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NO DEBE HABER AMISTADES

En todos los años que conocí al hermano Nee, puedo testificar que él nunca tuvo entre los santos algunos que fueran amigos de la familia. Él únicamente tenía comunión con los hermanos; nunca tuvo una relación de amistad, ni siquiera con los colaboradores y ancianos. Asimismo, tampoco introdujo a sus familiares en el liderazgo de la iglesia ni en la obra. Como la señora Nee testificó más tarde, antes de que ellos se casaran, el hermano Nee le dijo: “Te tomo como mi esposa; no me caso contigo como un colaborador”. Durante todo el tiempo que yo estuve allí y vi la situación, la señora Nee nunca participó en la obra. Aunque ella era muy buena hermana, nunca fue introducida en la obra. Ni siquiera fue una diaconisa en la iglesia. El hermano Chang sabe esto muy bien.

Éste es un asunto que reviste gran seriedad. Aparentemente introducir a nuestra familia en la obra es una ayuda para nosotros; pero en realidad, no es así. Finalmente, esto acarreará mucho sufrimiento. En algunos lugares he visto cómo una familia ejercía influencia y controlaba la situación. En algunos casos, determinada familia llegó al extremo de controlar otros lugares.

Después de ver el ejemplo del hermano Nee, yo mismo hice lo posible por no tener amistades personales ni amigos de la familia entre los santos. Yo puse esto en práctica mientras estuve en Chifú; aunque yo estuve allí por mucho tiempo, me propuse no tener a nadie que fuera amigo de la familia. Posteriormente estuve en Shanghái, luego en Taiwán y finalmente vine a este país. En todos estos lugares no he hecho amigos. En todos estos años que he estado con ustedes, ustedes mismos saben que no tengo hermanos que sean amigos de la familia. Hemos practicado esto a propósito. Un buen número de santos nos mostraron su afecto con la expectativa de que nosotros fuéramos a sus hogares con frecuencia y a la vez ellos se sintieran con la libertad de venir a nuestra casa para ayudarnos con la cocina y otros quehaceres. Nosotros a propósito cerramos la puerta para que esto no sucediera. Eso no significa que no necesitáramos la ayuda de los santos. Muchas veces hemos necesitado la ayuda; sin embargo, cerramos la puerta a que se desarrollara cualquier clase de relación de amistad con la familia.

Es difícil ser puro, y también es difícil estar en el espíritu, mientras la familia se involucre. Nuestra relación con los colaboradores, con los hermanos y con otros santos debe ser estrictamente espiritual. Debe ser absolutamente pura, y debe ser absolutamente en el espíritu.

LA SUCESIÓN EN EL ANCIANATO

La Biblia no nos da ningún indicio en cuanto a quiénes fueron los sucesores de los apóstoles y los ancianos. Esto es contrario al pensamiento humano. Nosotros esperaríamos —si somos un anciano prevaleciente— que con el tiempo nuestro hijo o nuestros hijos llegaran a ser nuestros sucesores en el ancianato. Sin embargo, la Biblia no nos da ningún indicio de que esto jamás hubiera sucedido. Quiénes serán los sucesores es algo que depende absolutamente de la soberanía del Señor. Esto no depende de nuestra elección o preferencia. Eso no significa que no debamos perfeccionar a nuestros hijos para que crezcan en vida y sirvan al Señor en la iglesia. Ése es otro asunto. Sin embargo, si queremos cultivar a nuestros hijos para que ellos sean nuestros sucesores, esto va en contra del principio espiritual.

Sucede lo mismo con respecto al asunto de la salvación. Si podemos educar a nuestros hijos para que sean salvos, si pensamos que podemos criarlos de modo que sean salvos, ¿qué de la predestinación? Por supuesto, algunos se han ido al otro extremo, diciendo que todo depende de la predestinación del Señor y que, por tanto, no necesitamos hacer nada; si el Señor no ha escogido a nuestros hijos, ellos no serán salvos, independientemente de lo que nosotros hagamos. Ése es otro extremo. Debemos hacer lo posible por criar bien a nuestros hijos, y debemos hacer todo lo posible para ayudarlos a que conozcan al Señor. Sin embargo, el resultado final dependerá de la gracia soberana del Señor.

En la Biblia vemos siempre dos aspectos. Por un lado, el Nuevo Testamento nos exhorta a nosotros, especialmente a los líderes de la iglesia, que cuidemos bien de nuestra familia, que gobernemos o administremos bien nuestra propia casa (1 Ti. 3:4-5). Por otro, no se nos da el menor indicio de quién fue el sucesor de Pedro, ni de Juan, ni de los demás apóstoles. Por lo tanto, no debemos tener el concepto de cultivar a nuestros hijos para que sean nuestros sucesores; eso no es bíblico. Algunos han dicho que Timoteo fue el sucesor de Pablo. Les diré la verdad; no fue Timoteo. No hay comparación entre lo que Pablo hizo y lo que Timoteo hizo. Timoteo no hizo lo mismo que Pablo en el ministerio neotestamentario del Señor. Así que, conforme al Nuevo Testamento, no hay ningún sucesor humano para los colaboradores ni para los ancianos.

Debemos procurar mantenernos en un punto medio, y no irnos a ninguno de los extremos. Debemos hacer lo posible por cuidar de nuestros hijos, por enseñarles y criarlos en el conocimiento del Señor. Sin duda alguna, tenemos que hacer esto. Sin embargo, debemos dejar que el resultado lo decida Su soberanía, Su misericordia y Su gracia.

En cualquier caso, lo que quiero decirles, hermanos, es lo siguiente: en la obra del Señor y en el liderazgo de la iglesia, únicamente nos relacionamos en el espíritu. Entre los hermanos y nosotros debe haber únicamente una verdadera comunión, no amistad.