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Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1188-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 14 Sección 3 de 4

CRISTO ES EL SUMO SACERDOTE

Es necesario que alguien prepare los alimentos que serán ofrecidos. Un hombre soltero necesita una casa, alimentos y, además, necesita una esposa que le prepare los alimentos. Cristo en calidad de Sumo Sacerdote es el cocinero. Nosotros debemos aprender a cocinar como El. Dejemos que El tome la iniciativa en la preparación de la comida, y hagamos lo que El hace.

Cristo es nuestro tabernáculo y las ofrendas que comemos; también es nuestro Sacerdote y nos prepara la comida. Supongamos que tenemos el tabernáculo y las ofrendas, pero no tenemos sacerdote. Esto significa que no tenemos cocinero. Es como una casa llena de alimentos, pero sin cocinero. Me temo que muchos cristianos hoy se encuentran en esa situación. Sólo tienen una esquina del tabernáculo sin casi nada que ofrecer y sin sacerdote que les prepare la comida. Están acostumbrados a adorar a Dios en esa esquina y no están acostumbrados a adorarle con un tabernáculo erigido completo y perfecto ni a tener nada que ofrecer a Dios. Tampoco están acostumbrados, como los sacerdotes competentes, a preparar la comida.

La necesidad de practicar

En los últimos años he comprado muchos pianos, pero nunca aprendí a tocarlo correctamente. Me gusta tocar el piano de manera natural. Del mismo modo, a todos nos gusta adorar a Dios del modo natural al que estamos acostumbrados, pues nos resulta fácil. Traemos nuestro himnario y nos sentamos a cantar himnos; nos parece demasiado difícil traer a Cristo como ofrenda por las transgresiones, como ofrenda por el pecado, como holocausto o como alguna otra ofrenda. Aparentemente es difícil cultivar a Cristo y luego traerlo a las reuniones. Nos gusta depender de los demás y dejar que sean nuestros sacerdotes. Los dejamos orar por nosotros en las reuniones para no tener que hacer nada.

Un día yo estaba en San Francisco, y un hombre me dijo que ahora en el siglo veinte todo es especializado. Dijo que si uno quiere enseñar la Biblia o enseñar a cantar, debe ir a un seminario y convertirse en especialista. Los demás están ocupados con sus empleos o sus estudios y no disponen de tiempo para aprender estas cosas. El domingo deberían descansar y dejar que los especialistas, los que fueron al seminario, hagan el trabajo que les corresponde. Me dijo que no deberíamos pedirles a los creyentes que eleven una oración, porque ellos no han aprendido a hacerlo debidamente. Este concepto es el método natural y es la práctica que predomina entre los cristianos de hoy.

Nada natural se admite en el tabernáculo

Si observamos el tabernáculo, vemos que allí no hay nada natural. Para actuar correctamente en el patio exterior, debemos abandonar nuestros métodos naturales. Debemos aprender a inmolar los sacrificios y derramar la sangre, a comer el pecho y el hombro del sacrificio, a preparar la comida y a entrar en el lugar santo donde se prepara la mesa de los panes de la proposición y donde está el candelero. Hay un precepto para cada cosa. Si no actuamos ni nos movemos ni nos conducimos según lo establecido, moriríamos en seguida. Los dos hijos de Aarón murieron por esto (Lv. 10:1-2). En el tabernáculo no se permite nada natural ni ningún método natural.

Hoy en día casi todos los cultos de los cristianos están llenos de métodos y actividades naturales. A esto obedece tanta pobreza entre los cristianos hoy. Las riquezas están en la Biblia, pero las han descuidado.

LA OFRENDA DE PAZ

Examinemos la ofrenda central y más significativa: la ofrenda de paz. Todas las demás ofrendas apuntan a ésta, pues es el centro y la meta de las demás ofrendas. Existen cinco ofrendas principales: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. La ofrenda de paz se encuentra en el centro de las ofrendas.

El holocausto conduce
a la ofrenda por el pecado

En las experiencias espirituales, el holocausto conduce a la ofrenda por el pecado. Si Cristo no se hubiera dado incondicionalmente a Dios, no habría sido nuestra ofrenda por el pecado. Por darse incondicionalmente, El era apto para ser nuestra ofrenda por el pecado. Vemos claramente en Hebreos 10:9 y en las profecías del salmo 40 que El vivía exclusivamente para Dios. Cada parte de Su ser, Su propia respiración y hasta la última gota de Su sangre, servían incondicionalmente a Dios. Por esta razón El era apto para ser nuestra ofrenda por el pecado y para quitar los pecados que habíamos heredado por nacimiento. Esto no es ni superficial ni fácil, pues requiere que alguien lleve una vida dedicada incondicionalmente a Dios. Por consiguiente, la ofrenda por el pecado se apoya en el holocausto, el cual a su vez respalda a aquella. Por eso vemos que en las cinco ofrendas a veces la ofrenda por el pecado se convierte en holocausto (Lv. 5:7, 10). El hecho de que Cristo sea la ofrenda por el pecado se apoya en que El es el holocausto, Aquel que vive incondicionalmente para Dios. El holocausto es la base de la ofrenda por el pecado. Sin holocausto, no puede haber sacrificio por el pecado.


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