Mensajes para creyentes nuevos: Disciplina del Espíritu Santo, La #20por Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-0097-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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¿Cómo toma Dios las medidas necesarias para nuestro bien?
Todos tenemos diferentes naturalezas, caracteres, estilos de vida y costumbres. Por esta razón, todos necesitamos una clase diferente de quebrantamiento. Hay tantas clases de disciplina como individuos. Cada persona es puesta en situaciones muy específicas. Dos cónyuges pueden tener una relación muy estrecha; aún así, Dios dispondrá ambientes diferentes para cada uno de ellos. Lo mismo sucede entre padre e hijo, y entre madre e hija. Al valerse de nuestras circunstancias, Dios nos asigna la disciplina a cada uno de nosotros según nuestra necesidad individual.
Todo lo que Dios nos asigna nos sirve de adiestramiento. Romanos 8:28 dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. Todo no se limita a cien mil cosas ni a un millón. No podemos determinar cuán grande es el número. Todo es arreglado por Dios para nuestro bien.
Por consiguiente, nada nos viene por casualidad. Las coincidencias no existen para nosotros. Todas las cosas son preparadas por Dios. Desde nuestro punto de vista, nuestras experiencias parecen confusas y desconcertantes y no vemos el propósito que yace detrás de todas ellas. Tal vez ni entendamos lo que significan; pero la Palabra de Dios dice que todas las cosas cooperan para nuestro bien. No sabemos que beneficio nos traerá cada situación. Tampoco sabemos cuántas cosas nos esperan ni qué provecho nos traerán. Lo que sí sabemos es que todo obra para nuestro bien. Todo lo que nos suceda nos traerá beneficio. Tengamos presente que lo que Dios ha dispuesto tiene como fin producir santidad en nuestro carácter. Nosotros no forjamos esta santidad en nosotros mismos; es Dios quien produce un carácter santo en nosotros valiéndose de nuestro entorno.
Un ejemplo servirá para explicar la forma en que todas las cosas cooperan para nuestro bien. En Hangchow hay muchos tejedores de seda. Al tejer se usan muchos hilos y colores. Si miramos la tela por el revés, parece un caos. Una persona que no sepa de tejidos quedaría perplejo, pues no sabría cuál es el estampado que se ve por el otro lado de la tela. Al dar vuelta a la tela, se verán en ella hermosos motivos de flores, montañas y ríos. No se ve nada definido cuando se está tejiendo la tela; sólo se ven hilos rojos y verdes que van y vienen. De igual modo, nuestra experiencia va de un lugar a otro aparentemente sin rumbo. No sabemos qué diseño tiene Dios en mente. Pero todo “hilo” que Dios usa, toda disciplina de Sus manos tiene una función. Cada color tiene su propósito, pues el diseño es preparado de antemano. Dios dispone nuestras circunstancias con el fin de forjar Su santidad en nuestro carácter. Todo encuentro tiene significado, y es posible que no lo entendamos hoy, pero un día lo entenderemos. Algunas situaciones no se ven muy bien en el presente, pero más adelante, cuando miremos hacia atrás, entenderemos por qué el Señor hizo esto y qué se proponía cuando lo hizo.
¿Cuál debe ser nuestra actitud cuando afrontamos estas cosas?
Romanos 8:28 dice: “A los que aman a Dios todas las cosas cooperan para bien”. En otras palabras, cuando Dios trabaja, es posible que recibamos el bien, pero también es posible que no. Esto se relaciona estrechamente con nuestra actitud. Nuestra actitud determina incluso cuán pronto recibiremos el bien. Si nuestra actitud es correcta, recibiremos el bien inmediatamente. Si amamos a Dios, todo lo que procede de la voluntad de Dios cooperará para nuestro bien. Si un hombre afirma que no tiene preferencias, que no pide nada para sí mismo y que solamente desea lo que Dios le dé, sólo tiene un deseo en su corazón: amar a Dios. Si ama al Señor con sinceridad, todas las cosas que lo rodean cooperarán para su bien, no importa cuán confusas parezcan.
Cuando algo nos sucede, y no tenemos el amor de Dios en nosotros; cuando anhelamos y buscamos cosas para nosotros, o cuando procuramos intereses privados aparte de Dios, el bien que Dios ha reservado para nosotros no llega. Somos muy buenos para quejarnos, contender, murmurar y protestar. Hermanos y hermanas, tengan presente que aunque todas las cosas cooperen para bien, no recibiremos el bien inmediatamente si no amamos sinceramente a Dios. Muchos hijos de Dios han afrontado muchos problemas, pero no se han beneficiado de ello. Experimentan mucha disciplina, y Dios los pone en circunstancias difíciles, pero ellos no cosechan ninguna riqueza. Esto se debe a que tienen otras metas aparte de Dios. Sus corazones no son dóciles ante Dios. No sienten el amor de Dios ni tampoco lo aman. Tienen una actitud equivocada. En consecuencia, tal vez sufran mucho, pero nada permanece en sus espíritus.
Que Dios tenga misericordia de nosotros para que aprendamos a amarlo con el corazón tan pronto seamos salvos. No es problema tener poco conocimiento, porque el conocimiento de Dios reside en el amor, no en el conocimiento mismo. Si un hombre ama a Dios, lo conocerá aunque carezca de la teoría. Pero si sabe mucho acerca de Dios, mas no le ama con el corazón, el conocimiento no le servirá. Hay un excelente verso en nuestro himnario: “Para llegar a Dios, el amor es el camino más corto” (Hymns [Himnos] #477). Si un hombre ama a Dios, todo lo que enfrente redundará en su propio bien.
Nuestro corazón debe amar a Dios; debemos conocer Su mano y humillarnos ante ella. Si no vemos Su mano, el hombre nos distraerá, y pensaremos que los demás están mal y que nos traicionaron. Creeremos que todos nuestros parientes, cercanos y lejanos, están equivocados. Cuando condenamos a todo el mundo, nos desanimaremos y desilusionaremos, y nada redundará en nuestro bien. Cuando decimos que todos los hermanos y las hermanas de la iglesia están mal, y que nada está bien, no sacamos ninguna ganancia; sólo nos enojamos y criticamos. Si recordamos lo que el Señor Jesús dijo, que “ni uno de ellos [los pajarillos] cae a tierra sin vuestro Padre” (Mt. 10:29). Si nos damos cuenta de que todo proviene de Dios, nos humillaremos bajo Su mano y recibiremos el bien.
En Salmos 39:9 leemos: “Enmudecí, no abrí mi boca, porque tú lo hiciste”. Esta es la actitud de una persona que obedece a Dios. Puesto que Dios ha hecho algo y ha permitido que llegue a nosotros, nos humillamos y no decimos nada. No diremos: “¿Por qué a otros les sucede aquello y a mí esto?” Cuando amamos a Dios y reconocemos Su mano, no nos quejamos. Así veremos que Dios nos quebranta y nos edifica.
Algunos podrían preguntarse: “¿Hemos de aceptar también lo que venga de la mano de Satanás?” El principio fundamental es que aceptemos todo lo que Dios permite que llegue a nosotros. No obstante, debemos resistir los ataques de Satanás.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.