Llevar fruto que permanece, tomo 1por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6314-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Edificar y perfeccionar las reuniones de hogar son la clave del éxito de la práctica de la nueva manera. Los siguientes son puntos muy importantes que pueden ayudarnos a edificar y perfeccionar las reuniones de hogar.
En primer lugar, debemos prepararnos antes de ir a visitar a las personas. Esta preparación es nada menos que la oración. La oración es indispensable en nuestro servicio cristiano. Antes de servir en cualquier aspecto, primeramente debemos orar, confesar nuestras faltas y pedir ser limpiados y ser llenos. Si no oramos primero, estaremos saliendo a visitar a las personas precipitadamente, y ello definitivamente será inútil. Por lo tanto, antes de salir a pelear la batalla espiritual, debemos tener un buen tiempo de oración, pidiéndole al Señor que nos limpie y nos llene.
Después de esto, debemos ejercitar nuestro espíritu. Nosotros los seres humanos estamos compuestos de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Debido a la caída del hombre, las personas comunes y corrientes sólo pueden usar dos partes, a saber: su alma y su cuerpo. Sin embargo, puesto que nosotros, los cristianos, hemos sido regenerados en nuestro espíritu, debemos ejercitar dicho órgano. Lo más importante en nuestra predicación del evangelio y en nuestro servicio al Señor es que ejercitemos nuestro espíritu. Aunque en cualquier servicio nuestro cuerpo está activo y el alma también debe ejercer su función, la parte más importante y crucial de nuestro ser sigue siendo nuestro espíritu. Por lo tanto, debemos aprender a ejercitar y seguir el espíritu.
Quizás algunos tengan esta pregunta: “¿Cómo puedo yo saber que el espíritu interiormente me está guiando? ¿Cómo sé que estoy siguiendo el espíritu?”. Tal vez no sepamos lo que es estar en el espíritu, pero ciertamente sabemos lo que es no estar en el espíritu. Por ejemplo, cuando estamos a punto de enojarnos, o cuando ya nos hemos enojado, entonces estamos seguros de que no hemos estado en el espíritu y que nuestras acciones no procedieron del espíritu. ¿Qué significa entonces seguir el espíritu? En palabras sencillas, seguir el espíritu es declinar hacer lo que sintamos que no procede del espíritu. Cualquier cosa que sintamos que no es del espíritu, no debemos hacerla. Ahora tal vez preguntemos: “¿Cómo podríamos dejar de obrar y no hacer nada? Si no hacemos nada, nada sucederá”. Con relación a un incrédulo, dejar de hacer todo lo que no procede del espíritu equivale a no hacer nada, debido a que su espíritu está inactivo. Sin embargo, cuando nosotros los que servimos al Señor oramos y luego no hacemos ninguna cosa que sintamos que no procede del espíritu, lo demás que hagamos será del espíritu. Esto es muy sencillo y claro. Después que oremos, debemos ejercitar nuestro espíritu adondequiera que vayamos. Con relación a lo que debemos decirles a las personas, también tenemos que ejercitar nuestro espíritu. Cada vez que sintamos que algo no procede del espíritu, no debemos hacerlo; entonces todo lo demás será del espíritu.
Además de esto, tenemos que ser liberados de los rituales religiosos. Puesto que los conceptos religiosos han sido sembrados en lo más profundo del corazón del hombre, las personas seculares consideran el cristianismo como una especie de religión, pensando que el propósito del cristianismo es simplemente adorar a Dios. Por esta razón, si queremos establecer una reunión en los hogares de las personas después que son salvas, ellas pensarán que las estamos llevando a un “culto dominical”, y nos verán a nosotros como si fuéramos pastores y predicadores. En particular, pensarán que los santos que vienen de fuera del país son misioneros extranjeros. Si no somos cuidadosos, podríamos comportarnos como si de hecho fuésemos pastores. Los nuevos creyentes nos “ordenarán” y aceptarán todo lo que les digamos. Luego, cuanto más nos acepten, más contentos estaremos nosotros, y cuanto más contentos estemos, más seremos como pastores. Como resultado, surgirá un culto religioso. No habrá necesidad de que pongamos afuera un letrero que diga a las personas que la iglesia es especial y diferente de las denominaciones, que no tenemos pastores ni rituales religiosos. Simplemente decir estas cosas es inútil. Lo que es verdaderamente útil es la manera en que nos conducimos, hablamos y nos comportamos en sus hogares. Éste es el patrón más crucial que necesitamos en las reuniones de hogar.
