Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4619-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La primera parte del versículo 16 dice: “Enarbolando la palabra de vida”. En esta generación resplandecemos como luminares. No resplandecemos con luz propia, sino que, más bien, somos luminares que reflejan la luz de Cristo. El mundo es un sistema satánico. En medio de este sistema satánico organizado, nosotros resplandecemos como luminares al enarbolar la palabra de vida. No es necesario que tratemos de comportarnos de cierta manera. Simplemente debemos tener el único pensamiento a fin de estar llenos del disfrute de Cristo. Entonces seremos irreprensibles y sencillos, hijos de Dios, sin mancha, resplandeciendo como luminares en el sistema satánico de esta generación torcida y perversa. Mientras resplandecemos, enarbolamos la palabra de vida. Esto no es una simple conducta o comportamiento, sino nuestro testimonio.
La mayoría de los cristianos de hoy se encuentran muy lejos de la meta, pues se les ha enseñado a comportarse o conducirse de cierta manera. Pero no es necesario que nos comportemos de cierto modo, porque estamos resplandeciendo como luminares y enarbolando la palabra de vida. Esto no es un simple comportamiento, sino un testimonio espontáneo, es la manifestación del Cristo que experimentamos y disfrutamos.
El versículo 16 también dice: “Para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado”. Si el siervo del Señor puede gloriarse a causa de nosotros, entonces todo estará bien. Pero si no tiene un sentir positivo acerca de nosotros, entonces estaremos en aprietos.
El versículo 17 dice: “Aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. En este versículo Pablo parecía decir: “Ustedes filipenses están ofreciéndole algo a Dios. Yo quisiera derramarme en libación sobre su sacrificio”. El pensamiento aquí es bastante profundo. Según Levítico, Dios ordenó que Su pueblo le ofreciera diariamente cinco ofrendas principales: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la trasgresión. Sin embargo, en los primeros seis capítulos de Levítico no se menciona la libación porque en ese entonces los hijos de Dios aún no tenían una experiencia de Cristo lo suficientemente adecuada. En otras palabras, en aquel entonces Cristo no estaba en ellos como el vino. Cuando uno se derrama en libación, necesita tener mucho vino almacenado en su ser. Esto significa que uno ha recibido mucho de Cristo. La libación no es solamente el Cristo objetivo, como el Cristo que se ofrece a Dios en el holocausto o en la ofrenda de harina, sino el Cristo que experimentamos de forma subjetiva y hemos recibido en nuestro ser. Derramar el Cristo que hemos experimentado es derramar el vino de la libación. Como el cordero, Cristo sólo podía ser el holocausto objetivo, no la libación subjetiva. Por consiguiente, Cristo debe ser el vino que bebemos para que pueda ser derramado en libación.
Pablo parecía decirles a los filipenses: “Es muy bueno que ustedes tengan un único pensamiento y disfruten a Cristo, pues esto los capacita para tener algo que ofrecer a Dios en sacrificio. Yo quisiera derramarme en libación sobre su sacrificio; es decir, quisiera derramar el Cristo que he experimentado, sobre su experiencia de Cristo”. Esto es lo que nosotros necesitamos experimentar hoy en la vida de iglesia. Todos los santos deben tener el único pensamiento, a fin de disfrutar a Cristo de manera plena. Entonces cuando se reúnan, podrán ofrecer a Cristo delante de Dios en sacrificio. Además, la iglesia también necesita que los apóstoles y los hermanos que lideran experimenten ricamente a Cristo de manera subjetiva, al grado en que puedan derramarlo en libación sobre la ofrenda de los santos. ¡Cuán rica es esta vida de iglesia! Cuando los hijos de Israel entraron en la buena tierra, ellos tenían abundancia de vino para beber. De este modo, ellos tenían vino que podían derramar en libación delante de Dios. Esto significa que su experiencia y disfrute de Cristo era ahora más elevado que el que habían tenido en el desierto. En la vida de iglesia, no sólo tenemos el Cristo que los santos han experimentado y ofrecido a Dios en calidad de ofrenda, sino también el Cristo que los hermanos que toman la delantera han experimentado y han derramado sobre dicha ofrenda. Esto significa que el disfrute que unos han tenido de Cristo es derramado sobre el disfrute que otros han tenido de Cristo, lo cual produce un olor agradable a Dios. Ésta es la vida de iglesia que resulta del pleno disfrute que tenemos de Cristo. De parte de los filipenses, tenemos el sacrificio que ellos ofrecían a Dios; y de parte del apóstol Pablo, tenemos la libación. Ambas cosas son el resultado de disfrutar a Cristo.
El resultado del derramamiento de la libación sobre el sacrificio de los santos es el regocijo. Ésta es la experiencia que tenemos de Cristo por causa de la vida de iglesia. Los líderes se regocijan con los santos, y los santos se regocijan con los líderes. Nos regocijamos los unos con los otros, y nos regocijamos juntos. Debido a que hay regocijo, no hay murmuraciones, argumentos, llanto ni sufrimiento. Todos debemos decir: “Señor, recóbranos a tan alto nivel. Eleva la condición de nuestras reuniones a esta norma, para que cada vez que nos reunamos, sean ofrecidos a Dios muchos sacrificios y los líderes puedan derramar mucho vino sobre el sacrificio de los santos”. Esto solamente es posible si todos tenemos el único pensamiento y estamos unidos en el alma.
Recientemente hemos sido injustamente acusados de ser torcedores de mentes. Nosotros no torcemos la mente de las personas, sino que le robamos a la mente. La vida de iglesia le roba las cosas diabólicas a nuestra mente. En la vida de iglesia les ayudamos a todos los santos a tener este único pensamiento: disfrutar a Cristo por causa de la vida de iglesia. Todos pensamos únicamente en experimentar a Cristo para la vida del Cuerpo. Al hacer esto, somos obedientes.
Cada vez que pensamos en otras cosas, somos desobedientes y rebeldes. Pensar en otra cosa distinta de este único pensamiento es rebelarse contra la economía de Dios. La economía de Dios consiste en que tengamos un único pensamiento. ¿Lo ha ofendido algún hermano? No debe pensar en la ofensa que le causó, puesto que la economía de Dios no le permite hacerlo. Si usted se queda pensando en esa ofensa, estará rebelándose contra Dios. Éste es un asunto muy serio. Murmurar es también rebeldía. La economía de Dios no nos permite murmurar. Hacer esto es ser desobedientes.
Todos tenemos nuestra manera de ser, y todos estamos acostumbrados a murmurar, a razonar y a quejarnos. Pero si somos iluminados con respecto a los argumentos y las murmuraciones, diremos: “Señor, perdona mi rebeldía. No quiero ser un rebelde en Tu economía; antes bien, deseo ser obediente y obedecer a Tu economía, teniendo un único pensamiento. Aunque ciertos hermanos me han ofendido, no quiero pensar en esas ofensas. En lugar de ello, deseo pensar únicamente en disfrutar a Cristo y experimentarlo”. Si hacemos esto, estaremos llevando a cabo nuestra salvación. La salvación mencionada en Filipenses 2 es, de hecho, la unidad apropiada. Llevar a cabo nuestra salvación es llevar a cabo esta unidad genuina. Cuando no estamos en la unidad genuina, estamos en cierta especie de infierno. Por lo tanto, necesitamos la salvación que es la unidad genuina. Necesitamos ser uno no sólo en el espíritu, sino también en el alma. Como hemos dicho reiteradas veces, debemos tener un único pensamiento. Cuando pensamos en este único pensamiento, somos uno no sólo en el espíritu, sino también en el alma.
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