Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4643-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Si no sabemos dónde estamos ni dónde están aquellos a quienes contactamos, nuestra comunión con ellos será muy general. Claro, esto es mejor que no tener comunión alguna, y durante los primeros contactos esto puede ser suficiente. Sin embargo, a la larga es necesario aprender más. Así sabremos dónde estamos y dónde están los demás. Conoceremos nuestras deficiencias y podremos ayudar a los demás en la medida de nuestra propia experiencia. Entonces toda la iglesia crecerá. De lo contrario, simplemente nos reuniremos de una manera general sin tener claridad o sin saber lo que estamos haciendo. No sólo los grupos de servicios, sino también todas las iglesias locales que cuentan con un ancianato apropiado tienen que ayudar a los santos a avanzar de esta manera. Al comienzo, puede ser que la vida de iglesia esté apenas en “el sexto grado”, pero podemos avanzar en unos pocos años y pasar a “la escuela intermedia”, “a la escuela secundaria” y finalmente a “la universidad”. Al mismo tiempo, algunos de los nuevos seguirán en “la escuela intermedia” e incluso en “el jardín infantil”. Sin embargo, la iglesia como un todo se hallará en un nivel más alto de vida. Esto no sólo requiere que se impartan mensajes semana tras semana. Más bien, nosotros tenemos que saber cómo ayudar a los santos en los diferentes niveles, así como hoy en los Estados Unidos gozamos de diferentes niveles de educación. Debido a esto, ser un anciano en la vida apropiada de iglesia no es una carga ligera.
Es imprescindible que todos veamos que ésta es la manera apropiada de pastorear. De lo contrario, no tendremos claridad con respecto a lo que estamos haciendo a largo plazo. Tenemos que conocer la condición espiritual de las personas. Entonces sabremos dónde ellos están y qué necesitan; sabremos si estamos en la posición de proveerles lo que ellos necesitan, y avanzaremos y tendremos nuevas experiencias. Esto es lo que significa pastorear a las personas según las experiencias de vida. Es un camino bien específico y definido. Yo tomé este camino por muchos años. En ese entonces no sentía el deseo de hablar sobre otras cosas. Yo sólo tenía la carga de ayudar a cada uno de los que había contactado. Solía orar con alguno o darle un testimonio de alguna experiencia en particular o leer junto con él un pasaje de la Palabra o varias páginas de algún libro. A veces les pedía a dos hermanos que me acompañaran a fin de ayudar a cierta persona, o bien la invitaba a cenar con el propósito de ayudarla. Tras actuar así por algunas semanas, podía ver que aquel nuevo había recibido una ayuda particular y específica.
Debemos introducir a los nuevos en el fluir actual de la iglesia de manera general y brindarles la ayuda que necesitan de manera específica. No todos los nuevos pueden disfrutar lo que la iglesia está disfrutando en el presente, aunque pueden hacerlo hasta cierto punto. Por tanto, debemos conocer su verdadera condición y discernir sus necesidades reales. Entonces podremos ministrarles lo que ellos necesitan. Los nuevos son semejantes a los pacientes de un médico. Ellos mismos no conocen su verdadera condición, pero el doctor debiera conocerla. Así, él podrá determinar la dosis o el tratamiento que ellos necesitan. En ocasiones los pacientes no entienden lo que el doctor les receta. Un buen doctor no siempre les da a sus pacientes una explicación sobre el tratamiento. Quizás le suministre al paciente una medicina de buen sabor y deja que ésta surta efecto. En general, debemos mantener a todos los santos en el fluir actual de la iglesia, pero en lo particular, debemos conocer cuál es la verdadera necesidad de la persona. Entonces podremos satisfacer esa necesidad específica que tiene cada persona en particular.
Siempre debemos ayudar a las personas para que puedan tener experiencias genuinas de Cristo. En principio todos conocemos esto, pero esto está relacionado con la experiencia y no con el conocimiento. Cuánto podamos ayudar a las personas depende de cuán vasta sea nuestra experiencia. Si no tenemos muchas experiencias de Cristo, no seremos aptos para ayudar a los demás a que lo experimenten a Él. Todos debemos comprender que hoy Cristo es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Hubo algunos que me aconsejaron que no ministrara en cuanto a Cristo como el Espíritu vivificante, pues dijeron que las personas se ofenderían y no recibirían tal verdad. No obstante, yo he recibido una visión de parte del Señor y debo decirles a las personas que Cristo hoy es el Espíritu vivificante. Esto no es mera doctrina; el fin de ello es que la gente experimente a Cristo. Yo estuve en el cristianismo por muchos años y oí hablar mucho acerca de que Cristo es nuestra vida. Sin embargo, no muchas personas le experimentaban. Si preguntáramos qué quiere decir la gente cuando dicen que Cristo es vida, cómo Cristo puede ser nuestra vida y dónde Cristo es nuestra vida, casi nadie sería capaz de contestarnos apropiadamente.
