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Mensajes para creyentes nuevos: Lectura de la Biblia, La #9por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0130-5
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LA LECTURA DE LA BIBLIA

Lectura bíblica: 2 Ti. 3:15-17; Sal. 119:9-11, 15, 105, 140, 148

LA IMPORTANCIA DE LEER LA BIBLIA

Todos los creyentes deben leer la Biblia porque “toda la Escritura es dada por el aliento de Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Ti. 3:16). La Biblia nos muestra las muchas cosas que Dios ha hecho por nosotros y la forma cómo El ha guiado a los hombres en el pasado. Si queremos conocer las riquezas y la vastedad de la provisión de Dios para nosotros y si queremos saber lo que Dios quiere de los hombres paso por paso, debemos leer la Biblia.

Las palabras que Dios dirige al hombre en la actualidad se basan en lo que El ya dijo. El raras veces dice lo que no haya expresado en la Biblia. Aunque una persona haya avanzado mucho en su caminar espiritual, la revelación que reciba de Dios se basará en lo que El hizo constar en la Biblia. Por lo tanto, lo que Dios enuncia hoy es simplemente una repetición de Su Palabra. Es muy difícil que una persona reciba la revelación de Dios si desconoce lo que Dios ha dicho en el pasado.

Más aún, si Dios desea hablar por medio de nosotros, El lo hará basándose en lo que El expresó antes; pero si no sabemos lo que El ha dicho, no le podremos servir, porque El no puede expresarse en nosotros.

Esta es la razón por la cual necesitamos que la palabra de Dios more en nosotros ricamente, ya que así conoceremos la manera en que El ha hablado en el pasado y oiremos lo que profiera hoy, y lo transmitiremos a otros.

La Biblia es un gran libro, una obra monumental. En el transcurso de nuestra vida sólo llegamos a tocar una pequeña parte de sus riquezas. Es imposible que una persona la entienda si no dedica un tiempo prudencial a estudiarla. Los creyentes jóvenes deben laborar en la Palabra de Dios para que cuando crezcan puedan recibir la nutrición que ella proporciona para abastecer a otros con las riquezas que ella contiene.

Todo aquel que quiera conocer a Dios debe estudiar Su Palabra con seriedad; todos los creyentes deben comprender la importancia de leer la Biblia desde el comienzo de su vida cristiana.

II. PRINCIPIOS UTILES EN LA LECTURA DE LA BIBLIA

Existen cuatro principios básicos que son útiles para leer la Biblia; ellos son: (1) descubrir los hechos, (2) memorizar y recitar los versículos, (3) analizar, ordenar y comparar y (4) recibir la iluminación de Dios.

Debemos seguir esta secuencia cuando leamos la Biblia. No podemos saltar del tercer punto al primero ni viceversa. Primero, descubrimos los hechos que constan en la Biblia. En segundo lugar, los memorizamos y los estudiamos con exactitud. No podemos darnos el lujo de pasar por alto ninguna porción, porque si lo hacemos, la ganancia será muy poca. Tercero, debemos analizar, ordenar y comparar los hechos. Después de esto, estaremos en la posición adecuada para avanzar al cuarto paso, que consiste en recibir la iluminación de Dios.

La Biblia contiene muchos hechos de carácter espiritual. Cuando los ojos de nuestro interior están cerrados, no podemos ver tales hechos, pero cuando los velos son quitados de nuestros ojos y descubrimos los hechos, la mitad de la luz contenida en la Palabra de Dios estará a nuestra disposición. La luz de Dios es Su resplandor en los hechos que constan en Su Palabra. El descubrimiento de estos hechos es la mitad de nuestra labor al leer la Biblia y debe preceder a nuestro estudio de la misma.

Por ejemplo, la ley de la gravedad es un hecho. Esta existía mucho antes de que naciese Isaac Newton; pero por miles de años nadie la había descubierto. Un día Newton, al ver que una manzana le cayó encima mientras yacía debajo de un árbol, descubrió la ley de la gravedad. La existencia de los hechos es incuestionable; lo que nos es muy cierto es el descubrimiento de los mismos.

Por ejemplo, la Biblia tal vez mencione algo en algunos lugares, pero no en otros; en cierto pasaje aparece algo, y en otros no. En cierto lugar se expresa algo de una manera, mientras que en otro lugar se dice de otra. La misma palabra se puede usar en algún lugar en plural y en otro en singular. En algunas partes, la Biblia hace énfasis en el nombre del Señor, mientras que en otras se hace en el nombre del hombre. La cronología se menciona en algunos lugares, pero en otros se deja a un lado por completo. Todos éstos son hechos.

