Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Unpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7461-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Después de haber visto la impartición divina que el Espíritu y el Hijo dan al Cuerpo de Cristo, llegamos ahora a la impartición de Dios el Padre. Efesios 4:6 nos muestra que la impartición divina que Dios el Padre da al Cuerpo de Cristo al estar sobre todos como Padre que nos cubre con Su sombra, al estar por todos como Hijo que nos cuida y se preocupa por nosotros, y al estar en todos como Espíritu cuya presencia queda con nosotros, les permite a todos los miembros del Cuerpo de Cristo experimentar al Dios Triuno y disfrutar Su rica presencia.
El Padre es tanto nuestro Dios como nuestro Padre. El hecho de que sea nuestro Padre significa que hemos nacido de Él; y el hecho de que sea nuestro Dios significa que fuimos creados por Él. Si únicamente hubiésemos sido creados por Dios pero no engendrados por Él, no estaríamos en la iglesia. Es por haber nacido de Dios que hemos entrado en una relación de vida y en una unión orgánica con Él. Dios primeramente nos creó, y después nos engendró. Puesto que fuimos creados por Dios y nacimos de Él, tenemos una relación doble con Él. Primero, somos criaturas Suyas, y Él es nuestro Creador; luego llegamos a ser hijos de Dios, y Él es nuestro Padre. Si no existieran los hijos de Dios, la iglesia no existiría. Los que estamos en la iglesia fuimos creados por Dios y nacimos de Dios. Por lo tanto, fuimos creados como seres humanos apropiados y nacimos como hijos de Dios. Esto es la iglesia.
Por consiguiente, la esencia de la iglesia es el Espíritu, el elemento de la iglesia es Cristo y la fuente de la iglesia es el Padre. El Padre que nos engendró está sobre nosotros, como Padre que nos cubre con Su sombra. Esto es semejante a la manera en que el águila cubre sus polluelos, y a cómo una madre cubre a sus hijos cuando viene el peligro. Dios el Padre también es por nosotros, como Hijo que nos cuida y se preocupa por nosotros, y está en nosotros, como Espíritu cuya presencia está en nosotros. Por lo tanto, el Padre que está sobre nosotros, por nosotros y en nosotros es el Padre, el Hijo y el Espíritu, es decir, el Dios Triuno.
¿Qué es la iglesia? La iglesia es un Cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos y en todos. Esto es la iglesia. En el universo no existe nada semejante a la iglesia. ¡Cuán maravillosa es ella! En última instancia, la iglesia es un grupo de personas que están unidas al Dios Triuno y se encuentran mezcladas con Él. El Dios Triuno y la iglesia son cuatro en uno. Puesto que el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno con el Cuerpo de Cristo, podemos afirmar que el Dios Triuno es ahora el Dios que es “cuatro en uno”. Estos cuatro son el Padre, el Hijo, el Espíritu y el Cuerpo. Así como no debemos confundir ni separar a los tres de la Trinidad Divina, tampoco debemos confundir ni separar a estos cuatro en uno. Esta misteriosa unión y mezcla entre el Dios Triuno y el Cuerpo de Cristo tiene como propósito la impartición. El Espíritu como esencia del Cuerpo de Cristo se imparte continuamente a nuestro ser. Al mismo tiempo, el Señor continuamente nos imparte Su elemento. De la misma manera, mientras el Padre está sobre nosotros, cubriéndonos con Su sombra, mientras pasa a través de nosotros, con el fin de cuidarnos, y mientras está en nosotros, a fin de permanecer con nosotros, Él se imparte continuamente a nuestro ser. De este modo, la iglesia llega a ser el resultado de la impartición del Dios Triuno.
Cuando el Dios Triuno se imparte en los creyentes, la iglesia es producida en el universo como un organismo. Más aún, el Dios Triuno se imparte continuamente y poco a poco en todos los miembros para ser su elemento, su esencia y su disfrute.
Efesios 4:4-6 habla de la naturaleza del Dios Triuno y de lo que la iglesia es. Después de esto, el versículo 7 habla de los dones. Luego los versículos del 8 al 16 revelan cómo Aquel que descendió al Hades, fue resucitado y ascendió a los cielos, es decir, la Cabeza resucitada y ascendida, Cristo, constituyó a Sus muchos dones e hizo de ellos los dones que dio a Su Cuerpo mediante Su impartición divina. Estos dones a su vez perfeccionan a los santos por medio de la impartición divina para que todos ellos hagan la obra del ministerio neotestamentario, que consiste en edificar el Cuerpo orgánico de Cristo, a fin de que todos los miembros del Cuerpo de Cristo crezcan en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo.
