Lecciones básicas acerca de la vidapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1467-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Primero, la vida divina es impartida en nuestro espíritu. Romanos 8:10 dice que como Cristo está en nosotros, nuestro espíritu es vida. Esto se debe a que Cristo mismo es esta vida, y ésta se halla en nuestro espíritu. Es por eso que nuestro espíritu es vida. Este punto es de suma importancia. El versículo 10 no dice que como Cristo está en nosotros, la vida está en nosotros; más bien, dice que nuestro espíritu es vida. Ahora nuestro espíritu regenerado es vida.
El contraste que se presenta en el versículo 10 es bastante interesante. Dice que si Cristo está en nosotros, nuestro cuerpo está muerto; no que nuestro cuerpo sea muerte. Lo contrario a estar muerto es estar vivo. Según esto, parece que este versículo debería decir que aunque nuestro cuerpo está muerto, nuestro espíritu está vivo. Pero Pablo formula un contraste diferente. Él dice que aunque nuestro cuerpo está muerto, nuestro espíritu es vida. Puesto que Cristo está en nuestro espíritu, nuestro espíritu no sólo está vivo, sino que además es vida.
Podemos leer Romanos 8:10, donde dice que nuestro espíritu es vida, y entender que la vida está en nuestro espíritu o que nuestro espíritu está vivo. Leemos lo que dice el versículo explícitamente, pero lo entendemos de otro modo, de una manera natural. No nos percatamos de que nuestro espíritu caído, después que Cristo lo regenera, llega a ser vida. No es simplemente una entidad viva ni que sólo tenga vida, sino que es vida.
Pablo no usa estas palabras y frases de manera casual. El escribió el libro de Romanos como un abogado redacta un documento legal. En Romanos 8 cada palabra, cada frase, cada cláusula y cada oración debieron de haber sido seleccionadas concienzudamente por Pablo. Él fue muy exacto con respecto a la experiencia de vida y la verdad. Todo lo descrito en Romanos 8 gira en torno a la vida y a la verdad. Pablo dice que como Cristo está en nosotros, nuestro espíritu es vida. Ahora que somos salvos, hay una parte de nuestro ser que es vida.
Tenemos que recalcar firmemente que Cristo está en nosotros. La vida no es la buena conducta. La vida es Cristo. Ninguna virtud, por sublime que sea, es vida, puesto que la vida es una persona, es Cristo mismo, y Cristo está en nosotros. Debemos recalcar esto firmemente, pues ningún énfasis es suficiente para declarar: “Cristo en vosotros”. No tenemos palabras para resaltar este hecho. En todo el universo no hay nada más grande que este hecho: Cristo está en nosotros. La maravilla suprema, la maravilla de las maravillas del universo es que Cristo está en nosotros. Debemos dejar una profunda impresión en los santos de lo que Cristo es. Él es Dios y hombre; es divino y humano. Debemos recalcar reiteradamente todas las admirables riquezas de Cristo. Pues tal persona ahora está en nosotros.
No debemos tomar a la ligera el capítulo 8 de Romanos. No es insignificante que fuese escrito Romanos 8 y que se encuentre en la Biblia. Sin contar con Romanos 8, ¿qué haríamos nosotros los cristianos? Debemos permitir que esta maravilla de que Cristo está en nosotros deje una huella profunda tanto en nosotros como en los demás santos.
Ya que Cristo está en nosotros, nuestro espíritu es vida. La regeneración es una obra en la cual Cristo se mezcla con nuestro espíritu. Ahora Cristo es vida, y nuestro espíritu también es vida. Esto se debe a que nuestro espíritu fue hecho uno con Cristo, quien es vida. En 1 Corintios 6:17 se nos dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Sin duda este espíritu se compone tanto de Cristo como de nuestro espíritu; así que tanto Cristo como nuestro espíritu son vida. Es por eso que necesitamos ejercitar nuestro espíritu. Si ejercitamos nuestro espíritu, la vida será infundida en los demás porque nuestro espíritu es vida. Si ejercitamos nuestro espíritu al ministrar a otros, nuestro espíritu como vida llegará a ellos.
Romanos 8:6 dice que la mente puesta en el espíritu es vida. No sólo nuestro espíritu es vida; incluso nuestra mente puede ser vida. Pero esta mente tiene que ser puesta en el espíritu. Esto significa que, esta mente debe ser inundada y saturada con el espíritu y llena del mismo para llegar a ser la mente del espíritu. Con el tiempo, el espíritu llega a ser el espíritu de nuestra mente, según se menciona en Efesios 4:23. Ya que ponemos nuestra mente en nuestro espíritu, éste satura nuestra mente y hace que llegue a ser la mente del espíritu. Con el tiempo, nuestro espíritu llega a ser el espíritu de nuestra mente. La renovación se produce a medida que este espíritu sature nuestra mente. Siempre debemos hacerles notar a los santos que este espíritu es el espíritu mezclado. Es nuestro espíritu mezclado con Cristo, el Espíritu vivificante.
Ya que nuestra mente es uno con nuestro espíritu, está conectada, unida, saturada e infundida con nuestro espíritu, también llega a ser vida. Tal mente puede ministrar vida a otros. Nuestra mente natural no puede ministrar vida a otros porque no es vida. Sin embargo, cuando nuestra mente se une a nuestro espíritu y es saturada con nuestro espíritu, el cual es vida, en ese instante nuestra mente también llega a ser vida.
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