Información del libro

Testimonio de Jesús, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8269-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 11 Sección 1 de 4

CAPÍTULO CINCO

LAS IGLESIAS COMO CANDELEROS DE ORO SON EL TESTIMONIO DE JESÚS

Lectura bíblica: Ap. 1:1-5, 9-13; 12:17; 19:10; 3:14; Éx. 25:31-32, 37

EL LIBRO DE APOCALIPSIS
ES LA MÁXIMA CONSUMACIÓN
DE LA REVELACIÓN DIVINA

Por ser el último libro de la Biblia, Apocalipsis es la máxima consumación de la revelación divina. Incluso cuando los hombres escriben algo o dan un discurso, la última palabra es importante. La Biblia es una extensa historia que consta de sesenta y seis libros, pero si careciera del último libro nos perderíamos mucho. Si solamente leyéramos de Génesis a Judas, quedaríamos desorientados sin saber cuál sería la meta de la Biblia, Su destino, Su conclusión y la revelación máxima de Dios mismo. Todos debemos ver que este libro es de crucial importancia para nuestra vida cristiana, especialmente en el final de los tiempos.

Revela el propósito eterno de Dios
de tener un edificio

El propósito eterno de Dios es tener un edificio. La Biblia comienza con la creación, pero concluye con una ciudad. Esto nos dice que la obra de Dios comenzó con la creación y se consumará en un edificio. Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, pero al final de la Biblia lo que vemos no es simplemente un cielo nuevo y una tierra nueva. Si todo el universo sólo fuese los cielos y la tierra, estaría vacío. Quizás prefiramos los cielos, pero si la meta de Dios no se cumpliese en los cielos, éstos estarían vacíos. Es en la tierra donde existe algo que conseguirá la meta de Dios. Por eso vemos al final de la Biblia tres cosas nuevas: el cielo nuevo, la tierra nueva y la Nueva Jerusalén (Ap. 21:1-2). Si entráramos en el cielo nuevo y la tierra nueva, y la Nueva Jerusalén no estuviera allí, tendríamos que llorar. Sin la Nueva Jerusalén, no tendríamos hogar en el cielo nuevo y la tierra nueva, ni tampoco tendríamos una ciudad o un edificio donde reunirnos con el Señor. Hablando con propiedad, al final Dios no estará en los cielos ni en la tierra, sino en la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es Su meta final. Esto nos demuestra que para conocer a Dios, tenemos que conocer el libro de Apocalipsis.

Presenta la revelación de Jesucristo

Hasta cierto grado, Apocalipsis contiene ciertas enseñanzas y profecías, pero no es un libro que trata simplemente de estas cosas. Los primeros dos versículos de este libro nos hablan de la revelación de Jesucristo. Entre los maestros cristianos y estudiantes de la Biblia se debate mucho sobre la breve frase la revelación de Jesucristo en 1:1. Algunos dicen que se refiere a la revelación dada por Cristo. Sin embargo, esta frase significa que este libro es la revelación en cuanto a Cristo mismo; el libro nos revela a Cristo mismo. La palabra revelación se refiere a descorrer una cortina o un velo. Si un velo cubriese a una persona, nosotros no podríamos verla, y por mucho que estudiemos acerca de ella, menos la conoceremos con exactitud. Esto nos muestra la situación que impera en el cristianismo actual. El libro de Apocalipsis tiene como propósito revelar, pero cuanto más las personas lo leen, más veladas se encuentran. Hasta el día de hoy, es posible que aún muchos de nosotros no veamos lo que hay en este libro. Algunos dirán que este libro nos habla de bestias y que una de ellas tiene diez cuernos y siete cabezas (13:1-2, 11). Quizás otros llegan a ver que los siete candeleros son las siete iglesias, pero no saben por qué las iglesias están simbolizadas por los candeleros (1:12, 20).

En el libro de Apocalipsis deberíamos ver a una sola persona, Jesucristo, porque este libro es la revelación y manifestación de Jesucristo. Como hemos dicho anteriormente, podemos comparar este libro con un cuadro. Podemos tener un cuadro de un león, pero a fin de resaltar al león, necesitaríamos cierto fondo y cierto entorno. Los mejores cuadros siempre cuentan con los más bellos fondos y entornos. El personaje principal en el libro de Apocalipsis es Cristo como el León de la tribu de Judá (5:5), pero para describir a este León maravilloso, Apocalipsis se vale de ciertos fondos y entornos. La primera visión presentada en este libro es la de un León que anda en medio de los siete candeleros; pero hasta ese momento, Él aún no tiene la forma de un león. Cuando anda en medio de los candeleros, Él es el Sumo Sacerdote (1:12-13). Después, vemos a muchos otros personajes que entran en el escenario. En el capítulo 12 vemos a una mujer maravillosa (vs. 1-5); no es fácil determinar el lugar donde ella se encuentra porque está vestida del sol, tiene la luna debajo de sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Luego, vemos que entra una serpiente sigilosamente (v. 9) y, después, a dos bestias (13:1-2, 11). Todos estos “personajes” aportan al cuadro un maravilloso fondo. Finalmente, después de atravesar por un largo trayecto, el León, como Rey de reyes y Señor de señores, es entronizado en el centro de la Nueva Jerusalén. Éste es el “cuadro” del León divino en el libro de Apocalipsis. Una vez que hayamos visto este cuadro, sabremos entonces qué somos y dónde estamos. No somos la serpiente que se arrastra ni tampoco somos una de las bestias. Somos los candeleros de oro.


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