En Juan 15:4 el Señor dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. Andrew Murray escribió un libro que se titula Permaneced en Cristo. Yo leí este libro, y leí varias veces algunos pasajes. Este libro puede considerarse una estupenda obra maestra. No obstante, no nos da la manera específica de permanecer en Cristo. Hudson Taylor también experimentó el permanecer en Cristo conforme a Juan 15, y nosotros recibimos ayuda de él. Con todo, nuestra propia experiencia y práctica nos muestran que sin Romanos 8 la manera de permanecer en Cristo no es muy precisa. Romanos 8:6 dice: “La mente puesta en el espíritu es vida y paz”. Con esto podemos saber quién es Cristo y dónde Él está. Hace cuarenta años yo estaba tratando de hallar la manera de experimentar a Cristo, pero ahora hemos hallado el “interruptor” en Romanos 8. La manera de experimentar a Cristo es edificar el hábito de permanecer en nuestro espíritu. Tenemos que comprender que hoy Cristo es el Espíritu vivificante, el Espíritu de vida, que mora en nuestro espíritu (vs. 2, 11, 16; 2 Ti. 4:22). Este Espíritu de vida no es otra cosa sino Cristo en nosotros. Ahora debemos tener la experiencia específica y particular de vivir en nuestro espíritu, el cual es vida (Ro. 8:10). Por muchos años conocí Gálatas 2:20, que dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Sin embargo, no sabía cómo Cristo podía vivir en mí. La manera de experimentar al Cristo que vive en nosotros es reconocer que Él es el Espíritu vivificante y que nosotros tenemos un espíritu humano que ha sido regenerado y vivificado por Cristo y con Cristo.
Esta experiencia no tiene límite. Aun cuando el apóstol Pablo ya era mayor, él seguía deseando conocer más a Cristo (Fil. 3:8-10). Conocer a Cristo y el poder de Su resurrección es algo que no tiene límite. Hace más de treinta años recibí la ayuda de una hermana ya anciana. Cuando fui a visitarla, ella testificó que algo grave le había sucedido y que, al acudir al Señor para inquirir al respecto, el Señor le dijo: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección” (v. 10). En la siguiente visita que le hice, ella testificó que le había ocurrido algo aún más grave, pero que al acudir al Señor para inquirir acerca de ello, Él le había dicho lo mismo. Yo recibí mucha ayuda y fui edificado a causa de su testimonio. Debido a que ella misma había recibido la experiencia de Cristo como el poder de resurrección, ella sabía que yo no había tenido esa experiencia. Ésta fue la forma en que ella me pastoreo. Experimentar así a Cristo es algo muy significativo.
Por un lado, estoy muy contento con lo que el Señor está haciendo hoy, pero a la vez mi corazón se compunge al ver la situación actual. Hay miles de cristianos que prácticamente no saben nada acerca de cómo experimentar a Cristo. Ellos saben cómo entusiasmarse, cantar y alabar de una manera general, emotiva y religiosa, pero cuando tratamos de tener comunión con ellos, nos damos cuenta de que apenas tienen una experiencia real de Cristo. Ésta es la pobreza que caracteriza al cristianismo actual. Nosotros mismos no debemos pensar que somos ricos. Si somos ricos o no depende de cuánta experiencia de Cristo tenemos. Ésta es una gran necesidad hoy en día. Todos necesitamos aprender cuál es la verdadera experiencia de Cristo. Entonces tendremos algo sólido y rico con lo cual abastecer a aquellos que están bajo nuestro cuidado. De lo contrario, únicamente llevaremos a cabo una obra religiosa a fin de traer las personas a la reunión y al servicio sin tener mucho de Cristo. Esto es meramente una religión, algo piadoso sin la presencia de Cristo, quien es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu. Éste es un asunto relevante que requiere de un ejercicio continuo.
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