Una persona que lee la Biblia eficazmente es, sin duda, cuidadosa ante Dios. No puede ser descuidada ni torpe ya que ni una jota ni una tilde se pueden omitir de la Palabra de Dios. En el momento en que la Palabra de Dios se abre a uno, uno debe saber cuál es el énfasis que presenta. Muchas personas son descuidadas, y oyen y leen la Palabra sin prestar mucha atención y, por ende, no ven el énfasis de la Palabra de Dios y no ven cuán profunda es. Lo primero que tiene que hacer una persona es descubrir los hechos y luego memorizar, ordenar y comparar. Sólo entonces recibirá la luz del Señor y recibirá la provisión con la cual abastecer a otros y el cuidado con el cual atender a los demás.

Usemos un ejemplo sencillo. Si leemos la Biblia cuidadosamente, encontraremos en el Nuevo Testamento las expresiones en el Señor, en Cristo, en Cristo Jesús, pero nunca vemos: en Jesús ni en Jesucristo; hallamos la expresión en Cristo Jesús, mas no en Jesucristo. Estos son hechos y debemos memorizar y tomar nota de cada uno de ellos. Examine el pasaje donde dice en el Señor, y el contexto donde aparece en Cristo Jesús. Si memorizamos estos pasajes, los podremos comparar. ¿Por que dice en Cristo Jesús en vez de en Jesús? ¿Por qué consta en el Nuevo Testamento en Cristo Jesús y no en Jesucristo? ¿Por qué la Biblia nunca dice en Jesús ni en Jesucristo? ¿Por qué es esto? Cuando escudriñamos y comparamos las Escrituras de esta forma y buscamos la iluminación de Dios, hacemos descubrimientos.

Cuando llega la luz, todo se esclarece. Jesús es el nombre dado al Señor mientras estaba en la tierra, Cristo es el nombre con que Dios lo designó al ungirlo después de la resurrección. Recuerde que en Hechos 2 dice que Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al leer Romanos encontramos las palabras Cristo Jesús lo cual quiere decir que el Cristo de hoy es el mismo Jesús que estuvo en la tierra; Su nombre ahora es Cristo Jesús. Antes de Su resurrección se le llama Jesucristo, lo cual denota que Jesús llegaría a ser Cristo. Jesús es el nombre con el que se le conoció mientras vivió en la tierra como hombre. Existe una diferencia entre la expresión que da a entender que Cristo era antes Jesús y la que muestra que Jesús llegaría a ser el Cristo. Es más, no podemos estar en Jesús, pero sí en Cristo; podemos estar en el Señor y en Cristo Jesús, mas no en Jesucristo. Mientras el Señor estaba en la tierra, no podíamos estar en El, porque si hubiéramos estado, habríamos tomado parte en Su muerte en la cruz y en Su redención, lo cual es totalmente contrario a la verdad. Nosotros no tenemos parte en Su encarnación ni en Su nacimiento en Belén. El era el Hijo unigénito de Dios, y nosotros no tenemos parte en ese aspecto.

¿Cómo podemos estar en Cristo? En 1 Corintios 1:30 dice: “Mas por El [Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús”. No dice en Jesús. Después de que el Señor Jesús murió y resucitó, fuimos unidos a El en Su resurrección. Mediante Su muerte y resurrección Dios lo hizo el Cristo y nos unió a El por el Espíritu. Nosotros recibimos Su vida cuando El resucitó; por lo tanto, la regeneración no proviene de la encarnación sino de la resurrección. Ahora podemos ver esto claramente.

Es así como se lee y estudia la Biblia. Primero, descubrimos los hechos; luego los memorizamos, los ordenamos y los comparamos; después oramos al Señor y esperamos en El, y finalmente recibimos Su iluminación y una nueva visión. Estos son los cuatro principios que usamos al leer la Biblia. No podemos pasar por alto ninguno de ellos.

Permítanme darles otro ejemplo. Noten lo que se dice acerca de la venida del Espíritu Santo en Juan 14 y 15. Al leer estos pasajes, debemos prestar mucha atención a la promesa del Señor Jesús y descubrir si hay hechos especiales.

