Mensajes para creyentes nuevos: Separados del mundo #3por Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-0099-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En la Biblia se encuentran muchos mandamientos que se refieren a nuestra separación del mundo. El Antiguo Testamento tiene muchos ejemplos y enseñanzas al respecto. Por ejemplo: Egipto, Ur de los caldeos, Babilonia y Sodoma tipifican al mundo con sus diferentes aspectos. Egipto, representa el gozo del mundo; Ur de los caldeos, las religiones; la torre de Babel, la confusión; y Sodoma, los pecados del mundo. Debemos salir de Egipto y de Ur de los caldeos, como lo hizo Abraham. Lot se fue a Sodoma, y el pueblo de Israel estuvo cautivo en Babilonia. También debemos salir de allí. La Biblia usa estos cuatro lugares para representar al mundo e indicar cómo el pueblo de Dios sale de estos distintos aspectos del mundo.
Dios salvó a los israelitas mediante el Cordero de la pascua. Cuando el mensajero de Dios salió a dar muerte a todo primogénito de la tierra de Egipto, el ángel de la muerte pasó de largo ante las puertas que tenían la sangre. En la casa caya puerta no hubiera sangre, moriría el primogénito. Esto no tenía nada que ver con si la puerta era buena o mala, ni si el dintel y los postes eran especiales, ni si era una buena familia la que vivía en esa casa, ni si el primogénito honraba a sus padres. Lo único que contaba era que la sangre estuviera allí. Perecer o no perecer no depende del nivel social de la familia ni del comportamiento de uno, sino de la sangre. El factor básico de la salvación es la sangre, lo cual no se origina en nosotros mismos.
Por gracia somos salvos, y redimidos por la sangre de Cristo. Así que, tan pronto la sangre nos redime, debemos ponernos en movimiento y salir. Una vez que el Señor nos redime, no podemos comprar casas y morar en Egipto. No, todos debemos salir esa misma noche. Antes de la media noche, los israelitas sacrificaron el cordero y rociaron la sangre con hisopo; después comieron apresuradamente, con sus lomos ceñidos y los bastones en sus manos, porque tenían que salir inmediatamente.
Lo primero que la redención efectúa es la separación, lo cual significa partida o salida. Dios jamás redime a una persona para que siga viviendo en el mundo. Todo el que haya nacido de nuevo, es decir, sea salvo, debe tomar su bastón y salir. Tan pronto como el ángel de la destrucción haya separado al que es salvo del que perece, el salvo tiene que empacar y salir de Egipto.
Nadie se apoya en un bastón cuando está acostado, porque el bastón se usa para caminar. Todos los redimidos por la sangre, ya sean ancianos o jóvenes, deben tomar su bastón y salir esa misma noche, porque tan pronto esto sucede nos convertimos en extranjeros y peregrinos en esta tierra. Así que debemos salir de Egipto y separarnos del mundo inmediatamente. No debemos continuar viviendo allí.
Una hermana, mientras enseñaba la historia de Lázaro y el rico, preguntó a los niños: “¿Quién desean ser, el rico o Lázaro? Acuérdense que el rico disfruta en esta era, pero sufrirá en la próxima, mientras que Lázaro sufre hoy, pero disfrutará en la era venidera. ¿Cuál de estos dos quisieran ser?” Un niño de ocho años le contestó: “Mientras yo esté vivo, quiero ser el rico, pero cuando muera, quiero ser Lázaro”. Muchas personas son así, cuando necesitan la salvación, confían en la sangre del Cordero, pero después de que son salvos por la sangre, se establecen firmemente en Egipto, esperando obtener el beneficio de las dos partes.
La redención que la sangre efectúa nos salva del mundo. Cuando la sangre nos redime, nos volvemos extranjeros y peregrinos en esta tierra. Esto no quiere decir que ya no vivamos en el mundo, sino que fuimos separados de él. Así que cuando la redención se aplica, éste es el resultado. Tan pronto somos redimidos, el curso de nuestra vida cambia y tenemos que dejar el mundo. La sangre separa a los vivos de los muertos y a los hijos de Dios de la gente del mundo. Cuando recibimos la redención, no podemos permanecer en el mundo.
