Impartición divina de la Trinidad Divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6710-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cristo expresa a Dios. Nadie ha visto a Dios jamás, pero Cristo, quien ha dado a conocer a Dios, también lo expresó (Jn. 1:18; 14:9b-11a). Cuando usted lo ve a Él, ve a Dios. Dios es amor, Dios es luz, Dios es santo y Dios es justo. Todos estos atributos de Dios se pueden ver en el Señor Jesús. El Señor Jesús es amor, luz, santidad y justicia porque Él es la expresión de Dios, por lo cual podemos participar de Dios y Dios puede impartirse en nuestro ser.
El Señor Jesús nació, y en los primeros treinta años de Su vida no tuvo ningún discípulo. Pero en Sus últimos tres años y medio, Él atrajo a algunos discípulos quienes le acompañaron. Él estaba con ellos, mas no estaba en su interior. Esto significa que Dios aún no se había impartido en ellos. Sin embargo, Él los había atraído y los había preparado. Después de esto, murió y resucitó y regresó a ellos en calidad de Espíritu. Él sopló en ellos, y por medio de Él todos recibieron al Espíritu (Jn. 20:22). A partir de entonces Dios empezó a impartirse en todos los discípulos. El Señor Jesús se tardó tres años y medio en preparar a los discípulos para que recibieran a Dios en su interior como gracia y realidad. Después de esto, Dios se infundió e impartió en ellos.
Muchos de nosotros éramos como esos discípulos. Yo estuve en el cristianismo desde mi juventud, pero nunca había recibido la impartición de Dios. No fue sino hasta cuando tenía diecinueve años que el propio Dios un día se impartió en mi ser. Esto me hizo diferente, y desde ese día en adelante empecé a disfrutar a Dios como mi gracia y mi realidad. En efecto recibí algo que era muy dulce y muy real, y yo disfrutaba al Señor. Descubrí cuán fidedigno y sempiterno Él era. Él nunca desapareció. Él era mi gracia y mi realidad. Esto es Dios que se imparte a nosotros.
El Señor Jesús preparó a Sus discípulos por tres años y medio, y luego un día fue a la cruz y allí murió. Su muerte en la cruz fue en todo aspecto una preparación. Por medio de Su muerte, Él preparó el camino y abrió la puerta para que Sus discípulos entraran en Dios. ¿Cómo hizo esto? En primer lugar, por medio de Su muerte en la cruz, Él quitó el pecado de ellos (Jn. 1:29). El pecado es el principal obstáculo entre el hombre y Dios. Si el hombre ha de entrar en Dios y Dios ha de impartirse en él, definitivamente este obstáculo del pecado tiene que ser quitado.
Un segundo obstáculo que el Señor eliminó en la cruz fue el mundo (Jn. 12:31a). El mundo en su totalidad es un sistema satánico que distrae a las personas y las aparta de Dios. A fin de que el hombre entre en Dios, de tal modo que Dios pueda entrar en el hombre, el mundo tiene que ser juzgado. Cristo en la cruz por medio de Su muerte juzgó al mundo, el sistema diabólico de Satanás.
Un tercer obstáculo que el Señor eliminó en la cruz fue el enemigo de Dios, el diablo o Satanás (Jn. 12:31b; 16:11). Por medio de Su muerte en la cruz el Señor Jesús destruyó a Satanás.
Además, nuestra naturaleza serpentina, esto es, nuestra naturaleza pecaminosa, el pecado que mora en nosotros, fue eliminada en la cruz (Ro. 8:3; 2 Co. 5:21). Debido a que somos personas caídas, tenemos una naturaleza pecaminosa que es serpentina. Dicha naturaleza está llena del veneno de la serpiente antigua, Satanás. Todo ser humano tiene el veneno de la serpiente antigua, y por eso a los ojos de Dios todo ser humano es serpentino. Por esta razón, el Señor Jesús murió en la cruz como serpiente de bronce, es decir, en la semejanza de carne de pecado (Jn. 3:14), para poner fin a nuestra naturaleza serpentina.
Por lo tanto, por medio de la cruz el pecado fue quitado, el mundo fue juzgado, Satanás fue destruido y nuestra naturaleza serpentina fue eliminada. Esto significa que todos los obstáculos fueron quitados y el camino fue preparado. El velo fue abierto (Mt. 27:51; He. 10:19-20). Ahora, cada uno de los discípulos de Jesús puede entrar en Dios.
Además, la muerte del Señor Jesús en la cruz liberó la vida divina (Jn. 12:24). La vida divina estaba en el Señor Jesús así como la vida está contenida en una pequeña semilla. La vida se halla escondida en el interior de cada semilla, y a fin de que la vida sea liberada, la semilla tiene que morir dentro de la tierra. De igual manera, la vida divina estaba escondida en el interior del Señor Jesús. Cuando Él murió en la cruz, la vida divina que estaba en Su interior fue liberada. Así pues, todos los obstáculos fueron quitados, y la vida divina fue liberada, de modo que todo estuviera listo para que nosotros entráramos en Dios y para que Dios entrara en nosotros, a fin de que la vida divina pudiera ser impartida en nuestro ser. Esto no es solamente la salvación de Dios, sino también Su impartición. Dios no sólo nos ha salvado, sino que además se ha impartido en nuestro ser para hacernos hijos de Dios, personas divinas.
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