lejos, caeremos en el lazo del afecto natural.
Las iglesias han estado en las mismas localidades por mucho tiempo. Cuanto más tiempo permanezcamos en el mismo lugar, más fácilmente será que nos mezclemos con ciertas familias y desarrollemos un afecto natural para con ellos. Incluso si ustedes tienen santos en su casa, deben trazar una línea. No permitan que la hospitalidad dé ocasión a una especie de afecto natural. Independientemente de cuánto tiempo los huéspedes estén en su casa, usted debe guardar distancia. De lo contrario, su afecto natural echará a perder todo lo que usted haga para el Señor. Lo único que se debe cultivar es la comunión espiritual. No debe haber ningún afecto natural, ninguna amistad. Nosotros, quienes somos colaboradores, debemos tener una relación íntima como hermanos, mas no ser amigos.
En todos estos años, yo nunca he cultivado una amistad con nadie. Tal vez ustedes piensen que soy una persona fría, y tal vez lo sea; eso no lo sé. Pero sí me doy cuenta de que el Señor me ha estado guardando de problemas. Cuando reflexiono en el pasado, le doy gracias. Si hubiera desarrollado amistades, ciertamente me habría metido en problemas y como consecuencia habría sufrido.
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