Cuando nos reunimos en los hogares, nunca debemos decir a las personas de manera altiva que estamos allí para enseñarles. No debemos tener en absoluto una actitud altiva; en vez de ello, simplemente debemos ser cristianos comunes y corrientes que se reúnen con ellos. Lo primero que debemos hacer es desligarnos de la herencia y tradición de celebrar “cultos” como acostumbra el cristianismo. Una vez que hayamos venido a la casa de alguien, lo primero que debemos hacer no es acomodar las sillas como si fuésemos a celebrar un culto dominical. Cuanto más normales estén acomodadas las sillas, mejor. Nunca debemos ponernos a acomodar las sillas como si fuésemos conserjes de capilla. Asimismo, tampoco debemos escoger para nosotros mismos un asiento especial como lo hacen los pastores, y menos aún, asumir la responsabilidad de leer las Escrituras como hacen los pastores. Simplemente debemos sentarnos de una manera normal y en cualquier asiento. Si después de llegar a la casa de alguien nos parece que las sillas están muy desacomodadas y de inmediato nos ponemos a acomodarlas, y luego escogemos un buen lugar para sentarnos y después pedimos un himno, lograremos conducir con éxito un “culto dominical”. Por consiguiente, nunca debemos hacer estas cosas.
Quizás alguien haga esta pregunta: “Si acomodar las sillas nos convierte en conserjes de capilla, pedir himnos nos convierte en pastores, orar nos convierte en pastores principiantes y leer las Escrituras nos constituye predicadores, ¿qué debemos hacer entonces en las reuniones de hogar?”. El problema de los conceptos religiosos es precisamente la razón por la cual es mejor no llevar prematuramente a los nuevos creyentes a las reuniones que se efectúan en el salón de reunión. Si se les trae antes de tiempo, es posible que sean “contaminados” y entre en ellos el veneno de la religión. Puesto que no hemos sido completamente liberados de los rituales y tradiciones de la vieja religión, no debemos traer a los creyentes recién salvos a las reuniones conforme a la vieja manera.
Cuando llega el momento en la reunión de hogar durante el cual normalmente pedimos un himno, es posible que sea mejor no pedirlo. En vez de ello, podemos conversar con ellos sobre sus asuntos cotidianos. Podemos preguntarles cuántos hijos tienen, o podemos preguntarles si saben qué hacer en una reunión. Posiblemente digan que no saben o que saben sólo un poco. Cualquiera que sea su respuesta, podemos aprovechar esa oportunidad para tener comunión acerca de andar conforme al espíritu. No debemos ser como aquellos que aprenden a boxear conforme a reglas rígidas que les dicen cuándo dar un izquierdazo y cuándo dar un derechazo. Seguir un procedimiento a ciegas no tiene mucho efecto.
Después de guiarlos de esta manera una o dos veces, ellos habrán aprendido algo. Luego cuando los visitemos una tercera vez, podemos decirles: “Hermano, ¿qué debemos hacer ahora?”. El hermano nuevo podría decir: “Oremos”. Luego podríamos preguntarle: “¿Quién debe orar?”. Si él responde: “Usted”, entonces podemos decirle: “Hermano, no quiero ser el pastor. No quiero orar primero. Quizás usted podría orar”. Poco a poco, tenemos que hacerles saber que una reunión no tiene que ver con formas ni rituales, sino con el hecho de seguir el espíritu. Aunque podemos haber acordado empezar la reunión a las 7:30 p.m., no tenemos que esperar a que sea exactamente esa hora para empezar la reunión. Ésta es una reunión en su casa. Después de que terminen la cena a las 6:45 p.m., y estén limpiando, el hermano menor puede orar para empezar la reunión mientras la madre todavía está lavando los platos. Entonces el hermano mayor puede cantar el himno: “Necesitas, necesitas, necesitas a Jesús”. De esa manera, la reunión de hogar empezará.
