Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-9033-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el capítulo anterior vimos el Cristo que mora en nosotros, es decir, a Cristo como Aquel que vive en nosotros. En este capítulo queremos ver el hecho de que Cristo mora en nosotros. Queremos conocer cómo este Cristo que mora en nuestro interior vive en nosotros y de qué se trata este hecho de que Él more en nosotros.
Sabemos que Cristo verdaderamente es un misterio, y el hecho de que Él more en nosotros es algo aún más misterioso. Sin embargo, el hecho de que Cristo more en nosotros es algo muy real e íntimo, puesto que no se trata de algo que tiene lugar fuera de nosotros, sino de algo que ocurre en nuestro interior y guarda relación con nosotros de manera muy íntima. Por lo tanto, esto es un asunto muy real y subjetivo.
Génesis 1:27 nos dice que Dios creó al hombre a Su misma imagen. No hay ningún otro libro en el universo que nos diga de forma tan definida que el hombre no solamente fue creado por Dios, sino que también fue creado a la misma imagen de Dios. Sólo la Biblia nos dice de manera explícita que el hombre fue creado por Dios a Su misma imagen.
El hombre sin lugar a dudas no evolucionó de alguna otra cosa. Más bien, el hombre fue creado por Dios a Su misma imagen. ¿Quién es la imagen de Dios? La Biblia nos dice que Cristo es la imagen de Dios. En 2 Corintios 4:4b se nos dice: “Cristo, el cual es la imagen de Dios”. Colosenses 1:15 dice que Cristo, el Hijo del amor de Dios, “es la imagen del Dios invisible”. Por ende, cuando Dios nos creó en el principio, Él nos creó según Cristo. Romanos 9:21 nos dice que Dios nos creó y nos escogió para que fuésemos vasos para contenerle a Él. Por lo tanto, no solamente fuimos creados según la imagen de Cristo, sino que también fuimos creados como vasos en vez de instrumentos. Los vasos son diferentes a los instrumentos. Los cuchillos, las hachas y las sierras son instrumentos útiles para trabajar, mientras que las copas y las tazas de té son vasos útiles para contener algo. Dios no nos creó como instrumentos a fin de que trabajásemos para Él; más bien, Él nos creó como vasos a fin de contenerle a Él.
Pablo escribió Romanos 9:21 en base a Génesis 1:27. Él se dio cuenta de que en el principio Dios creó al hombre de barro, y que este hombre de barro es un vaso. Sin embargo, este vaso no tiene por finalidad contener leche o agua, sino al Dios de gloria. Por lo tanto, en Romanos 9:23 Pablo dijo: “Para dar a conocer las riquezas de Su gloria sobre los vasos de misericordia, que Él preparó de antemano para gloria”. Esta gloria denota a Dios mismo, porque en Salmos y Jeremías se nos dice que los hijos de Israel cambiaron su gloria (Sal. 106:20; Jer. 2:11) en lugar de que se nos diga que ellos cambiaron su Dios. Cambiar la gloria equivale a cambiar a Dios, porque Dios es gloria. Sin Dios, el universo y todo lo que hay en él carece de gloria. Dios es la fuente de toda gloria y esplendor.
Somos vasos de barro para contener a Dios. Cuando Dios entra en nosotros, llegamos a ser vasos de gloria. El hombre fue creado por Dios para contener a Dios. Este concepto no puede ser hallado en ningún otro libro. Aparte de la Biblia, no existe otro libro en el mundo que contenga tal relato. En 2 Corintios 4:6 se nos dice: “El mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones”. Esta luz es la expresión de la gloria. Si no hay gloria, no hay brillantez que resplandezca, puesto que la luz es la manifestación de la gloria. Esta gloria es Dios, y el resplandor de la luz es la expresión de Dios. Dios resplandece en nuestros corazones por medio de Sí mismo como luz de gloria. Esto es igual que una cámara. Cuando el obturador está abierto, la imagen del bello paisaje con flores hermosas queda expuesta en la cinta por medio de la luz que entra. Somos una cámara viviente creada por Dios, y en nuestro interior tenemos la cinta, que es nuestro espíritu. Cuando usted escucha el evangelio del Señor, y si usted le cree a Él en su corazón e invoca Su nombre con su boca, usted es una cámara con un obturador abierto, y la cinta en su interior fácilmente es expuesta a la luz. Esta exposición es perenne y continua. Yo fui expuesto a esta luz una tarde hace cincuenta y ocho años. Esta exposición ha continuado en mí por todos estos años sin cesar, y nunca puede ser borrada. Todo cristiano tiene esta clase de experiencia.
Nuestro espíritu es la cinta escondida en nuestro corazón. Cuando la gloria del Señor resplandece en nuestro corazón, nuestro espíritu es expuesto a la luz. En este momento, Cristo como tesoro entra en nosotros. Por lo tanto, luego del versículo 6, 2 Corintios 4:7 dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro”. Este tesoro es el Cristo que mora en nosotros, quien entra en nosotros por medio de la luz. Nuestro espíritu es expuesto a la luz cuando somos conmovidos a medida que oímos el evangelio del Señor, testificamos por el Señor, leemos la Palabra o estudiamos libros espirituales. Aunque quizás no estemos conscientes de ello, esta exposición aún trabaja en nuestro interior. A veces estamos ocupados con asuntos externos y pensamos que la luz se está desvaneciendo. De hecho, la luz a la cual hemos sido expuestos aún permanece en nosotros.
A causa de esa única vez que fuimos expuestos a la luz, no solamente damos gracias a Dios por Su misericordia y le alabamos por Su amor hoy, sino que en el reino milenario y en la eternidad todavía ofreceremos acciones de gracias a Él. Esta exposición a la luz es extremadamente preciosa. En ese día hace cincuenta y ocho años, el Señor Jesús hizo que yo fuera expuesto a la luz, y por esa razón lo tengo a Él en mi interior como tesoro. Ahora este tesoro está en mí, que soy un vaso de barro. Esto no es algo insignificante porque en esto consiste que Cristo more en nuestro interior. Este tesoro que está en nosotros es el Señor Jesús quien es viviente y habla constantemente. Él es un tesoro vivo. Como tal, cuando Él entra en nosotros, siempre nos molesta. Nos es fácil colocar una mesa en nuestra casa. Lo único que necesitamos hacer es hallar un lugar adecuado en la casa y colocar la mesa allí. Pero si traemos un niño vivaz a nuestra casa, él nos traerá muchos problemas. Este tesoro que está en nosotros, el Señor Jesús, es viviente y problemático. A pesar de esto, aún le amamos. Él es mayor y más fuerte que nosotros, y Él nunca es descuidado. Él está lleno de paciencia y no es propenso al enojo. Independientemente de cómo lo tratemos, Él no se enoja. Incluso cuando lo rechazamos, Él no nos deja. Ésta es la historia del hecho de que Cristo mora en nosotros.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.