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Mensajes dados a los santos que trabajanpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7200-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 15 de 72 Sección 3 de 3

EL SEÑOR NOS HA CONCEDIDO PRECIOSAS
Y GRANDÍSIMAS PROMESAS

El divino poder de nuestro Dios ya nos concedió todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (2 P. 1:3). Esta acción de conceder es viviente; es como si nos fuera transmitida una corriente eléctrica. Fue por este divino poder que Dios nos llamó. Fuimos atraídos a Él como si hubiésemos sido atrapados con una caña de pescar. Esto es lo que significa que el Señor nos haya llamado por Su propia gloria y virtud. De ahora en adelante, somos como un pez que ha caído en el anzuelo y que ha quedado atrapado; ya no podemos escapar. Es así como Dios nos llamó. Fue la gloria y virtud de Dios la que nos atrapó. Además, mediante esta gloria y virtud, Él nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas (v. 4). La palabra virtud en el idioma original significa “excelencia” y denota la energía de vida que nos capacita para vencer todo obstáculo y para exhibir en nuestro vivir todos los atributos excelentes. Cuando oímos el evangelio, fuimos iluminados e invocamos al Señor Jesús, hubo algo que nos atrajo y nos hizo sentir que el Señor era bueno, glorioso y excelente. Ésta es la virtud del Señor que llega a ser nuestro llamamiento, por medio de la cual Él nos ha concedido muchas promesas.

Podríamos decir que todas las palabras del Nuevo Testamento son promesas. He escogido dos de los pasajes más obvios. Primero, en el aspecto espiritual, Pablo dijo en 2 Corintios 12 que él tenía un aguijón en su carne que le causaba sufrimiento. Él oró tres veces para que el Señor se lo quitara, pero el Señor le dijo: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad” (vs. 7-9). Esto nos muestra que la gracia y el poder del Señor eran suficientes para sustentar y abastecer a Pablo y permitirlo superar estos sufrimientos y dificultades. Por consiguiente, Pablo dijo que prefería gloriarse en sus debilidades, para que el poder de Cristo extendiera tabernáculo sobre él. El significado original de la palabra tabernáculo aquí es fijar una tienda o habitación sobre algo. Esto describe cómo el poder de Cristo, que es Cristo mismo, habita sobre nosotros como una tienda extendida sobre nuestro ser, cubriéndonos con su sombra en nuestras debilidades.

Cada vez que nos sintamos agobiados, debemos escuchar la voz del Señor que nos dice: “Bástate Mi gracia. Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Si nos consideramos fuertes, entonces no podremos disfrutar el poder del Señor. Por consiguiente, nuestra debilidad es preciosa, pues es debido a ella que el poder del Señor obtiene una base para manifestarse, y entonces podemos disfrutar de Su poder. ¡Qué promesa más grande!

En cuanto a las cosas materiales, el Señor dijo en Mateo 6: “No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos? Porque los gentiles buscan con afán todas estas cosas. Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (vs. 31-33). Anteriormente, yo siempre le oraba al Señor en cuanto a mis necesidades diarias. Pero poco a poco fui entendiendo la revelación del Señor. En realidad, no necesito orar por todas estas cosas, pues Él sabe que tenemos necesidad de todas ellas; y Él cuidará de nosotros mientras busquemos primeramente Su reino y Su justicia. Su reino es la iglesia y Su justicia es Cristo.

En tanto que busquemos primeramente Su reino y Su justicia, Él nos añadirá todo lo que necesitemos. Él no sólo nos dará el reino y la justicia, sino que también nos añadirá todo lo que necesitemos en nuestro vivir, como son todas aquellas cosas que necesitamos para comer, beber y vestirnos. Hasta ahora no he visto a nadie que siga al Señor y se muera de hambre o de frío. Sólo he visto que los que aman al Señor y le experimentan se visten bien y tienen suficiente alimento. Por consiguiente, no necesitamos preocuparnos por nuestro vivir, porque esto está totalmente en Sus manos. Debemos cumplir nuestros deberes y trabajar diligentemente, experimentando interiormente al Señor como el poder que nos cubre con su sombra. Al mismo tiempo, debemos creer que Él se ocupará de todas nuestras circunstancias externas, necesidades diarias y provisión económica.

