Cristo como la realidadpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3063-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Ahora llegamos al quinto punto relacionado con el holocausto: cuando presentamos a Cristo como el holocausto en la Tienda de Reunión, tenemos la completa aceptación de Dios. Si hemos sido uno con Cristo durante el día, cuando venimos a la reunión tenemos algo que ofrendar. Cuando presentamos a Cristo como el holocausto, tenemos la sensación profunda de que somos plenamente aceptados por Dios. Contamos con la aceptación completa de Dios y tenemos la seguridad plena de que nosotros le agradamos a Dios. Cuando estamos identificados con Cristo en nuestro andar diario y venimos a la reunión para presentarlo como nuestro holocausto, tenemos la certeza plena de que Dios está complacido. Tenemos la aceptación de Dios.
El sexto punto relacionado con el holocausto es el orden. En Levítico 1:7-8 las palabras en orden [traducidas: compondrán y acomodarán] aparecen dos veces. “Los hijos del sacerdote Aarón pondrán fuego sobre el altar y compondrán la leña sobre el fuego. Luego los hijos de Aarón, los sacerdotes, acomodarán las piezas, la cabeza y la grasa de los intestinos sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar”. La leña está en orden, y las piezas del holocausto también están acomodadas en orden. Nada se hace descuidadamente. Una versión también traduce que la madera “está arreglada”. La madera no fue tirada encima del altar, sino arreglada, puesta en orden, y las piezas del holocausto también fueron acomodadas en orden. ¿Qué quiere decir esto? Dios sabe cuál es la leña que se necesita para que nuestra ofrenda se queme. Él arregla la madera en buen orden. Así pues, al quemar nuestra ofrenda Él usa la primera leña, después la segunda y luego la tercera. Dios también sabe qué parte de nuestra ofrenda debe quemar. Él pone en orden la leña, y también las piezas. En nuestra experiencia y para nuestra percepción, prender el fuego puede ser un desorden, pero Dios es un experto para acomodar. Él pone en buen orden lo que va a quemar. El sacerdote ponía toda la leña en orden y las piezas del holocausto también en orden. Dios hace lo mismo hoy en día. Bajo Su arreglo, la primera pieza de leña es verdaderamente la primera en quemarse, luego sigue la segunda, y la parte del holocausto que debe quemarse primero es la que se quema primero. No hay nada fuera de sitio. Dios no puede equivocarse cuando quema algo. Él quema nuestra ofrenda siguiendo un buen orden.
El séptimo punto que debemos ver acerca del holocausto, es que el aroma es como incienso para Dios. En el hebreo la palabra traducida “hacer arder o encender”, que se usa en este capítulo, significa quemar como incienso. El holocausto era un incienso para Dios. El holocausto no denota un juicio o un castigo, sino que es un incienso que se quema. No está bajo el castigo de Dios, sino bajo la aceptación de Dios. No nos referimos a ser quemado en el lago de fuego, sino a estar en el fuego del altar, como aquello que se quema sobre el altar del incienso. Eso es tan dulce y fragante para Dios. Por esto nuestras reuniones son tan fragantes. Cuando venimos a la reunión muchos de nosotros percibimos el grato aroma del incienso. Esto se debe a que hay muchos, sobre este dulce fuego, que tienen a Cristo como su holocausto. No es el fuego de un fuerte castigo, sino el dulce incienso que se quema. Así que, esto emana una grata fragancia.
Si estamos dispuestos a ser identificados con Cristo en nuestro andar diario, cada vez que nos reunamos y presentemos a Cristo como holocausto para Dios habrá una fragancia dulce en nuestras reuniones. No hay palabras que puedan explicar esto. Pues no se trata de un buen orador que atrae a las personas o de un gran movimiento que las conmociona, sino que son solamente los pequeñitos que al reunirse emanan algo fragante. Las personas perciben tal dulzura y fragancia cuando se hallan entre ellos. Éste es el holocausto que muchos amados hermanos presentan a Dios, los cuales son uno con Cristo en su vida cotidiana.
Finalmente el último punto acerca del holocausto son las cenizas puestas “hacia el oriente” (Lv. 1:16). Las cenizas eran todo lo que quedaba del cuerpo muerto y quemado. Fue un cuerpo vivo, pero fue muerto y quemado hasta ser cenizas. Hablando en términos humanos, cuando algo viviente llega a ser ceniza, ése es el fin, la verdadera terminación. Pero con Cristo como el holocausto, las cenizas no son el fin, sino sólo el comienzo. Las cenizas no eran puestas en el occidente, donde se pone el sol, sino en el oriente donde se levanta el sol. Ciertamente el sol saldrá. Las cenizas significan que Cristo ha sido puesto en la muerte, mientras que el oriente significa la resurrección. Después de la muerte sigue la resurrección. Pablo dice que llevamos la muerte de Jesús para que la vida de Jesús pueda también ser manifestada en nosotros. Ésta es la resurrección. Cuanto más llegamos a ser cenizas con Cristo, más seremos puestos hacia el oriente. Y en el oriente tenemos la certeza de que el sol saldrá. ¡Aleluya, por el alba de la resurrección!
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