Información del libro

Dios Triuno es vida para el hombre tripartito, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0254-8

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Actualmente disponible en: Capítulo 19 de 19 Sección 2 de 2

LA UNIDAD ES LA COMUNIÓN

La comunión divina es la impartición del Dios Triuno en nosotros, los hombres tripartitos, haciendo así que nosotros y Dios seamos uno. En realidad, esta unidad es la comunión. La palabra griega que se traduce “comunión” es koinonía, que significa participación mutua, y esta participación mutua produce la unidad. Cuando un esposo participa de su esposa y ella de él, son uno. En realidad, la comunión es sencillamente la unidad. Cuando Dios tiene comunión con nosotros y cuando nosotros tenemos comunión con Él, esa comunión hace que Dios y nosotros seamos uno. En todo el universo hay una extensa unidad, y esta extensa unidad es la comunión divina. Nosotros, los hombres tripartitos, somos uno con el Dios Triuno. En Juan 17 el Señor oró diciendo: “Para que sean uno, así como Nosotros somos uno” (v. 22b). El deseo del Señor es hacer que todos seamos uno, así como el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno. La unidad de la iglesia es parte de la unidad divina de la Trinidad Divina. Finalmente, la iglesia y la Trinidad Divina son uno en la comunión.

EL ESPÍRITU ES LA COMUNIÓN

A fin de tener esta comunión se necesita desesperadamente al Espíritu. En realidad, el Espíritu mismo es la comunión. La expresión la gracia de Cristo significa que Cristo es gracia; la frase el amor de Dios indica que Dios es amor; y la expresión la comunión del Espíritu significa que el Espíritu es la comunión. Necesitamos la comunión, el Espíritu, pero hay obstáculos entre nosotros y Dios, así como entre nosotros y los demás.

EXPERIMENTAR LA CRUZ A FIN DE ESTAR
TOTALMENTE EN LA COMUNIÓN DIVINA

Me preocupa que algunos santos entre nosotros no estén completamente en esta comunión divina. En el entrenamiento puede que sea necesario hablar una palabra franca y fiel a los entrenantes, pero es posible que mi franqueza les moleste. Esa molestia puede llegar a convertirse en un obstáculo dentro de ellos. Si yo siempre hablara bien de los entrenantes, ciertamente no habría obstáculo alguno entre nosotros, pero si les hablo con franqueza, ello puede crear un obstáculo dentro de ellos. Debido a que hay un obstáculo en usted con respecto a otro hermano, su comunión con él no es muy completa. Puede ser que evadamos el contacto con ciertos santos debido a los obstáculos que existen en nosotros en contra de la comunión divina. Nuestra comunión no es completa y hay obstáculos que permanecen en nosotros porque no tenemos la cruz en nuestra experiencia.

Tal vez nos parezca que debemos ejercer nuestra paciencia y tolerancia para con los santos para poder soportarlos, pero tal ejercicio es conforme a la enseñanza de Confucio. Ésta no es la enseñanza de la Biblia. La Biblia nos dice que tomemos la cruz. En Gálatas 2:20a Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Éste es el camino de la cruz. Puesto que “ya no vivo yo”, no tengo ningún sentir con respecto a la crítica de cierta persona acerca de mí. Esto no significa que ejerza mi paciencia, mi tolerancia y mi longanimidad. Esta clase de ejercicio pertenece al campo de la ética, al campo de la enseñanza de Confucio.

Necesitamos ver qué es la paciencia. El hermano Watchman Nee me ayudó a ver esto. Cuando yo estaba en la obra con él en Shanghái, pasábamos muchos ratos juntos en comunión personal. En 1933, en cierta ocasión, me dijo: “Witness, ¿qué es la paciencia?”. Le respondí que la paciencia era algo que se ejerce para tolerar y soportar el mal trato o la persecución de parte de otros. Me dijo que esto no era la paciencia. Cuando me dijo eso, le pedí que me dijera qué era la paciencia. Rehusó decírmelo en seguida. Finalmente, me dijo: “La paciencia es Cristo”. En aquel día, mis ojos fueron abiertos para ver que Cristo es nuestra verdadera ética. El apóstol Pablo experimentó a Cristo como su longanimidad y también experimentó a Cristo como su paciencia. A fin de tener la paciencia de la cual habla Confucio, no necesitamos a Cristo. Sin embargo, a fin de tener la paciencia bíblica, necesitamos a Cristo, porque Él es nuestra paciencia.

