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Arbol de la vida, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-1-57593-813-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 16 Sección 4 de 4

LA PALABRA ESCRITA LLEGA A SER
LA PALABRA VIVIENTE

El Señor es la Palabra viviente, y la Biblia es la Palabra escrita. ¿Son la Palabra escrita y la Palabra viviente dos clases de palabras? Si consideramos que la Palabra escrita es algo diferente a la Palabra viviente, la Palabra escrita será conocimiento muerto. La Palabra escrita no puede separarse de la Palabra viviente, sino que debe ser una con la misma.

Muchas esposas conocen Efesios 5:22, donde dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor”. La mayoría de las esposas aprecian y respetan a los maridos de las demás; por lo tanto, el apóstol le exhorta a las esposas que estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor, sin considerar qué tipo de maridos son. ¿Cómo podría una esposa hacer que esta palabra escrita sea la Palabra viviente? Debemos darnos cuenta de que la sumisión que las casadas deben tener para con sus maridos es simplemente Cristo mismo. Las esposas deben estar sujetas a sus maridos, y esta sumisión es Cristo.

Después de leer esta palabra, debemos orar acerca de lo que entendemos. Una esposa no debe orar: “Señor, ayúdame a estar sujeta a mi propio marido”. El Señor nunca contesta una oración así. Debe orar: “Señor, yo sé que Tú eres esta vida de sumisión, esta misma sumisión. No sólo recibo esta palabra, sino que también te recibo a Ti. Señor, fórjate en mí como esta vida de sumisión. Fórjate en mí para ser mi verdadera sumisión. Te tomo a Ti como la realidad de esta palabra. Vengo a tocarte por medio de esta palabra y en ella”. Si una esposa ora de esta manera, disfrutará al Señor. Tal vez también ore: “Señor, no presto mucha atención a la cuestión de sumisión, pero presto toda mi atención a Ti. Quiero disfrutarte. Señor, te doy gracias porque eres tanto para mí. No sólo eres mi Salvador y mi Señor, sino también mi sumisión. Tú mismo eres la sumisión que tengo a mi propio marido. Voy a disfrutarte y tomarte como mi sumisión”.

Una esposa podría orar de manera equivocada: “Señor, Tú sabes que soy débil. Señor, ayúdame a estar sujeta a mi marido”. Después de orar así, se esforzará. Tendrá miedo de cometer un error con su marido y estará alerta todo el tiempo para estar sujeta. Esto en realidad es luchar, y no es gozar de un banquete. En la mañana, la esposa tal vez se esfuerce por estar sujeta y tenga bastante éxito, pero en la tarde fracasará. Experimentará luchas y fracasos. Luego tal vez se sienta avergonzada y no pueda orar. Quizás después de dos días regrese al Señor y se arrepienta, diciendo: “Señor, perdóname. Fracasé. Señor, por Tu misericordia y gracia, vuelvo a tomar la decisión de estar sujeta a mi marido. Señor, Tú sabes cuán débil soy. Señor, ayúdame”. Después de esta oración, se esforzará más y de nuevo fracasará.

Si usted aprende a ponerse en contacto con el Señor de manera correcta, no será usted quien se someta, sino el Señor. “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Ya no vivo yo mas vive Cristo como la vida de sumisión. No es necesario que yo me esfuerce ni luche, simplemente necesito comer al Señor. Después de que oremos correctamente para tocar al Señor y disfrutarle como nuestra vida de sumisión, le cantaremos aleluyas y alabanzas al Señor. Tal vez declaremos: “¡Aleluya! Estoy en el Señor y en los cielos!” No es necesario que tomemos la decisión de someternos. Hay una gracia interna que nos ministra esta sumisión cuando sea necesario. Espontánea y voluntariamente nos someteremos con gozo, con alegría y con regocijo. Sin darnos cuenta nos someteremos. Después de orar de la manera correcta, no hay tensión. La esposa no prestará atención a la sumisión, pero sí apreciará y valorará mucho a su Señor Cristo. Después de un tiempo así con el Señor, su cara resplandecerá.