Leemos en Juan 14:16-20: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. ¿Qué hechos descubrimos aquí? Las primeras oraciones hablan de “el Padre” y “el Espíritu” pero más tarde cambia a “Yo”. Este cambio en el pronombre presenta un hecho; de tercera persona pasa a primera persona.

De acuerdo con estos cuatro principios, ¿cómo debemos abordar este pasaje? Primero, debemos descubrir los hechos. En este caso, el hecho es que el pronombre pasa de El a Yo; segundo, debemos tener presente este hecho; tercero, debemos analizar el hecho de que aquí hay dos Consoladores. El Señor dice: “Yo rogaré al Padre, y El [el Padre] os dará otro Consolador. La palabra otro significa que ya había uno. Así que “El [el Padre] os dará otro Consolador” significa que debe de existir un primer Consolador.

Lo primero que debemos analizar es que el Señor habla de dos Consoladores. Les dice a los discípulos que ellos ya tienen un Consolador, y que El les va a dar otro. ¿Qué clase de Consolador es el segundo? “Que esté con vosotros para siempre” ¿Quién es este Consolador? El Señor Jesús dijo que el mundo no le conoce, pero que ellos sí. ¿Por qué? “Porque permanece con vosotros”. El estaba con ellos permanentemente. El mundo no le puede recibir, pues ni siquiera le ha visto. Pero los discípulos le habían visto y le conocían porque estaba con ellos todo el tiempo.

El Señor les dijo: “Porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. Después de estas palabras, el pronombre El ya no se usa, porque en la oración siguiente El dice: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. Al estudiar estos pasajes, encontramos que El es Yo, y Yo es El. En otras palabras, mientras el Señor Jesús estuvo en la tierra, El era el Consolador, el Espíritu Santo estaba en el Señor, y el Señor era el Consolador, El y el Espíritu Santo eran uno solo. Por esta razón, El dijo que los discípulos le habían visto y le conocían, y que El estaba con ellos.

¿Qué sucedió, entonces? El Señor les dijo que otro Consolador vendría después de que El muriera y resucitara. Les dijo que volvería a ellos y que Dios les daría el Espíritu Santo. pero ¿cómo se logró esto? El mismo Señor volvió a ellos nuevamente en el Espíritu Santo; no los dejó huérfanos. Por un breve tiempo no lo vieron, pero luego le volvieron a ver. Ahora El permanecería con ellos. El versículo 17 dice: “Estará en vosotros”. Más adelante, en el versículo 20 leemos: “Yo en vosotros”. Por consiguiente, el Yo de la segunda sección es el El de la primera. Si notamos el cambio de los pronombres, podemos ver la diferencia de los dos Consoladores. La primera sección se refiere al Espíritu Santo en Cristo, y la segunda a Cristo en el Espíritu Santo. El se refiere al Espíritu Santo en Cristo, y Yo, a Cristo en el Espíritu Santo. ¿Quién es el Espíritu Santo? Es el Señor presentado en otra forma. El Hijo está en el Padre en otra forma; de la misma manera, El Espíritu Santo es el Hijo de otra forma. Lo que se da en realidad, es un cambio de forma.

En este ejemplo vemos que el primer principio básico al leer la Biblia es descubrir los hechos. Si no lo hacemos, no podemos recibir ninguna luz de Dios. Lo importante no es cuántas veces lee uno la Biblia, sino descubrir los hechos que contiene cuando la leamos.

Pablo era una persona que sabía descubrir los hechos. Noten lo que dice en Gálatas 3. El vio en Génesis que Dios bendeciría a las naciones mediante la simiente de Abraham y que usó la palabra simiente en singular, no en plural, refiriéndose a Cristo. Primero, Pablo descubrió este hecho. El vio que las naciones serían bendecidas mediante la simiente de Abraham, y vio que esta simiente única era Cristo. Si la palabra hubiera estado en plural, se habría referido a los muchos hijos de Abraham, es decir, los judíos, y el significado sería completamente diferente. Pablo leyó la Escritura detenidamente y descubrió hechos.

Hay muchos hechos en la Biblia. La riqueza que una persona tenga de la Palabra de Dios depende de cuántos hechos haya descubierto, porque cuanto más descubra, más rica será, y si no puede descubrir ningún hecho y lee la Biblia de una manera rápida y sin prestar atención, no entenderá mucho.

Al leer la Biblia, debemos descubrir los hechos y luego memorizarlos, analizarlos y compararlos. Por último, debemos arrodillarnos ante Dios y pedirle luz.


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