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Vida que vence, Lapor Watchman Nee

ISBN: 978-1-57593-909-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 11 Sección 5 de 4

NUESTRA DEBILIDAD ES NUESTRA GLORIA

En 2 Corintios 12:9 dice: “Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí”. Esto nos muestra que no sólo debemos considerarnos débiles, impotentes e incapaces, sino que también debemos regocijarnos en nuestra debilidad, impotencia e incapacidad. ¿Dice acaso este versículo que debemos lamentarnos por nuestras debilidades? No. Dice que debemos regocijarnos por nuestras debilidades y que además debemos gloriarnos en ellas. ¿Qué significa gloriarnos en nuestras debilidades? Todo el mundo se lamenta por sus debilidades, pero los vencedores se glorían en ellas porque tienen fe.

¿Creen ustedes que tienen problemas? ¿Les parece que tienen fracasos? Necesitan ver que sus problemas y fracasos son una bendición; el fin de ellos es ayudarlo a vencer.

Una vez conocí en Chefoo a un médico que había sido salvo por tres o cuatro años. Había servido en el ejercito por más de diez años. Tenía el porte de un soldado; era directo y franco. No había duda de que era salvo. Sin embargo, tenía el hábito de fumar, lo cual no había sido un problema mientras estuvo en Manchuria, pero al venir a Chefoo, las cosas se le hicieron difíciles. Había entre setenta y ochenta personas en la iglesia y Chefoo era un pueblo pequeño. El único lugar donde podía fumar era en su casa, pero ni allí podía hacerlo abiertamente porque su esposa también era una hermana. En el hospital en donde trabajaba, algunas de las enfermeras también eran hermanas. Por un lado deseaba fumar, pero por otro, se sentía avergonzado. Al escuchar que se acercaba alguien, se apresuraba a apagar el cigarrillo. Si fumaba en la calle, tenía que mirar primero a su alrededor para ver si había rostros familiares. No podía dejar de fumar, y sin embargo le era doloroso seguir haciéndolo. No sabía qué hacer. Después de una de mis reuniones, vino y acordó una cita para verme a las nueve de la mañana del día siguiente. Me dijo que tenía cosas muy importantes que decirme. A la mañana siguiente, vino y me contó toda su historia. Me dijo que había estado fumando por más de diez años, y que no podía dejar el cigarrillo. ¿Qué debía hacer? Mientras él hablaba, yo miraba al techo y me reía. El dijo: “Señor Nee, éste es un asunto serio”. Le dije que sabía que se trataba de algo serio. Me dijo que no podía hacer nada al respecto. Le dije: “Es maravilloso que usted no pueda hacer nada al respecto. Nada es mejor que el hecho de que usted no pueda hacer nada”. Me preguntó por qué, y le dije: “Me gozo porque solamente el Señor puede resolver este asunto. Ni usted ni yo podemos hacer nada al respecto. Su esposa no puede hacer nada, ni los hermanos tampoco. Con un paciente tan ideal, el Señor Jesús tendrá buen trabajo por hacer en Su clínica”. Me dijo que no era un asunto trivial no haber podido hacer nada durante más de diez años. Yo estuve de acuerdo, pero le dije: “Puede ser difícil para usted, pero no hay nada difícil para el Señor. El puede cambiar la situación en un abrir y cerrar de ojos”. Continué diciéndole: “Doctor Shi, usted es un buen médico, y yo tengo buena salud. Por lo tanto, ni usted me necesita a mí ni yo a usted. Si usted desea mostrar sus habilidades en mí, primero tengo que enfermarme; y no de algo común, sino de una enfermedad grave. Cuanto más grave sea mi condición, mejor podrá demostrar su habilidad. Hoy el Señor Jesús está aquí. El puede sanar lo que usted, doctor Shi, no ha podido”. Me preguntó qué quería decir con esto, así que le cité 2 Corintios 12:9: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí”. Era bueno que él deseara dejar de fumar, y era maravilloso que no pudiera lograrlo. Pero aún así, no lograba entender las palabras de 2 Corintios 12:9. Era maravilloso que no pudiera dejar de fumar. No habría sido tan maravilloso si él no fumara, porque 2 Corintios dice que el poder de Cristo sólo se perfecciona en la debilidad. Le dije: “Para usted es malo fumar. Pero para Dios su impotencia en cuanto a dejar de fumar es algo maravilloso”. El quedó confundido y me miró fijamente. Le dije: “Nunca piense que su hábito de fumar es lamentable o que es algo desafortunado. Usted tiene que decirle al Señor: ‘Te agradezco y te alabo porque fumo. Te doy gracias y te alabo porque no puedo dejar de fumar. Pero te doy gracias y te alabo porque Tú puedes hacer que deje de fumar y porque puedes ayudarme a dejar de hacerlo’”. El preguntó con incredulidad: “¿Puede Dios realmente hacer esto?”. Le respondí: “Por supuesto que puede”. Entonces oramos juntos. Primero yo hice una oración breve, y después él continuó la oración. Tenía fe, y su oración tenía el tono de un típico soldado. Habló en una manera sincera: “Dios, te doy gracias y te alabo porque fumo. Señor, te doy gracias y te alabo porque no puedo dejar de fumar. Señor te agradezco y te alabo porque Tú puedes dejar de fumar por mí”. Después de orar y aún con lágrimas en los ojos, se puso su sombrero y se alistó para salir. Le pregunté: “Doctor Shi, ¿seguirá usted fumando?”. Respondió: “Yo, Tsai-lin Shi, no puedo dejar de fumar; pero Dios sí puede hacerlo por mí”. En ese momento supe que no tendría problemas. En la noche me sentí preocupado por él, y le pregunté a los que estaban en el hospital que había sido de él. Me enteré de que todo andaba bien. A la mañana siguiente, le pregunté de nuevo y su respuesta fue igual. Todo iba bien. Al encontrarme con él en la tarde, me dijo que había estado hablando con su esposa. Su esposa se había quejado por más de diez años de su hábito de fumar, y aún así, él nunca había podido vencer ese vicio. Después de hablar con Dios, su hábito de fumar desapareció en menos de media hora. El dijo: “No fumé ayer, y tampoco he fumado hoy”. Cuando se marchaba, le pregunté de nuevo: “¿Cree usted, doctor Shi, que puede dejar de fumar?”. El respondió que no. Le pregunté: “¿Qué hará entonces?”. Me dijo: “El Señor dejará de hacerlo por mí”. Al escuchar sus palabras me fui tranquilo.