Tenemos que tratar con cada versículo de la Biblia de esta forma. Lo leemos con nuestros ojos, lo entendemos espontáneamente con nuestra mente y nos relacionamos con el versículo ejercitando el espíritu para traducir o convertir la Palabra escrita en la Palabra viviente, la cual es Cristo mismo. Nunca ore de tal modo que pida al Señor que le ayude a hacer algo. Esto está mal. Al contrario, siempre tómele como el cumplimiento de Su palabra. Supongamos que leemos Juan 15:12, donde dice que debemos amarnos unos a otros. No ore usted: “Señor, tengo que amar a mi hermano. Pero Señor, Tú sabes que soy débil. Señor, ayúdame a amar”. Después de esta oración, tomará la decisión de amar a los hermanos y será expuesto y verá el fracaso. Debe esperar nada más que el fracaso. Es posible que tenga éxito por un rato, pero con el tiempo fracasará. Aun si tuviera éxito, no significaría nada ni tendría ningún valor.

Cuando leemos las palabras: “Amaos unos a otros”, tenemos que acudir al Señor con la palabra ejercitando nuestro espíritu para orar: “Señor, Tú eres el amor con el cual puedo amar a mi hermano. Simplemente te abro mi ser. Señor, entra y lléname contigo como el amor con el cual debo amar a mi hermano. Tú eres la vida que ama”. Con el tiempo cambiaremos nuestra oración en alabanzas: “Señor, te alabo. No sólo eres mi vida, sino también mi amor”. Por lo tanto, amar a nuestro hermano no es una carga sino un banquete. No es un sufrimiento sino un gozo. Disfrutamos al Señor cuando El ama al hermano a través de nosotros. No es necesario que tomemos la decisión de amar a otros. Simplemente necesitamos disfrutar al Señor y El amará a los demás a través de nosotros. Amaremos mucho, pero sin darnos cuenta.

Debemos tocar y recibir la palabra de la Biblia de esta manera. Entonces nos alimentaremos del Señor y le comeremos de verdad mediante la lectura de la Palabra. Así, la Palabra escrita llega a ser la Palabra viviente, es decir, Cristo mismo. Cristo y la Biblia serán una sola entidad. Necesitamos probar y ver. Debemos ayudar a los hermanos y hermanas a tocar la palabra del Señor de esta manera. Por la misericordia del Señor, necesitamos conservar la Biblia como un libro de vida, el árbol de la vida, no como el árbol del conocimiento. El conocimiento envanece (1 Co. 8:1). Cuanto más los cristianos aprendan de la Biblia, más envanecidos llegarán a ser. Adquieren el conocimiento sólo para condenar y criticar a otros. Demasiado conocimiento en las letras muertas da por resultado el orgullo. No haga de este libro viviente un libro de letras muertas. Pablo dijo que la letra mata (2 Co. 3:6), lo cual significa que la letra de la Biblia mata. No debemos tomar la Biblia como algo de la letra. Debemos tomar la Palabra como algo en vida y en el espíritu. Que todos gustemos y veamos lo bueno que es el Señor.

Debemos cambiar nuestra manera de leer este libro. Siempre recordemos que debemos leer la Palabra con nuestros ojos, entenderla con nuestra mente y recibirla y alimentarnos de ella con nuestro espíritu por medio de la oración. Entonces día a día seremos alimentados. Diariamente la Palabra viviente llegará a ser una con la Palabra escrita, y día a día cuando recibamos algo de la Palabra escrita, llegará a ser el Espíritu. Delante de nosotros es la Palabra, pero llegará a ser el Espíritu dentro de nosotros. Cuando llega a ser el Espíritu, se convierte en vida. Las palabras que el Señor nos habla son espíritu y vida. Cuando la Palabra llega a ser el Espíritu, es vida, y cuando llega a ser vida, es el suministro de vida, el alimento, que nos nutre.

Es menester que dediquemos algún tiempo diariamente para sentarnos a la mesa y disfrutar al Señor como rico banquete, para comer del Señor. Entonces seremos fortalecidos, refrescados y alimentados. De este modo, creceremos en vida. No creceremos en el conocimiento muerto, sino en vida, en espíritu y con la estatura de Cristo. El Señor es el árbol de la vida. El se nos presentó en la forma de alimento, y no sólo está en la Palabra, sino que también es la Palabra. Podemos tocarle usando nuestros ojos para leer la Palabra, nuestra mente para entenderla y nuestro espíritu para digerirla, recibirla e ingerirla. Tenemos que tocar cada porción de la Palabra ejercitando nuestro espíritu. Entonces la Palabra llegará a ser viviente y se convertirá en espíritu y vida. Entonces es nuestro alimento. Día a día tenemos que disfrutar al Señor de esta manera. Que el Señor nos introduzca en esta práctica vital.


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