Usando el versículo 7 a modo de introducción, Pablo empieza a hablar de aquellos que la Cabeza, Cristo, constituyó dones en el versículo 8. Cristo, después de Su muerte y resurrección y en Su ascensión, llevó cautivos a los que en otro tiempo fueron capturados por Satanás. En Su resurrección y ascensión, Cristo no sólo subyugó a Satanás, el pecado y la muerte, sino que además trajo con Él a todos los que habían sido tomados cautivos por Satanás. En un sentido, ninguno de nosotros ha ido todavía al cielo; pero, en otro sentido, todos ya estamos sentados juntamente con Cristo en los cielos.
Cuando Cristo resucitó y ascendió a los cielos, Él nos llevó consigo a los cielos. Allí en el cielo, Él nos presentó a nosotros, Sus redimidos, como dones a Dios el Padre. Conforme a Salmos 68:18, el Padre nos entregó nuevamente a Cristo en calidad de dones. No sólo eso; sino que además Cristo usó la vida que está en el Hijo para constituir a todos estos dones personas útiles. A algunos constituyó apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas y a otros pastores y maestros. Todas estas personas dotadas pueden hablar y ejercer su función por medio de su hablar. Dios capturó a todos los que estaban esclavizados por Satanás, los llevó al cielo y los constituyó personas que pueden hablar por Él. Dios dio a todas estas personas a Cristo, y luego Cristo las dio a la iglesia (Ef. 4:8). Ésta es la Cabeza, Cristo, quien en Su ascensión da dones a la iglesia.
Los dones que Cristo dio a Su Cuerpo perfeccionan a los santos mediante la impartición divina para que todos ellos puedan hacer la obra del ministerio neotestamentario. Las personas dotadas perfeccionan y enseñan a los santos como lo hace un profesor a sus estudiantes que estudian docencia. Después de cuatro años, todos los que se gradúan de docencia llegan a ser profesores aptos para enseñar a otros. De la misma manera, después de recibir continuamente la enseñanza de los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros, todos los santos en la iglesia serán perfeccionados para hacer la obra del ministerio, que consiste en edificar el Cuerpo de Cristo.
Por un lado, las personas dotadas nos perfeccionan y, por otro, nos imparten las riquezas divinas. Su enseñanza es su impartición, y cuando nosotros aprendemos, recibimos dicha impartición. Esta acción de impartir y recibir hace que los miembros de Cristo crezcan en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo (v. 15), no sólo en los asuntos importantes, sino también en los asuntos triviales como por ejemplo, la manera en que nos cortamos el cabello y nos peinamos, y la manera en que nos vestimos. En esta impartición divina el elemento divino entra en nosotros y nos hace crecer en vida. A medida que crecemos, somos transformados. Los elementos divinos impartidos dentro de nosotros hora tras hora redundan en nuestra transformación. Cuanto más crecemos, más abandonamos las cosas mundanas y carnales, y más nos unimos a Cristo y Su Cuerpo.
A medida que crezcamos en Aquel que es la Cabeza, de la Cabeza recibiremos la impartición del rico suministro. Por un lado, por todas las coyunturas del rico suministro, es decir, por medio de todas las personas dotadas, el Cuerpo será estrechamente unido. Por otro, mediante la función de cada miembro en su medida, es decir, mediante cada santo, el Cuerpo será bien entretejido (Ef. 4:16). Las coyunturas de suministro son como la estructura de un edificio, la cual guarda el edificio bien unido. En el Cuerpo las coyunturas son bien unidas en el Espíritu para ser la “estructura” del Cuerpo. Además de las coyunturas como estructura, tenemos los muchos miembros del Cuerpo. Cada uno opera en su medida, y esto hace que el Cuerpo sea entretejido corporativamente. La Cabeza da los dones al Cuerpo, y los dones perfeccionan a los santos para que éstos hagan lo mismo que hacen los dones, que es la obra del ministerio neotestamentario. De esta manera, cada miembro del Cuerpo opera en su medida para impartir el suministro al Cuerpo, y el Cuerpo crecerá y se edificará a sí mismo en amor.
(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Petaling Jaya, Malasia el 5 de noviembre de 1990).
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