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Sacerdocio, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0324-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 7 Sección 1 de 3

Los panes de la proposición

Aunque no podamos abarcar el significado para nosotros de todas las ofrendas, tomemos como ejemplo los panes de la proposición. Esta era una comida de los sacerdotes, y como hemos visto, representa a Cristo como nuestra vida y nuestro suministro de vida. Para manejar a Cristo como el pan de la proposición y ministrarlo a los demás, primero debemos disfrutarlo y comerlo. Esto significa que debemos experimentarlo como vida y suministro de vida interiormente por medio de comerlo a El.

Son pocos los cristianos que saben cómo alimentarse de El. Todos debemos aprender a alimentarnos de El, a ingerirlo y disfrutarlo como nuestro alimento espiritual. Cuando lo ministramos a otros, también nos alimentamos de El. Cada vez que lo ministro, yo soy el primero en recibir el alimento, y después quedo satisfecho por haberlo compartido con otros.

La ofrenda por las transgresiones

Otro ejemplo es la ofrenda por las transgresiones, la que en su totalidad era para los sacerdotes, lo cual significa que cuando ministramos a Cristo como el Salvador a los perdidos, no sólo ellos serán salvos, sino que nosotros también, mientras les ministramos, seremos alimentados de El. Al hacerlo disfrutamos a Cristo interiormente; mientras lo ministramos a otros, en cualquier aspecto que sea, somos alimentados y lo disfrutamos.

Unos hermanos me han dicho: “Hermano Lee, no podemos dejar de predicar el evangelio, porque si no lo ministramos a los pecadores, tendremos hambre”. ¡Su comida espiritual es el Cristo que ministran a otros como la ofrenda por la transgresión!

Si somos perezosos y no salimos a alcanzar a otros, seguiremos con hambre; pero, si salimos a ministrarlo como la ofrenda por la transgresión, nos sentiremos muy satisfechos al regresar a casa y tendremos la sensación de estar llenos. Esta es la manera de comer a Cristo. Por el bien de otros, debemos relacionarnos con el Cristo que es la ofrenda por la transgresión. Cuando Cristo llega a ser el Salvador de ellos, El llega a ser comida para nosotros.

¿Cuál es nuestra alimentación? Debe ser Cristo, pero no en forma doctrinal o como una enseñanza, sino Cristo en nuestro ministerio. El Cristo que ministremos a otros como la ofrenda por la transgresión será para ellos el Salvador y para nosotros, comida. En principio, lo mismo ocurre con la ofrenda por el pecado, la ofrenda de paz y la ofrenda de harina, como también en las demás ofrendas. Cuanto más nos relacionemos con Cristo y lo ministremos a otros, más nos alimentaremos de El. No podemos ministrar a otros un Cristo objetivo, sino que debe ser muy subjetivo. El es nuestra mercancía como también nuestro alimento, así que debemos comer lo que vendemos.

Cuanto más hablo de Cristo, más satisfecho estoy; si no fuese así, sería un ministro falso. Cuanto más les ministro a ustedes de El y se los presento, más me alimento yo de El, quien es muy subjetivo para mí. No se los mercadeo con mi inteligencia, sino porque lo disfruto en mi espíritu. El es mi alimento. Nada es tan subjetivo a nosotros como lo que comemos, porque poco tiempo después se convierte en lo que somos. Todos necesitamos experimentarlo de esta manera tan subjetiva.

CRISTO ES LA VESTIDURA SACERDOTAL

“Harás llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo, de entre los hijos de Israel para que sean mis sacerdotes; a Aarón y a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar hijos de Araón. Harás vestiduras sagradas a Aarón, tu hermano, que le den honra y hermosura. Y tú hablarás a todos los sabios de corazón, a quienes yo he llenado de espíritu de sabiduría, para que hagan las vestiduras de Aarón, para así consagrarle para que sea mi sacerdote. Las vestiduras que harán son estas: el pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón. Hagan, pues, las vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, y para sus hijos, para que sean mis sacerdotes. Tomarán oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido y harán el efod de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, todo de obra primorosa. Tendrá dos hombreras que se junten a sus dos extremos, y así se juntará. El cinto de obra primorosa que estará sobre él, formará con él una sola pieza, y será también de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Tomarás dos piedras de ónice y grabarás en ellas los nombres de los hijos de Israel: seis de sus nombres en una piedra y los otros seis nombres en la otra piedra, conforme al orden de su nacimiento. De obra de grabador en piedra, como grabados de sello, harás grabar las dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; les harás alrededor engastes de oro”.

“Harás, pues, los engastes de oro y dos cordones de oro fino; los harás en forma de trenza y fijarás los cordones trenzados en los engastes. Harás asimismo el pectoral del juicio de obra primorosa, lo harás conforme a la obra del efod, de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Será cuadrado y doble, de un palmo de largo y un palmo de ancho. Lo llenarás de pedrería en cuatro hileras de piedras: la primera hilera llevará una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo; la segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante; la tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista; la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe. Todas estarán montadas en engastes de oro. Las piedras serán doce, como los nombres de los hijos de Israel; grabadas como los sellos, cada una con su nombre, conforme a las doce tribus”.

“Pondrás en el pectoral del juicio el Urim y el Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová, y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón en la presencia de Jehová” (Ex. 28:1-11, 13-21, 30).

Como nuestro alimento, Cristo no es sólo nuestra satisfacción sino también nuestro contenido. Además, es la vestidura sacerdotal, que es su manifestación y expresión externa. Debemos experimentar a Cristo interiormente y expresarlo exteriormente; no sólo debemos comerle sino también debemos vestirnos de El como nuestra vestidura. No sólo debemos disfrutarlo sino también expresarlo y magnificarlo. ¡Cristo debe ser manifestado mediante nosotros y magnificado sobre nosotros! El es nuestra satisfacción interna como también nuestra expresión externa.

En cuanto a la vestidura sacerdotal, cuatro o cinco cosas son muy importantes. La primera es el manto, que debía ser hecho de lino y debía cubrir todo el cuerpo. Luego, el efod, que es como un chaleco que se ponía sobre el manto. El siguiente es la mitra, que era como una corona sobre la cabeza. Finalmente, en los hombros llevaban dos piedras preciosas y sobre su pecho estaba el pectoral con doce piedras preciosas y el Urim y el Tumim.


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