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Mensajes de la verdadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6894-0
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CAPÍTULO ONCE

EL ESPÍRITU INICIAL
LLEGA A SER EL ESPÍRITU QUE UNE

(2)

La unidad que el Señor mencionó en Su oración en Juan 17 es misteriosa, pues se trata de una unidad que sólo podemos conocer y poner en práctica en el Dios Triuno. Damos gracias al Señor por proveernos un cuadro tan claro de esta unidad, la cual se ve en la edificación del tabernáculo en el Antiguo Testamento. La edificación del tabernáculo que se describe en el libro de Éxodo corresponde a la unidad mencionada en Juan 17. El Señor oró pidiendo que todos Sus creyentes fueran uno a fin de que Dios pudiera obtener una morada en la tierra. El tabernáculo era tal morada. La unidad que se ve en el tabernáculo es sencillamente la edificación del tabernáculo.

El tabernáculo constaba de cuarenta y ocho tablas. Debido a que éstas eran edificadas para conformar la morada de Dios, el tabernáculo nos provee un cuadro muy claro de la unidad en el Dios Triuno. Esta unidad no se basaba en la madera de acacia, el material del cual estaban hechas las tablas; se basaba en el oro, con el cual se recubrían las tablas. La madera y el oro representan la naturaleza humana y divina de los cristianos. La naturaleza humana está representada por la madera de acacia; la naturaleza divina, por el oro. Cada tabla era hecha de madera de acacia y estaba recubierta de oro. Debido a que los cristianos somos tanto de madera como de oro, somos personas maravillosas.

Ya vimos que la madera de acacia no representa nuestra naturaleza caída, sino nuestra naturaleza transformada y elevada. Nosotros fuimos regenerados, y ahora nos encontramos en el proceso de la transformación. Día a día, está ocurriendo un cambio en nuestra naturaleza. Este cambio es la transformación. Aunque todavía no he sido perfeccionado completamente, puedo testificar confiadamente que un gran cambio ha estado ocurriendo en mi ser desde que me hice cristiano. No se trata simplemente de un cambio en mi comportamiento, sino en mi naturaleza. Además, a medida que nosotros somos transformados en madera de acacia, somos revestidos de oro. Adoramos al Señor y lo alabamos porque diariamente Él nos está revistiendo de oro, que es Él mismo. Nuestra unidad se basa en este oro.

LOS TRES ASPECTOS DE LA UNIDAD

Esta unidad tiene tres aspectos. En el primer aspecto, que corresponde a la etapa inicial, la unidad está representada por los anillos de oro. Estoy seguro de que los anillos de oro eran sujetados a las tablas antes que éstas fuesen recubiertas de oro. Por lo tanto, el primer paso consistía en sujetar los anillos de oro a las tablas, y el segundo consistía en recubrir las tablas de oro. Finalmente, el tercer paso consistía en elaborar las barras que unen, las cuales mantenían juntas las cuarenta y ocho tablas en unidad. Esta unidad es el edificio, que es la morada de Dios.

Sin el cuadro del tabernáculo, no podríamos entender adecuadamente la unidad de la cual se habla en Juan 17. Desde mi juventud yo presté mucha atención a Juan 17, pero debido a que no tenía suficiente experiencia y debido a que no vi el cuadro de la unidad que se muestra en el tabernáculo, no tenía un entendimiento adecuado de lo que el Señor oró en Juan 17 con respecto a la unidad. Pero ahora, después de años de experiencia e incluso de sufrimiento, puedo decir que la unidad por la cual el Señor oró en Juan 17 es la misma unidad que vemos en el tabernáculo. Al examinar el cuadro del tabernáculo, podemos tener un entendimiento adecuado en cuanto a la unidad práctica por la cual el Señor Jesús oró.

LA UNIDAD EN EL DIOS TRIUNO

La unidad se halla en el Dios Triuno. Las tablas eran una sola entidad en virtud del oro, y el oro representa la naturaleza de Dios. Ya hicimos notar que en cada una de las tablas había tres anillos, los cuales representan al Dios Triuno, quien es el Espíritu que sella, al cual hemos recibido. Este Espíritu no es simplemente el Espíritu de Dios, sino el Espíritu de Dios con el Padre y con el Hijo. En Juan el Señor Jesús dijo que el Espíritu sería enviado del Padre (15:26). La preposición griega traducida “de” en realidad debería ser traducida “de con”. Esto significa que el Espíritu no sólo es enviado del Padre, sino que también viene con el Padre. Después de enviar al Espíritu, el Padre no se quedó en los cielos. Cuando el Padre envió al Espíritu, el Espíritu vino a nosotros con el Padre. Por consiguiente, tener al Espíritu en nosotros equivale a tener al Padre en nosotros. Asimismo, el Hijo está con el Padre. De eternidad a eternidad, el Hijo siempre ha estado con el Padre y siempre estará con Él. Por lo tanto, tener al Espíritu en nosotros equivale también a tener al Padre y al Hijo en nosotros. Así pues, tenemos al Dios Triuno como los tres anillos. El Padre está corporificado en el Hijo, y el Hijo es hecho real a nosotros en calidad de Espíritu. Por lo tanto, cuando tenemos al Espíritu, tenemos también al Padre y al Hijo. Éste es el Espíritu inicial, el Espíritu que nos sella, los propios anillos que hemos recibido. Este Espíritu vivificante nos ha regenerado y ahora mora en nosotros.


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