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Estudio-vida de Apocalipsispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1446-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 68 Sección 2 de 3

II. LA GRAN MULTITUD

En Apocalipsis 7:9-17 vemos el testimonio de Jesús expresado en la gran multitud. Según lo narrado en el capítulo siete, esta gran multitud es la colectividad de todos los redimidos, los cuales fueron rescatados “de toda nación y tribu y pueblo y lengua” (7:9). Todos ellos han pasado por tribulación. Esto indica que no ha existido una iglesia, en ningún lugar, que nunca haya pasado por tribulación. El mundo siempre persigue a las iglesias (Jn. 16:33). Dondequiera que esté la iglesia, siempre habrá cierto grado de persecución. Apocalipsis 7:14 indica que todos los redimidos pasarán por tribulación; allí dice: “Estos son los que han salido de la gran tribulación”. Esta gran multitud ha salido victoriosa de la tribulación, pues todos ellos tienen palmas en las manos, lo cual representa su victoria sobre la tribulación (7:9). Finalmente, en la eternidad, ellos serán protegidos por Dios con Su tabernáculo, según lo indica 7:15: “Y Aquel que está sentado sobre el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos”. Este es el destino de los redimidos de Dios. ¡Cuán maravilloso! Además, el Cordero los pastoreará en los manantiales de agua de vida por la eternidad (7:17).

Apocalipsis 7:9-17 no nos muestra un grupo particular de creyentes, sino la condición general del conjunto de los redimidos de Dios en la eternidad. En la eternidad ellos disfrutarán la protección de Dios y el pastoreo de Cristo. Este es nuestro destino. Este pasaje revela que mientras Cristo trae el juicio de Dios sobre la humanidad, cuida de los redimidos. Finalmente, todos los redimidos de Dios serán arrebatados al trono de Dios, y allí disfrutarán la protección de Dios y el pastoreo del Cordero.

III. LA MUJER CON EL HIJO VARON

A. La mujer

En 12:1-17 podemos ver otro símbolo de la iglesia: la mujer con el hijo varón. La iglesia no es solamente el candelero y la gran multitud redimida; también es la mayor parte de la mujer con el hijo varón. La mente humana jamás concebiría la iglesia de esta manera. La mujer de este capítulo representa la totalidad del pueblo de Dios, y el hijo varón representa la parte fuerte del pueblo de Dios. De la manera que hay un hijo varón en la mujer, también en el pueblo de Dios hay una parte fuerte. Esta mujer, que está vestida del sol, la luna y doce estrellas (12:1) y que es perseguida por Satanás, el gran dragón rojo, representa al pueblo de Dios de todas las generaciones. En cada generación una porción del pueblo de Dios ha sido perseguida por Satanás. Sin embargo, durante los tres años y medio de la gran tribulación Dios protegerá a Su pueblo del ataque de la serpiente.

B. El hijo varón

Como vimos, el hijo varón es la parte fuerte del pueblo de Dios. En el pueblo de Dios, incluso entre nosotros hoy en el recobro del Señor, hay una parte fuerte. Esta parte será arrebatada al trono de Dios antes de la gran tribulación. En otras palabras, la mujer será dejada en la tierra y pasará por la tribulación, pero la parte fuerte, el hijo varón, será arrebatada al trono de Dios antes de la tribulación. ¿Por qué será arrebatado el hijo varón antes de la tribulación? Porque Dios necesita al hijo varón para que pelee contra Satanás y lo arroje del cielo. Aunque Dios tiene muchos ángeles que pelearán, la victoria final sobre el enemigo no la ganarán los ángeles sino el hijo varón. Dios necesita al hijo varón. El avergonzará al enemigo y lo derrotará usando al mismo hombre que Satanás corrompió. Es como si Dios dijera: “Satanás, corrompiste al hombre que Yo creé. Pero de ese hombre corrupto, he obtenido un hijo varón para que te derrote. El no te derrotará principalmente en la tierra sino en el cielo”. El hijo varón, al ascender hasta el trono, peleará contra Satanás, y lo arrojará del cielo a la tierra. Esto es parte del testimonio de Jesús. Aunque Jesús derrotó a Satanás en la cruz, es menester que la iglesia ejecute esa victoria sobre el enemigo. Solamente la parte fuerte del Cuerpo, el hijo varón, ejecutará la victoria de Cristo sobre Satanás, pues muchos miembros del Cuerpo fracasaron en esto. El hijo varón será arrebatado a los cielos para cumplir este cometido.

El arrebatamiento no tiene el único fin de bendecirnos. No debemos decir: “¡Qué bueno para mí ser arrebatado a los cielos!” Tenemos que entender que Dios necesita arrebatarnos; debemos ser arrebatados a los cielos para pelear contra el enemigo. Si al oír esto uno dice: “No quiero ir y participar en una guerra”, esto quiere decir que está descalificado para ser arrebatado antes de la tribulación. Si usted no va al cielo al encuentro de Satanás para arrojarlo, él vendrá a la tierra al encuentro suyo, y usted será derrotado. Debemos ser el hijo varón. Deseo intensamente ser parte del hijo varón. No estoy satisfecho con ser parte de la mujer. Quiero ser incluido en esa parte fuerte. Esto también es un aspecto del testimonio de Jesús.


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