La historia del éxodo de Israel de Egipto, nos muestra cuán difícil fue para ellos salir. Egipto trató de retenerlos una y otra vez. La primera vez que lo intentaron, Faraón permitió que los varones salieran, pero tenían que dejar allí a los jóvenes y a los ancianos. El sabía que haciendo esto, los fuertes no podían ir muy lejos y que con el tiempo regresarían. La estrategia de Satanás es evitar que nos separemos totalmente de Egipto. Por eso, Moisés, desde un principio, rehusó las demoras que Faraón ocasionaba. Si dejamos allí una cosa o a una persona, no podremos ir muy lejos, porque eso nos hará regresar.
Faraón le dijo a Moisés: “Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra” (Ex. 8:25). Primero les dice que no vayan lejos; después, que los varones pueden ir; y por último, que todo el pueblo podía salir, sólo si dejaban el ganado y las ovejas. La estrategia de Faraón era persuadirlos a que sirvieran a Dios en Egipto. El estaba dispuesto a permitir que fueran hijos de Dios, siempre y cuando permanecieran en Egipto, porque sabía que si una persona servía a Dios allí, no podría ser un testimonio y, como consecuencia, seguiría siendo su esclavo. Aunque deseara ser un siervo de Dios, terminaría siendo siervo de Satanás.
Si usted intenta servir a Dios en el mundo, terminará siendo esclavo de Satanás, produciendo ladrillos para éste. El no lo soltará, y si lo hace, no le dejará ir muy lejos, o sólo permitirá que los varones vayan, y el resto tendrá que quedarse. Satanás conoce muy bien Mateo 6:21: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”, y sabe que el tesoro y la persona están ligados. Si Faraón retenía el ganado y las ovejas, el pueblo regresaría tarde o temprano. Dios quería que tanto el ganado como las ovejas siguieran al pueblo. El quería salvarlos de sus posesiones.
Desde el momento que una persona se salva, debe irse al desierto y llevar consigo a los suyos y sus tesoros. Si no hace esto, regresará a Egipto y no podrá irse. Dios manda que quienes le sirven deben separarse del mundo.
Confesar con nuestra boca: “Creo en el Señor Jesús”, no es suficiente. Necesitamos salir del mundo. Esto nos lleva un paso más adelante. Si bien es cierto que no debemos ser cristianos mudos, no es suficiente sólo confesar nuestra fe. Debemos también separarnos del mundo, y poner fin a nuestras antiguas amistades, cortar toda atadura social y toda otra relación que tengamos con el mundo. Debemos valorar la posición que tenemos en el Señor y abandonar la posición que teníamos en el pasado. Al salir, nuestras posesiones tienen que ir con nosotros. Aunque todos digan que somos insensatos, no debemos escucharlos; debemos salir de Egipto hoy mismo. En el momento en que nos convertimos, tenemos que salir al desierto.
En el Nuevo Testamento, tanto Egipto como el desierto representan al mundo: Egipto, en el sentido moral, y el desierto, en el sentido físico. Los cristianos se encuentran en el mundo físico. El mundo también tiene dos aspectos: es un lugar, y un sistema. Hay muchos aspectos del mundo físico que son atractivos, los cuales despiertan la concupiscencia de los ojos, la lujuria de la carne y la vanagloria de la vida. Aparte de esto, es el lugar donde el cuerpo de uno reside. Esto es Egipto.
Los cristianos debemos salir del sistema del mundo; es decir, del mundo moral. Debemos dejar el mundo moral atrás, y tener presente que aunque continuemos viviendo en el mundo físico, para nosotros es el desierto.
¿Qué es el mundo para nosotros? El señor D. M. Panton lo describió muy bien cuando dijo: “Mientras viva, el mundo es un peregrinaje para mí; y cuando muera, una tumba”. Mientras un cristiano vive en la tierra, transita por el mundo, y cuando muere, el mundo se vuelve la tumba en la cual es enterrado. A los ojos del mundo, el creyente está en el desierto en un peregrinaje. Los incrédulos son los que están en el mundo, y debemos separarnos de ellos.
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