La cruz trae a Cristo a nosotros. Con Cristo he sido juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Esto es la cruz. Cristo como paciencia vive en mí. Él vive en mí como todas las virtudes humanas que los demás consideran como la ética. Necesitamos a Cristo, pero sin la experiencia de la cruz no podemos experimentar a Cristo. Himnos, #297 dice: “Muerte vida trae”. Esto quiere decir: “Si no tengo la cruz, no tengo a Cristo”. Además, “si no tengo a Cristo, no tengo al Espíritu, y si no tengo al Espíritu, no tengo comunión”. Es por esto que se necesita la cruz. En Mateo 16:24 el Señor dijo: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. El Señor usó las palabras su cruz. Hay una porción particular de la cruz destinada a cada uno de nosotros con la finalidad de eliminarnos.

Las hermanas jóvenes entre nosotros necesitan experimentar la cruz. Para una hermana, tener contacto con un hermano en una manera frívola y descuidada es comportarse sin la cruz. La mejor virtud de una mujer es estar consciente de que es mujer. La manera en que una hermana se vista debe corresponder a su posición como mujer en el Señor. Es por esto que no es bíblico que las hermanas usen pantalones. Esto anula la diferencia entre el hombre y la mujer, y conduce a muchas cosas pecaminosas. Deuteronomio 22:5 dice: “No vestirá la mujer traje de hombre ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque es abominable para Jehová, tu Dios, cualquiera que esto hace”. Aprecio el ambiente de libertad en que se crían los niños norteamericanos, pero esta libertad puede llevar a disolución. Una mujer debe tener el sentir apropiado de su posición como mujer en el Señor.

Varias de las hermanas jóvenes de origen chino que están entre nosotros viven en el yo de otra manera. Por lo general, los chinos enseñan a sus hijas a callarse y esconderse, y esto ha moldeado a muchas de las hermanas jóvenes. Como resultado, no hablan con tanta franqueza. Cuando hablan, lo hacen de una manera que pide compasión de los demás. Siempre quieren la compasión de otros. Una persona que pide compasión con el tiempo se ofenderá. Una persona que no espera que nadie le estime, le respete ni se compadezca de ella, no se ofenderá fácilmente. No importa cómo trate yo un objeto tal como una silla, no puede ofenderse porque no tiene sensibilidad. Fácilmente nos ofendemos porque somos muy sensibles a nosotros mismos.

Cuando los santos se ponen de pie para hablar, tal vez quieran ver cómo responderán los hermanos que llevan la delantera. Si los hermanos dicen: “Amén”, estarán muy contentos. Si los hermanos no responden mucho, quizás se ofendan. Esto muestra que puede haber cierta súplica o esperanza en nosotros de que otros nos estimen.

La mayor parte de la crítica que hacemos de otros se debe a que somos muy sensibles con respecto a nosotros mismos y a que estamos muy conscientes de nosotros mismos. Si no tuviéramos un yo tan fuerte, no nos ofenderíamos. Muchas veces criticamos a otros porque hemos sido ofendidos. Nos ofendemos porque somos muy sensibles con respecto a nosotros mismos. Esperamos que todos nos traten bien conforme a nuestro parecer. Si alguien no nos trata bien conforme a nuestro parecer, nos ofendemos. Entonces, tarde o temprano, la crítica saldrá de nuestra boca.

Me gustaría mencionar otro punto que nos ayudará a ser útiles en la mano del Señor. Si esperamos que el Señor nos use más, tenemos que aprender a hablar por el Señor en la reunión con un tono apropiado, un sonido apropiado. Algunos no hablan de una manera muy adecuada porque son muy sensibles con respecto a sí mismos. Tales personas no pueden ser usadas por el Señor cuando hablan. En las reuniones hablan de una manera que muestra autocompasión. Se aman a sí mismos, se exaltan a sí mismos y se preservan a sí mismos. Al hablar, exhiben el hecho de que están llenos de autocompasión.

La cruz principalmente tiene como fin tratar con nosotros mismos. El Señor dijo que si deseamos seguirlo, debemos negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz. En realidad, tomar la cruz es negar el yo, hacer morir el yo, aplicar la cruz de Cristo al yo todo el tiempo. Si tenemos un yo muy fuerte y nos ofendemos con todo y con todos, no podemos tener la verdadera comunión. A fin de tener la comunión horizontal, necesitamos negarnos a nosotros mismos. Negarnos a nosotros mismos significa dejar de ser sensibles con respecto a nosotros mismos. Entonces nunca nos ofenderemos. Necesitamos que la experiencia de la cruz profundice nuestra experiencia de la comunión divina.


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