Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Diospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6564-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Puesto que deseamos ser personas que comen, beben, absorben e inhalan a Dios, necesitamos experimentar un cambio drástico en nuestros conceptos con respecto a la Biblia. Necesitamos ver que la Biblia es el alimento que Dios nos ha dado. Leemos la Biblia con el propósito de comer, beber, absorber e inhalar a Dios, porque sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios. Juan 1 dice que la Palabra de Dios es Dios mismo. La Palabra de Dios es Dios mismo que viene a nosotros. Cuando Dios se expresa y se presenta a nosotros, tenemos la Palabra, la Biblia. Puesto que Dios desea ser nuestro alimento, el hecho de que Él se exprese y se manifieste al hombre como la Palabra significa que la Palabra es el alimento del hombre.
Algunos piensan que las palabras de Dios son solamente preceptos o mandamientos, pero en Juan 12:50 el Señor Jesús dijo que el mandamiento de Dios es vida eterna. El mandamiento de Dios es vida porque es alimento. Cuando recibimos los mandamientos de Dios, debemos recibirlos comiéndolos. Cuando estos mandamientos entran en nosotros como alimento, espontáneamente recibimos vida y nutrimento. Los que han experimentado esto pueden testificar que cuando leemos la Biblia con un corazón deseoso de absorber a Dios, ésta se convierte en alimento para nosotros. Incluso el mandamiento de que los esposos deben amar a sus esposas llega a ser alimento para nosotros cuando lo recibimos a manera de absorber a Dios. Cuando hacemos esto, somos llenos del suministro de Dios y de Su presencia para amar a nuestras esposas. Mientras amamos a nuestras esposas, Dios es vida para nosotros. Así que el mandamiento —amad a vuestras mujeres— llega a ser vida eterna para nosotros. Cuanto más recibimos este mandamiento de amar a nuestras esposas, más percibimos la presencia de Dios, Su suministro y Su vida.
Conforme al mismo principio, si leemos los pasajes de la Biblia que mandan que los hijos honren a sus padres, con un corazón deseoso de absorber a Dios, recibiremos este mandamiento como nuestro alimento. Entonces cuando obedezcamos este mandamiento que nos dice que obedezcamos a nuestros padres, sentiremos que en nosotros se mueve el Espíritu Santo; experimentaremos al Espíritu Santo como vida para nosotros. Cuanto más honremos a nuestros padres, más seremos llenos y satisfechos, y más comeremos y beberemos a Dios y seremos saturados de Su vida. Esto es lo que significa que el mandamiento de Dios sea vida eterna para nosotros.
Toda la Biblia, desde la primera letra hasta la última, es la Palabra de Dios. Es la expresión de Dios y Su exhalación. La Palabra de Dios es Dios mismo. Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Esta Palabra es nuestro Señor Jesús. Esto es maravilloso. El Señor Jesús es la Palabra de Dios porque Él es la expresión y explicación de Dios. Él hace manifiesto a Dios; por lo tanto, Él es la corporificación de Dios. Cuando un hombre lo recibe, recibe a Dios mismo. Con la Palabra tenemos vida, alimento y suministro. Dios está contenido en la Palabra; por lo tanto, cuando el hombre recibe la Palabra, recibe todo lo que Dios es.
Cuando la Palabra vino a la tierra, Él fue recibido en forma de alimento. Él dijo que era el pan que descendió del cielo a fin de ser comido por los hombres. Sin embargo, los que le oyeron decir esto se sintieron confundidos. El Señor, compadeciéndose de su debilidad, les explicó esto usando el tipo de las ofrendas. Cuando los judíos celebran la Pascua, ellos sacrifican el cordero, derraman su sangre para el perdón de sus pecados, y comen la carne del cordero. Todos los judíos están familiarizados con esto. El Señor dijo que Su carne es verdadera comida y Su sangre es verdadera bebida. Esto significaba que ellos debían comerle de la misma manera en que sacrificaban y comían el cordero pascual. El cordero era inmolado para satisfacer la necesidad del hombre a causa de su pecaminosidad y vaciedad. Cuando el cordero era inmolado, su sangre era derramada para el perdón de los pecados y su carne era comida para la satisfacción del hombre. Puesto que los judíos entendían este tipo, ellos también debieron haber entendido que el Señor era el Cordero que Dios les había preparado. Él fue inmolado, Su sangre fue derramada y Su cuerpo fue partido. Su sangre derramada redimió al hombre de sus pecados, y Su cuerpo partido liberó Su vida a fin de que entrara en el hombre para la satisfacción de éste. Su carne es verdadera comida, y Su sangre es verdadera bebida. Los que comen Su carne y beben Su sangre, le comen, y los que le comen vivirán por causa de Él (vs. 55-57).
Sin embargo, los judíos se sintieron confundidos cuando escucharon estas palabras. Se preguntaban cómo la carne de este hombre podía ser su alimento. Ésta fue una palabra dura para ellos, y no pudieron recibirla. Hermanos y hermanas, los judíos estaban confundidos, y nosotros muchas veces también nos sentimos confundidos cuando leemos Juan 6. Por esta razón, el Señor Jesús también dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” (v. 63). Él no les estaba dando Su carne visible como alimento. Si ellos comieran Su carne física, aun así morirían; no habrían vivido. El Espíritu es el que da vida. Esto demuestra que la intención del Señor no era que ellos comieran su carne visible, sino que comieran del Espíritu invisible. Su deseo era entrar como Espíritu en el espíritu del hombre, a fin de ser el alimento y la vida del hombre, y de ese modo hacer que el hombre viviera por Él. Aquí se introduce el tema del Espíritu. La oración consiste en inhalar al Espíritu con nuestro espíritu; es tocar al Espíritu con nuestro espíritu.
Puesto que al Señor le preocupaba que las personas aún no entendieran, dijo a continuación: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63). Esto nos muestra que el Señor es alimento para nosotros de dos maneras: primero en calidad de Espíritu y, en segundo lugar, en calidad de Palabra. En otras palabras, el Señor hoy es primeramente el Espíritu, y en segundo lugar la santa Biblia. Él es el Espíritu y la Palabra. Hoy podemos inhalar al Espíritu al orar, y podemos contactar la Palabra al leerla. El Señor está en el Espíritu, y también está en la Palabra. Él es el Espíritu, la Palabra es el Espíritu, y el Señor es la Palabra. Por lo tanto, el Señor, el Espíritu y la Palabra son tres en uno. El Señor está en el Espíritu, y también es el Espíritu. El Señor está en la Palabra, y también es la Palabra. La Palabra es también Espíritu. Permítanme repetirles: nuestro Señor está en el Espíritu, y es el Espíritu; Él está en la Palabra, y es la Palabra. No sólo eso; pues la Palabra es el Espíritu. Los tres son uno solo. Él es el Espíritu para que nosotros lo inhalemos; en esto consiste orar. Él es también la Palabra para que la leamos; en esto consiste estudiar la Biblia.
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