Economía neotestamentaria de Dios, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-252-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En Juan 7:37-39 se nos dice claramente que tal Espíritu de vida, el cual es el agua viva, “aún no había porque Jesús no había sido aún glorificado” (lit., v. 39). En otras palabras, antes de la muerte y la resurrección de Jesús, aún no había tal Espíritu compuesto, el Espíritu vivificante, el Espíritu todo-inclusivo como la consumación del Dios Triuno. El Espíritu de Dios ya estaba allí, así como el Espíritu de Jehová, pero aún no había el Espíritu que da vida, el Espíritu compuesto, el Espíritu todo-inclusivo hasta que Jesús fue crucificado y glorificado en resurrección (Lc. 24:26). Después de Su resurrección, El regresó a los discípulos como el Espíritu porque por medio de Su muerte y Su resurrección El terminó todo el proceso para hacer completo al Espíritu. Después de Su muerte y resurrección, el Espíritu estaba completamente compuesto para ser el Espíritu vivificante.
Juan 20:19-22 nos muestra que en la noche del día de la resurrección El vino a Sus discípulos como tal Espíritu. “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (vs. 19-22). Cuando el Señor volvió a los discípulos en el atardecer del día de la resurrección, todavía tenía un cuerpo porque mostró a los discípulos las manos y el costado. Las puertas del cuarto donde estaban los discípulos estaban cerradas, pero Jesús vino y se puso en medio de ellos. La Biblia no nos dice cómo entró al cuarto. Nuestra mentalidad humana simplemente no puede comprender tal cosa. Su cuerpo era espiritual, pero todavía podía ser tocado. Este era el Jesús resucitado, con un cuerpo resucitado y espiritual (1 Co. 15:44).
Entonces el Señor Jesús sopló dentro de los discípulos, y pidió que los discípulos recibieran aquel aliento. El llamó aquel aliento el Espíritu Santo. En griego el Espíritu Santo también significa el Aliento Santo. El Espíritu Santo es el aliento del Hijo. No podemos decir que el aliento es una persona, y que el que sopla es otra persona. Estos versículos nos muestran claramente que el Espíritu no es otra persona, sino el mismo aliento del Hijo. No debemos considerar que el que sopla es una persona y el aliento es otra persona. Realmente, el aliento una persona es con el que sopla. El Cristo resucitado como el Espíritu vivificante es el aliento. Esto indica que Cristo el Hijo que regresa en resurrección es el Espíritu. Es por esto que algunos de los primeros estudiantes de la Biblia llamaron a tal Cristo “el Cristo neumático”. El Cristo en Juan 20 es el mismo Cristo neumático en resurrección. Después de que había realizado todos Sus procesos, llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), y este Espíritu vivificante es el Cristo neumático.
La mayoría de los maestros cristianos enseñan que el Espíritu no vino sino hasta el día de Pentecostés. En realidad, el Espíritu vino en el día de la resurrección (Jn. 20:1, 19, 22). Primeramente vino de manera secreta como vida, significada por el aliento del Cristo resucitado. El Cristo resucitado y neumático regresó a Sus discípulos secretamente en la noche en un lugar cerrado en cuanto a los demás, y se sopló dentro de Sus discípulos. Cuando respiramos, nadie ve lo que respiramos. La respiración es algo secreto. Lo que respiramos no puede verse, pero es tan real. También, el mismo aliento aspirado dentro de nuestro ser intrínseco es muy vital. Si ustedes no comen durante diez días, todavía podrán vivir. También, podrán dejar de beber durante dos días y todavía podrán vivir. Pero traten de no respirar por unos cinco minutos. Si dejasen de respirar, aun por cinco minutos, morirían. Esto muestra cuán crucial es la respiración, y no tuvo lugar esta respiración en el día de Pentecostés, abiertamente, con una gran voz recia. Esta respiración sucedió silenciosamente, secretamente, en el atardecer del día de la resurrección de Cristo.
Debemos comprender que esta respiración es más crucial, más vital, que el viento recio en el día de Pentecostés (Hch. 2:2). Muchos cristianos han visto sólo el viento recio soplando en el día de Pentecostés. Nunca han visto el soplo silencioso, suave y secreto en el día de la resurrección. Queridos santos, consideren estas dos cosas. ¿Cuál es más vital? ¿El aliento o el viento recio? Si una persona estuviera muriéndose y la pusieran bajo el viento recio, este viento recio no le ayudaría. Pero si le dieran a una persona moribunda oxígeno para aspirar, entonces esto es un salvavidas. De igual manera, el soplo silencioso, suave y secreto en el día de la resurrección es un salvavidas. En realidad, es más que un salvavidas; es algo que imparte vida y suministra vida. Todos aquellos discípulos naturales, mediante aquel soplar en el día de resurrección, recibieron al Espíritu de la vida divina e increada de Dios. Todos ellos fueron avivados, vivificados y llenados con el Espíritu. Llegaron a ser personas que no vivían por sí mismas sino por el Espíritu, personas que intrínsecamente en su esencia eran uno con el Dios Triuno.
Yo creo que todos nosotros hemos visto que el período de tiempo desde la concepción del Señor hasta Su envío del Espíritu fue un proceso completo por el cual El pasó mientras estuvo aquí en esta tierra. Su concepción introdujo a Dios en el hombre, haciendo la divinidad una con la humanidad. Esto fue el comienzo de Su encarnación. Su nacimiento llevó a cabo esta encarnación maravillosa que hizo a Dios uno con el hombre, que introdujo la divinidad en la humanidad y que aun mezcló a Dios con el hombre como uno. El fue un Dios-hombre que vivió en esta tierra durante treinta y tres años y medio como un hombre que vivió a Dios como Su vida. El fue completamente capacitado para morir una muerte que realizó el plan total de Dios. Después de Su muerte, El entró en resurrección y por medio de Su resurrección, el hombre fue introducido en Dios.
Su encarnación introdujo a Dios en el hombre, y Su resurrección introdujo al hombre en Dios. Por medio de este tráfico de doble dirección, la mezcla de Dios y el hombre se efectuó completamente. Por medio de la encarnación, Dios se hizo carne. Por medio de la resurrección, este Dios-hombre llegó a ser un Espíritu vivificante. En Su resurrección regresó a Sus discípulos como el Espíritu. El era entonces el “Cristo neumático”. Todavía era el Dios-hombre, pero Su humanidad había sido resucitada y designada en la filiación de Dios (Ro. 1:3-4). Tal Persona, el Cristo neumático como el Espíritu, regresó a Sus discípulos y se sopló a Sí mismo como el Espíritu dentro de ellos. De aquel día en adelante El se hizo realmente uno con Sus discípulos. El llegó a ser el propio ser intrínseco de Sus discípulos esencialmente. Este Cristo resucitado, este Cristo neumático, este Cristo, quien es el Espíritu, entró como tal en Sus creyentes en el día de Su resurrección para ser la esencia misma de ellos y para ser su vida esencialmente.
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