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Ejercicio de nuestro espíritu para la liberacion de nuestro espíritu, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3969-8
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CAPÍTULO UNO

NUESTRA COOPERACIÓN CON EL ESPÍRITU
CON MIRAS A LA LIBERACIÓN DEL ESPÍRITU

Lectura bíblica: Ro. 8:26-27; Jud. 20; 2 Co. 3:17

En estos mensajes quisiéramos tener comunión en cuanto a la liberación del Espíritu. Debemos comprender que la relación entre Dios y nosotros es una relación en el espíritu, porque el Espíritu de Dios mora en nuestro espíritu, obra junto con nuestro espíritu e incluso está unido y mezclado con nuestro espíritu. Romanos 8:16 dice que el Espíritu Santo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, y 1 Corintios 6:17 dice que somos un solo espíritu con el Señor. Estos versículos comprueban que el Espíritu divino y nuestro espíritu humano se han mezclado conjuntamente como un solo espíritu.

COOPERAR CON EL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu en nuestro espíritu constantemente se mueve, opera y actúa en nosotros de una manera positiva. En 1 Juan 2:27 se nos dice que la unción que hemos recibido del Señor permanece en nosotros. Este versículo no usa la palabra ungüento, sino la palabra unción, lo cual implica el movimiento o aplicación del ungüento. El ungüento es el Espíritu, y la unción es la acción o movimiento del Espíritu. Por tanto, este versículo comprueba que el Espíritu Santo, que está en nosotros hoy como el ungüento, constantemente se mueve, opera y actúa en nosotros de una manera positiva. Esto es semejante a la electricidad, la cual continuamente circula por toda la casa en forma de corriente. Si no hay corriente, entonces, en la práctica, no hay electricidad. Por tanto, a fin de que haya corriente eléctrica en la casa, la electricidad debe moverse, circular y fluir constantemente en toda la casa. De la misma manera, el Espíritu Santo se mueve continuamente en nosotros.

Sin embargo, el problema que tenemos hoy en día es que la mayor parte del tiempo limitamos, estorbamos e impedimos este movimiento, operación y acción del Espíritu. El problema no es que el Espíritu no esté obrando en nosotros; al contrario, el Espíritu continuamente está obrando. El problema es que nosotros no cooperamos lo suficiente con el Espíritu. Podemos explicar mejor esto con el ejemplo del matrimonio. Un matrimonio es la unión de dos personas, las cuales llegan a ser una sola; sin embargo, si la esposa nunca coopera cuando su esposo actúa, él no podrá hacer nada. Esto es semejante a nuestra relación con el Señor. El Señor se ha mezclado con nosotros y ahora está operando en nuestro interior, pero nosotros no cooperamos mucho con Él. A menudo oramos para que el Señor haga algo, y decimos: “Señor, estamos esperando que hagas algo”, pero no nos damos cuenta de que Él está esperando que nosotros cooperemos con Él. Él quizás nos esté diciendo: “He estado esperando por mucho tiempo a que tú cooperes”. De manera que el problema no es el Señor, sino nosotros. Es importante que nos quede muy claro este principio básico respecto a la necesidad de nuestra cooperación.

Podemos comprobar este principio en nuestra experiencia. Cuando no ejercitamos nuestro espíritu, sofocamos al Espíritu. Esto es como cerrar el tiro de una chimenea. Cuando cerramos el tiro de la chimenea, por donde entra el aire, no circula ninguna corriente de aire para que el fuego pueda arder. Muchas veces nosotros sofocamos al Espíritu de igual manera, impidiéndole que se mueva, unja y arda. Así, en lugar de cooperar con el Espíritu, apagamos el fuego del Espíritu (cfr. 1 Ts. 5:19; 2 Ti. 1:6).

El Espíritu está esperando encontrar una oportunidad para arder. Si simplemente le damos al Espíritu la oportunidad de arder, Él arderá. Por tanto, la responsabilidad recae sobre nosotros. Si quisiéramos encender un fuego, sería ridículo orar al fuego, diciendo: “Fuego, te ruego que ardas”. Si el fuego pudiera hablar, nos respondería: “Tú debes primero cooperar conmigo; tienes que echarme algo para que pueda arder”. No hay necesidad de orar al fuego. El fuego ya está listo y está esperando encontrar la oportunidad para arder; si simplemente cooperamos abriendo el tiro de la chimenea, trayendo madera y echando un poco de combustible, el fuego arderá. Sucede lo mismo con el Espíritu. En el pasado escuché a muchas personas orar de esta manera: “Señor, llénanos del Espíritu Santo. Estamos esperando el derramamiento de Pentecostés”. En la mayoría de los casos esta clase de oración no funcionó. Sin embargo, sabemos por experiencia que siempre que cooperamos con el Espíritu Santo, el Espíritu es liberado.

Debemos tener claro que el hecho de que el Espíritu Santo nos llene u opere no depende del Espíritu Santo, sino de nosotros. Si no cooperamos con el Espíritu o si no estamos dispuestos ni listos, el Espíritu no podrá hacer nada. Lo único que Él podrá hacer es esperar hasta que nosotros estemos dispuestos y listos.


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