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Mensajes para creyentes nuevos: Perdón relacionado con la administración divina, El #18por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0041-4
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III. EL PERDON RELACIONADO CON LA COMUNION

Hay una tercera clase de perdón en la Biblia. Es el perdón relacionado con la comunión. En 1 Juan 1:7-9 dice: “Pero si andamos en luz como El está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. En 1 Juan 2:1-2 leemos: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno peca, tenemos ante el Padre un Abogado, a Jesucristo el Justo. Y El mismo es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. El perdón al que alude este pasaje no es ni el perdón que recibimos en el momento en que somos salvos ni el que pronuncia la iglesia. Este es un perdón diferente de las otras dos clases que citamos. Después de que uno llega a ser un creyente, un hijo de Dios, con frecuencia necesita el perdón de Dios. Este es el perdón del que hemos hablado en otras ocasiones, tipificado por la aplicación de las cenizas de la vaca alazana. Después de que creemos en el Señor, confesamos nuestra fe como cristianos y recibimos el perdón eterno, a veces volvemos a pecar. Puede ser que ante el Señor nos debilitemos y encontremos dificultades. Esta clase de pecado crea una barrera en nuestra comunión con Dios.

A. La vida se deleita en la comunión

Los biólogos afirman que la vida tiene dos características: en primer lugar, lucha por sobrevivir, por preservarse y continuar su existencia; es decir, detesta la muerte; y en segundo lugar, no desea ser desconectada de la comunión; la vida aborrece el aislamiento. Si un polluelo se deja a su suerte, se vuelve agreste y arisco. Si lo junta con otros polluelos, se volverá viviente. Si un prisionero se mantiene aislado, sufrirá porque no podrá tener comunicación con otros. El hombre es un ser vivo, y como las demás criaturas lucha por preservar su propia vida y también se deleita en la correlación de la vida.

B. Obstáculos a la comunión de la vida

Tenemos la certeza de que la sangre del Señor Jesús nos salvó. No tenemos ninguna duda en lo que a nuestra vida se refiere; somos salvos y recibimos perdón eterno. Esto lo tenemos bien claro.

Pero otro asunto puede plantear un problema. Después de creer en el Señor y ser salvos, nuestra comunión con Dios y con los demás hijos de Dios puede interrumpirse si ofendemos a Dios. ¿En qué consiste una interrupción en la comunión? Supongamos que una niña va secretamente a la cocina y hurta algo que la madre ha preparado o algunas frutas o cualquier otro comestible. Supongamos que mientras la madre no está en casa, ella se come toda la comida. Podrá cerrar muy bien la puerta de la cocina, lavarse bien la cara y limpiar la mesa. Sin embargo, ¡ha cometido una transgresión! Antes de que esto sucediera, todas las noches ella tenía una comunión muy íntima con su madre. Pero esa noche no es como las anteriores porque ha hurtado algo. Cuando su madre la llama desde el cuarto, su corazón empieza a palpitar aceleradamente mientras se acerca, pensando que su madre la castigará. Quizás su madre le ofrezca algo de comer, pero ella habrá perdido el deseo de comer. Estará en constante temor de que su madre se entere de lo que hizo, y puede ser que trate de esconderse de ella. Vemos en este ejemplo que la comunión de la niña con su madre se ha interrumpido. Cuando hurta la comida, no deja de ser hija, pero la comunión con su madre se ha interrumpido. Cuando usted peca, no deja de ser hijo de Dios, pero su comunión con El se interrumpe. El pecado interrumpe inmediatamente nuestra comunión. La conciencia ya no es limpia. Para disfrutar una comunión continua con Dios, usted debe tener una conciencia pura. Si su conciencia está contaminada, no puede tener comunión con Dios.

C. Cómo restaurar nuestra comunión con Dios

Un hijo de Dios no pierde su posición como tal cuando peca, pero sí pierde su comunión con El por causa de su pecado. Sin embargo, hay un perdón que se relaciona con la comunión. Le damos esta designación porque solamente cuando nos volvemos a Dios y confesamos nuestro pecado, podemos restaurar la comunión con El; de lo contrario, no podemos tener comunión con El. Es posible que ni siquiera podamos orar ni decir amén cuando otros oran, y sufrimos interiormente.

¿Qué puede hacer uno? Tomemos el ejemplo de la niña que hurtó de su madre. Ella tiene que ir a su madre y decirle: “Hurté las golosinas que preparaste. Me comí la fruta que estaba en la mesa. No debí haber hecho eso”. Ella tiene que ver las cosas desde el punto de vista de su madre y considerar su acción como pecado. Debe darle al pecado su respectivo nombre. Ella debe decir: “¡Por favor perdóname por mi pecado!” De igual manera, nosotros debemos acercarnos a Dios y decirle: “He pecado contra Ti en este asunto. Por favor, perdóname”. Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia. Dicho perdón no tiene relación con el perdón eterno, sino con la comunión hay entre Dios y nosotros. Por eso decimos que este perdón se relaciona con la comunión.


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