Ley y gracia de Dios en Su economía, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1936-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La consumación de la experiencia que los creyentes tienen de la gracia de Dios en Su economía es la iglesia como el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:6-8; 22-23). ¿Cómo se produce el Cuerpo de Cristo? Nosotros éramos pecadores caídos, pero Cristo vino y derramó Su sangre para redimirnos y llevarnos de vuelta a Sí mismo. Cristo es la esfera y elemento de nuestra salvación. La sangre preciosa de Cristo nos redimió y nos trajo de vuelta a Cristo como esfera y elemento. En Cristo disfrutamos Su elemento y, con Su elemento, hemos sido hechos la preciosa posesión de Dios. Efesios 1:19-23 nos muestra que el poder que Dios hizo operar en Cristo lo resucitó de los muertos a fin de que El pudiera trascender el mundo, ascender a los cielos, sentarse a la diestra de Dios, aplastar al enemigo, tener todas las cosas bajo Sus pies y ser dado por Cabeza sobre todas las cosas. Dicho poder es dado “a la iglesia”, o sea, es trasmitido a la iglesia. La iglesia como Su Cuerpo recibe la transmisión de este poder. Ya que la Cabeza tiene este poder, el Cuerpo también recibe la trasmisión de este poder. Es de esta manera que se produce el Cuerpo de Cristo.
La iglesia es el organismo que Dios, en Su economía, se propone obtener para la Trinidad Divina. Si hoy se manifestara la gloria de la novia, la ciudad santa, esto sería la aparición del organismo divino.
El Cuerpo de Cristo es la meta máxima de Dios al crear al hombre a Su imagen y de Su intención que el hombre le tome a El como vida. Esta es la meta culminante que se ve en Génesis 2. Génesis 2 muestra que después de que el hombre fue creado a la imagen de Dios, Dios le puso delante del árbol de la vida a fin de que el hombre recibiera la vida de Dios, la cual estaba representada por el árbol de la vida. De esta manera, el hombre tendría la vida e imagen de Dios para expresarle y llegar a ser Su organismo. Sin embargo, han pasado seis mil años y hasta el día de hoy Dios no ha obtenido Su meta máxima.
El propósito final de la ley de Dios en Su economía, al guardar a Su pueblo escogido y llevarlo a Cristo, es el Cuerpo de Cristo. Incluso la ley de Dios en Su economía tenía un propósito o meta final, a saber, el Cuerpo de Cristo. Aunque Dios usó la ley para poner al descubierto la verdadera condición de las personas, lo hizo con la expectativa de que la ley abriría el camino a la gracia y El lograría Su propósito final por medio de la gracia. De no ser así, ¿por qué habría la ley de guardar bajo su custodia al pueblo escogido de Dios y servir como su ayo para llevarlos a Cristo como gracia? La ley tiene una función positiva ante Dios, esto es, conducirnos a Cristo, quien es la gracia. Esta fue la experiencia de David. Cuando leemos el salmo 51, el cual es una confesión de su pecado, podemos ver que él conocía la gracia y que, hasta cierto grado, tenía bastante entendimiento con respecto a la gracia. ¿Que le condujo a la gracia? La ley. Al principio él apreciaba la ley, se deleitaba en ella y confiaba en que podía guardarla. En aquel tiempo él no se conocía a sí mismo, pero la ley vino y puso en evidencia su naturaleza pecaminosa y hechos malignos. Después de ser reprendido por Dios, él se arrepintió y pudo ser llevado a la gracia.
El Cuerpo de Cristo es también el resultado de la experiencia que el hombre tiene de la gracia en la economía de Dios, la cual es El mismo como el Dios Triuno procesado, que tiene Su consumación máxima en la Nueva Jerusalén. Hymns, #979 es un himno dulce que habla de las muchas características de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Durante los últimos dos mil años, los lectores ordinarios de la Biblia e incluso los eruditos de la Biblia han estado perplejos con respecto a la Nueva Jerusalén, preguntándose si ésta es una ciudad física o si se trata de otra cosa. Debido al concepto natural del hombre, según el entendimiento humano, la mayoría considera que la Nueva Jerusalén es una ciudad física. Aún recuerdo que cuando era joven cantaba un himno que decía que un día entraríamos a la ciudad de oro que tiene una calle de oro, puertas de perla y muros de jaspe. Pero dentro de mí, me decía: “¿El Señor murió y derramó Su sangre para salvarme y llevarme a una ciudad de oro?”. A partir de aquel momento, empecé a indagar para descubrir qué era realmente la Nueva Jerusalén. Finalmente, alrededor de 1960, vi claramente que esta ciudad no es una ciudad física, sino una señal que expresa una realidad espiritual que no puede ser descrita con palabras ordinarias. Dios empieza a usar tales señales en Génesis 2, donde hallamos el árbol de la vida. El árbol de la vida reaparece en el Nuevo Testamento. En Apocalipsis 2:7, el Señor dice: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el paraíso de Dios”. Y al final de Apocalipsis, vemos que el árbol de la vida está presente en la Nueva Jerusalén (22:2). Basado en esto llegué a la osada conclusión de que la Nueva Jerusalén es una señal, debido a que el árbol de la vida que está en la ciudad es una señal. Puesto que dicho árbol no es un árbol físico sino una señal, la ciudad santa también debe ser una señal.
Además, Apocalipsis 21:22 dice que en la Nueva Jerusalén no hay templo. ¿Qué es el templo? El templo es Dios y el Cordero, el lugar donde el pueblo de Dios adora a Dios y le disfruta. Por lo tanto, el templo de Dios es también una señal. El templo no es un edificio físico que se encuentra dentro de la ciudad; más bien, Dios y el Cordero son el templo. Además, Apocalipsis 21:23 dice: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara”. Tanto la lámpara como la luz se refieren a la gloria de Dios; por eso ambas, la luz y la lámpara, son señales y no son cosas físicas. En la Nueva Jerusalén también vemos que Cristo es el Cordero. Esto seguramente no significa que en la Nueva Jerusalén Cristo sea un cordero de cuatro patas y una cola, sino que el Cordero es una señal. Esto no es todo, pues la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios (v. 3). Finalmente, toda la ciudad llegará a ser un tabernáculo; esto también es una señal. Por una parte, la Nueva Jerusalén es una ciudad que tiene puertas, cimientos y un muro; por otra, es el tabernáculo de Dios, o sea, el lugar donde Dios mora con el hombre. Por último, esta ciudad es la novia, la esposa del Cordero (v. 2). Estos elementos indican que toda la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, no es una ciudad física; más bien, es la señal máxima, la señal más sobresaliente de toda la Biblia, la cual representa el agregado, la totalidad de los santos redimidos de todas las generaciones, quienes han sido regenerados, transformados y glorificados, como la consumación de la experiencia que el hombre tiene del Dios Triuno, que es el Cuerpo orgánico de Cristo.
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