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Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3898-1
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LA GRACIA DE DIOS

Lo que es sembrado en los Evangelios crece en las Epístolas y finalmente es cosechado en Apocalipsis. En las Epístolas tenemos el excelente ejemplo del apóstol Pablo. En 1 Corintios 15:10 él dijo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Fue por la gracia de Dios que Pablo era lo que era, y por esta gracia él laboró más abundantemente que los demás. La gracia de Dios es Dios mismo como nuestro disfrute. Cuando leemos 1 Corintios 15:10 junto con ciertos versículos del libro de Filipenses, vemos que la gracia no es nada menos que el Cristo encarnado, crucificado y resucitado, quien llega a ser el Espíritu vivificante. Por eso en Filipenses 1:19 Pablo dice: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. Ésta es la gracia de Dios. La gracia de Dios es el suministro abundante, inagotable e infinito del Espíritu de Jesucristo. Hoy en día este Espíritu está en nosotros. Es por eso que Pablo pudo decir: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (4:13). Aquí Pablo parecía decir: “Yo no puedo hacer nada; sin embargo, puedo hacerlo todo en Aquel que me reviste de poder. Aquel que me reviste de poder no está en los cielos, sino que está dentro de mí. En Él yo puedo hacer todas las cosas”.

LLEVAR A CABO NUESTRA SALVACIÓN

En Filipenses 2:12 Pablo dijo: “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”. Esto no se refiere a la salvación eterna, sino a la salvación del alma, la salvación del reino. Se refiere a la salvación en la que recibiremos la recompensa y entraremos en el gozo del Señor en la era venidera. Esta salvación es la que nos corresponde a nosotros llevar a cabo, mientras que la salvación eterna no exige ninguna labor de parte nuestra. Con respecto a la salvación eterna, nosotros simplemente la recibimos y obtenemos. Sin embargo, aún necesitamos llevar algo a cabo a fin de alcanzar la salvación del alma, la salvación que nos hace aptos para recibir la recompensa del reino. Por nosotros mismos no somos capaces de llevar a cabo esta salvación; pero dentro de nosotros tenemos a una persona que sí puede llevarla a cabo. Esta persona es Dios mismo quien realiza en nosotros el querer como el hacer por Su beneplácito (Fil. 2:13). Dios opera en nuestro interior, y nosotros actuamos conforme a ello. Su operación interna requiere nuestra cooperación. Si estamos dispuestos a cooperar con Él, Él tendrá la base y la oportunidad de operar en nosotros, a fin de que llevemos a cabo nuestra salvación. No necesitamos luchar ni valernos de nuestro propio esfuerzo para llevar a cabo esta salvación.

PREDICAR EL EVANGELIO DEL REINO

Como sabemos, debemos comer a fin de tener fuerzas. El problema no es el alimento, puesto que éste ya ha sido preparado y ahora está delante de nosotros. Tal vez otros puedan hacer muchas cosas por usted, pero nadie podrá comer por usted. En la economía neotestamentaria de Dios, Él primero nos salva, y luego nos inicia en el ejercicio del reino. Para este ejercicio, necesitamos a Cristo y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Aunque el Espíritu está presente en el interior de todos los verdaderos creyentes, millones de cristianos no tienen hambre. Por esta razón, nosotros, quienes tenemos hambre y estamos comiendo de Cristo, debemos predicar el evangelio del reino. Debemos decirles a los santos que aunque han sido salvos eternamente, aún pueden tener problemas con el Señor cuando regrese a arreglar cuentas con ellos. El Señor examinará la manera en que vivimos, nos comportamos y laboramos después de que fuimos salvos. Esto es muy serio.

El evangelio del reino es algo que el enemigo ha enterrado completamente. Hoy en día debemos tocar la trompeta de este evangelio. Cuando el Señor regrese, Él establecerá Su reino de justicia. En aquel tiempo, Él nos dará una recompensa positiva o negativa conforme a nuestros hechos. Estos hechos están relacionados con estos tres asuntos: negar el yo, tomar la cruz y perder el alma. La manera en que respondamos a estos tres asuntos será la base sobre la cual el Señor arreglará cuentas con nosotros. Entonces Él decidirá si debemos recibir una recompensa positiva o negativa. Nosotros, que creemos en la Biblia, debemos reconocer que este juicio está por venir.

El evangelio del reino es para la edificación de la iglesia. Muchos cristianos hoy en día, incluyendo a algunos de los que estamos en el recobro del Señor, pueden ignorar o descuidar este asunto. No basta con hablar de espiritualidad. La pregunta es si tomamos a Cristo o no como nuestro suministro a fin de negar el yo, llevar la cruz y perder nuestra alma. La recompensa del reino en el futuro es un incentivo para que edifiquemos la iglesia. También es una advertencia en relación con la edificación de la iglesia. Si no llevamos una vida crucificada, resucitada y vencedora, una vida que niega el yo, toma la cruz y pierde el alma, debemos estar advertidos del peligro de ser reprobados.


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