Hermanos y hermanas, no crean que ustedes pueden cambiar. Dentro de cinco años ustedes todavía seguirán perdiendo la paciencia. La victoria radica en que Cristo vive por usted. Usted puede declarar: “Te doy gracias Señor y te alabo porque no puedo lograrlo, pero Cristo sí”. Desearía decirle esto a todo el mundo. No le tengo miedo al mal genio; no me amedrenta una personalidad fuerte; tampoco le temo al orgullo desmedido. Sólo temo a aquellos que no ven su propia incapacidad, y que no ven que Cristo es capaz.

Es bueno que ustedes alaben a Dios por su victoria; pero también deben alabarlo por sus debilidades. Sus debilidades tienen la función principal de manifestar el poder de Cristo. Doy gracias a Dios de que Watchman Nee es totalmente corrupto. Le doy gracias a Cristo porque Su poder puede una vez más ser perfeccionado en mí. Le digo al Señor que no hay nada bueno en mí y que no tengo ni santidad, ni paciencia ni calma. Doy gracias al Señor y le alabo porque no tengo ninguna de estas cosas y porque tampoco me esfuerzo por tenerlas. “Oh Señor, desde ahora te lo entrego todo. Desde ahora es Tu Hijo el que vencerá por mí”. Si usted hace esto, inmediatamente vencerá. Usted puede vencer en menos de un minuto; es más, en menos de un segundo.

IMPOSIBLE PARA EL HOMBRE,
MAS POSIBLE PARA DIOS

Lucas 18 nos muestra un joven rico que no pudo vencer; mientras que Lucas 19 nos muestra a Zaqueo, quien logró la victoria. “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (v. 8). El obtuvo la victoria en ese instante. Zaqueo logró hacer lo que el joven rico no pudo. Lucas 18 nos muestra que para el hombre es imposible, mientras que Lucas 19 nos muestra que para Dios todo es posible. El hombre de edad avanzada de Lucas 19 pudo hacer lo que el joven de Lucas 18 no pudo. En Lucas 18 el joven no pudo hacer lo que el Señor le dijo que hiciera. En Lucas 19 el Señor no tuvo que decirle mucho al hombre viejo, y aún así, éste creyó. El joven rico no pudo lograr nada, porque no creyó en Dios. El viejo y toda su casa eran hijos de Abraham; ellos tenían fe, y la salvación llegó a aquella casa. Esta fue obra de Dios.

Hermanos y hermanas, tenemos que agradecer y alabar al Señor pues no podemos amar ni perseverar ni humillarnos ni ser mansos. Pero no hay ni un solo versículo en la Biblia ni una sola palabra de Dios que diga que debemos llevar una vida que nosotros podemos vivir, ni que debamos hacer lo que nosotros podemos hacer. Dios siempre nos pide que hagamos lo que no podemos hacer y nos pide que llevemos una vida que nosotros no podemos vivir. Cada mañana al despertarme, doy gracias a Dios porque es un día más que El tiene para realizar Sus milagros. En la noche vuelvo a darle gracias y lo alabo de nuevo por los milagros que hizo ese día. Hoy Dios me está capacitando para soportar lo que yo no puedo; para amar lo yo no puedo amar; para hacer lo que yo no puedo hacer, y para actuar de una forma que yo no puedo. Démosle gracias al Señor y alabémosle. Todos los días podemos experimentar las palabras: “Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios”.


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