Por consiguiente, en la manera en que usamos nuestro tiempo, debemos también organizar ciertas cosas. Ustedes trabajan cinco días y medio. Todos los días, además de trabajar, comer y descansar, hay al menos dos horas que pueden ser usadas, más medio día del sábado y todo el día del Señor. Estos tiempos pueden ser usados para servir al Señor, para predicar el evangelio visitando a las personas, para cuidar de los santos o para asistir a las reuniones de hogar, las reuniones de grupo o las reuniones de distritos. Incluso si hay algunos que, debido a las cargas familiares, necesitan tener dos trabajos, estoy convencido de que no importa cuán ocupados estén durante la semana, pueden apartar al menos medio día para asistir a una reunión. Todo ello depende de nuestro sentir y de nuestra manera de ver las cosas.

La obra creadora de Dios se rige por una serie de leyes. Si una persona únicamente trabaja, sin tener el descanso adecuado, pronto llegará al punto de no poder seguir adelante. El hombre también tiene necesidad del entretenimiento. Según mi experiencia humana, el mejor y más noble entretenimiento es la vida de iglesia. La vida de iglesia no sólo les proporciona a las personas gozo y satisfacción, sino que además eleva la norma de moralidad de los seres humanos. Aunque muchos entretenimientos mundanos nos proporcionan placer, al mismo tiempo hacen que suframos pérdida, o incluso que seamos contaminados al degradarse nuestra moralidad. Sólo la vida de iglesia nos hace personas bendecidas. Ella es provechosa para nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestro espíritu. Si en toda nuestra vida no participamos de la vida de iglesia, ni amamos al Señor, ni le servimos, entonces no sólo seremos afectados nosotros mismos, nuestra familia y nuestros hijos, sino que la pérdida que sufriremos será mucho más de lo que imaginamos.

PARTICIPAR DE LA NATURALEZA DE DIOS
POR MEDIO DE LAS PROMESAS DE DIOS

Dios ya nos concedió preciosas y grandísimas promesas para que escapemos de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. Luego, por medio de estas promesas, podremos participar de la naturaleza de Dios y disfrutar de la esencia de Dios, que es amor. Mientras recibamos estas promesas de Dios, Él podrá ayudarnos a escapar de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia y a practicar la vida de iglesia en paz, disfrutando a Cristo y estando contentos y gozosos.

Queridos hermanos y hermanas, quisiera darles a todos ustedes una exhortación amorosa. Ustedes deben tener la actitud de estar contentos teniendo vestido y comida, y cumplir con su deber de practicar la vida de iglesia y de disfrutar a Cristo conforme a lo que han aprendido y experimentado. Todas las demás cosas están en Su mano; no necesitamos planear cómo obtenerlas. Debido a que las personas del mundo no tienen al Señor ni Sus promesas, ellas tienen que planear y preocuparse por todo. Pero nosotros tenemos un Padre en el cielo que piensa en nosotros y es responsable por lo que nos concierne. Lo único que tenemos que hacer es vivir en Sus promesas y cumplir nuestro deber, disfrutando de manera tranquila y estable Su presencia y Su esencia divina. ¡Qué bendición más grande es ésta!

COOPERAR DILIGENTEMENTE CON DIOS

En 2 Pedro 1 se nos dice a continuación que debemos cooperar con Dios y laborar diligentemente con Dios. Él ya nos asignó una fe igualmente preciosa. Por lo tanto, nosotros debemos avanzar a partir de allí y hacer crecer esta fe, y desarrollar en nuestra fe virtud; en la virtud, conocimiento; en el conocimiento, dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la piedad, afecto fraternal; y en el afecto fraternal, el amor de Dios.

Cuando disfrutemos a Dios de esta manera, estas cosas estarán en nosotros y abundarán, y no nos dejarán ociosos ni sin fruto. El Señor en Juan 15 dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” (v. 5). La función de los pámpanos es dar fruto. Por lo tanto, únicamente debemos ejercitar la fe que nos ha sido asignada para que las virtudes de la vida divina puedan ser desarrolladas paso a paso hasta alcanzar la madurez y producir el fruto que glorifica a Dios. Esto hará firme nuestra vocación y elección. Finalmente, nos será suministrada una rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo para que recibamos el galardón del reino, el disfrute de Su reinado y el gozo de estar con Él en el reino. Éstas son las preciosas promesas que hemos recibido del Señor y también la clase de vida que debemos llevar en virtud del divino poder de Dios.

(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Taipéi el 16 de abril de 1988).


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