Si ponemos esto en práctica desde que se establece una reunión de hogar, podremos acabar con el concepto de tener un servicio dominical. No es necesario empezar la reunión leyendo la Palabra ni orando. Ni siquiera existe el requisito de empezar la reunión a una hora fija. Es posible que en lugar de empezar la reunión en la sala, la empecemos en la cocina. Después que terminan de cenar, mientras aún es temprano, alguien podría lavar los platos y empezar a cantar: “Desde que Jesús vino a mí”. Entonces el hijo pequeño que está en el salón contiguo podría responder a esto, diciendo: “Amén, ¡aleluya!”. De esta manera la reunión habría empezado. Díganles que en las reuniones no existen formas ni rituales, y que únicamente tenemos al Espíritu, la presencia del Señor. Si a este grado entendemos las reuniones de hogar, entonces cuando salgamos a brindar apoyo a las reuniones de hogar, podremos ayudar a rescatar a las personas de la religión. De este modo, acabaremos con la tradición del cristianismo. Éste es precisamente el camino nuevo y vivo que debemos seguir.
En las reuniones, cuando los nuevos creyentes estén leyendo versículos o dando algún testimonio o diciendo algo, no debemos corregirlos. Si se presenta algo que definitivamente es inapropiado, debemos corregirlos en privado o esperar a una próxima ocasión. Nunca debemos corregirlos inmediatamente, pues esto apagará su espíritu y entonces se introducirán las ordenanzas. Si la situación llega al punto en que no hacen nada, podríamos guiarlos un poco, preguntándoles: “¿Crees que podríamos leer unos versículos ahora?”. Luego podríamos preguntarles qué versículos leer. Quizás nosotros hubiéramos decidido leer Apocalipsis, pero ellos deseen leer Génesis. No debemos decirles que no; en vez de ello, debemos leer Génesis con ellos. Después de leer, podríamos explicarles un poco lo que han leído. Luego, podríamos preguntarles por qué quisieron leer ese pasaje. De ese modo ellos sabrán cómo leer la Biblia, cómo compartir y cómo dar un testimonio. Hay muchas maneras de practicar, pero es suficiente si podemos captar el principio.
Sin embargo, eso no significa que debamos olvidarnos de nuestra carga. Después que nos hayamos reunido por quince o veinte minutos, y después que todos hayan aprendido un poco, podemos sugerirles, a modo de comunión, que lean un pasaje de la Biblia según la carga que sentimos. Después de leer, no debemos empezar a hablar inmediatamente; más bien, podemos preguntarles si les pareció bueno ese pasaje. Por ejemplo, el pasaje que leamos puede ser Juan 1:29: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Podemos preguntarles: “¿Les parece bueno este pasaje de la Palabra? ¿Cuál frase les parece que es la mejor? ¿Cuál es el mejor punto?”. Hacemos todo esto para inspirarlos, y una vez que sean inspirados podremos liberarles nuestra carga. Finalmente, podemos sugerirles a todos que memoricen ese versículo. Si brindamos esta ayuda en la reunión de hogar, los nuevos creyentes no pensarán que hemos venido a efectuar un culto dominical con ellos. Aunque no tenemos que seguir cierto modelo, sí debemos sentir en nuestro interior una carga muy concreta. No obstante, no debemos esforzarnos demasiado en cuanto a lo que necesitamos hacer. Simplemente debemos darles la impresión, de una manera flexible, de que vamos a su casa sólo para tener comunión con ellos.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.