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Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Unpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-9118-4
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CAPÍTULO CUATRO

ANDAR CONFORME AL ESPÍRITU

Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17-18; 1 Co. 6:17; 2 Ti. 4:22; Ro. 8:16, 4

LA REVELACIÓN MARAVILLOSA
HALLADA EN LA BIBLIA

En los tres capítulos anteriores vimos el asunto de nuestro vivir con el Señor y el que permanezcamos mutuamente con el Señor. En este capítulo, queremos ver el asunto de andar conforme al espíritu. Aparentemente, este capítulo no tiene relación alguna con los capítulos anteriores, pero en realidad es el producto de los capítulos anteriores. La Biblia es el libro más maravilloso, en el cual el asunto más maravilloso es que el Espíritu de Dios está mezclado con nuestro espíritu humano y que deberíamos vivir y andar conforme a tal espíritu mezclado.

Entre el pueblo chino, El gran saber y La doctrina de la medianía, dos de los Cuatro libros del confucianismo entre los clásicos chinos, podrían considerarse como los libros más altos. El gran saber dice que la doctrina del gran saber yace en el desarrollo de la virtud brillante, mientras que la enseñanza hallada en la Biblia yace en el espíritu y andar conforme al espíritu. La frase desarrollar la virtud brillante pareciera ser muy profunda en cuanto a su terminología, pero en realidad no hay nada misterioso en la misma. Si bien la frase andar conforme al Espíritu es sencilla en cuanto a su terminología, el misterio contenido en ella no se puede agotar. La Biblia es maravillosa en el sentido que, primero, revela una persona maravillosa y, segundo, revela una salvación maravillosa. Aunque esta persona maravillosa vista en la Biblia ha pasado por dos mil años de investigación humana, Él sigue siendo misterioso e insondable. Isaías 9:6 dice que el nombre de esta persona maravillosa es llamado “Maravilloso Consejero”. Este Maravilloso, Jesús, es maravilloso no sólo en la Biblia, sino también en los seis mil años de historia humana. No solamente Su persona es maravillosa, sino que también Sus actos, Su fuerza y Su trascendencia nos son difíciles de comprender.

LA PERSONA MARAVILLOSA DEL SEÑOR JESÚS

Napoleón ocupó una posición dominante por un periodo en la historia, pero a la postre él fue desterrado a una isla a manera de encarcelamiento. Antes de morir, él confesó que Jesús era el Señor del cielo y de la tierra. Incluso los países ateos utilizan el calendario de Jesucristo. Según la historia china, se utilizaba el calendario de quienquiera que gobernase. Por consiguiente, los países comunistas actualmente también reconocen que toda la tierra está bajo el gobierno de Jesús. Jesucristo es tan maravilloso que Él es inescrutable e inefable.

Otra cosa maravillosa vista en la Biblia es el asunto del Dios Triuno. En estos últimos dos mil años, entre los teólogos, los eruditos bíblicos y los predicadores estudiosos de la Biblia, ha habido muchos debates acerca de la Trinidad: el Padre santo, el Hijo Santo y el Espíritu Santo. ¿Es Jesucristo el Padre o el Hijo? Por supuesto, la mayoría de los cristianos diría que Él es el Hijo, no el Padre. No obstante, la Biblia dice que Jesucristo es el Hijo y también el Padre. En Juan 14:9, el Señor Jesús dijo: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre”. Algunos dicen que ver al Hijo es ver al Padre porque el Hijo representa al Padre, pero que esto no comprueba que el Hijo es el Padre. Sin embargo, en el versículo 10 el Señor Jesús continuó diciendo: “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”. Esto no se puede explicar al sencillamente decir que el Hijo representa al Padre.

Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Esta declaración envuelve muchas cosas. Juan inicialmente dijo que la Palabra estaba con Dios; por consiguiente, Ellos deben ser dos. Pero Juan también dijo que la Palabra era Dios, lo que indica que ambos son uno solo. Entonces, ¿son Dios y la Palabra dos o uno? Hasta el día de hoy, nadie puede explicar esto plenamente. En realidad, Él era la Palabra, y Él también era Dios. Entonces Juan dijo que la Palabra se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros (v. 14). Además, él dijo: “He aquí el Cordero de Dios” (v. 29). Él era la Palabra, Dios, la carne, el tabernáculo y el Cordero. Hablando en un sentido doctrinal, ya que Él era Dios, ¿cómo podía Él ser el Cordero? No sólo eso, sino que Él también era el Dios completo, no el Dios parcial. En el principio era la Palabra, y la Palabra era Dios. Esta Palabra era el Señor Jesús; por consiguiente, el Señor Jesús era Dios, incluso el Dios completo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Algunos podrían preguntar, puesto que Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu, y el Señor Jesús es el Hijo, entonces, ¿acaso es el Señor Jesús sólo una tercera parte del Dios Triuno, de modo que no es el Padre ni el Espíritu, sino únicamente el Hijo? Sin embargo, en su Evangelio, Juan estableció claramente desde el principio que la Palabra era Dios, y que este Dios era el Dios completo: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por consiguiente, la declaración “la Palabra era Dios” no se refiere solamente al Padre, ni solamente al Hijo, ni solamente al Espíritu, sino que al Dios completo, esto es, al Padre y al Hijo y al Espíritu. Puesto que la Palabra era Dios, esta Palabra tiene que ser el Padre, el Hijo y el Espíritu como el Dios Triuno completo. No podemos decir que el Señor Jesús como Palabra sólo era el Hijo pero no el Espíritu o el Padre; de otro modo, estaríamos contradiciendo la verdad contenida en la Biblia. Es por esto que Isaías 9:6 dice que un hijo nos es dado y que Su nombre es llamado Padre Eterno. En 2 Corintios 3:17 se nos dice: “El Señor es el Espíritu”. Además, 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Todos estos versículos nos muestran que el Señor Jesús es muy maravilloso. No podemos utilizar nuestra mente limitada para restringirlo. Él es todo en todos.

Colosenses 1:15 nos dice que Cristo es el Primogénito de toda creación. Algunos podrían argumentar diciendo que puesto que Cristo es el Creador, Él no puede ser una criatura. Pero tanto la Biblia como la historia nos dicen que este Creador en un momento dado llegó a ser un hombre de huesos, sangre y carne. Que Él tuviese un cuerpo de sangre y carne comprueba que Él fue creado. Él no sólo es el Creador, sino también una criatura. Es ilógico decir que un hombre no es una criatura. El Señor Jesús es un hombre genuino con sangre humana genuina. Su sangre no es la sangre de machos cabríos ni de becerros, las cuales no pueden obtener redención por los pecados del hombre. La sangre de machos cabríos y de becerros no puede efectuar la redención por los pecados del hombre porque son meramente un tipo y una sombra. En el primer y segundo siglo, había un grupo de personas llamados los docetas, quienes decían que puesto que Jesucristo es santo, Él nunca pudo haber tenido la contaminación de la carne humana. Ellos también decían que Su cuerpo no era de carne y sangre verdaderas, sino que era un fantasma ilusorio y trascendente, por lo cual Él no padeció, murió ni resucitó. Esta herejía tan grande fue condenada por el apóstol Juan en su primera Epístola (4:1-3 y la nota 1 del versículo 3).

La Biblia no sólo nos dice que el Señor Jesús era un hombre cuando estuvo en la tierra, sino que también Él siguió siendo un hombre incluso después de Su resurrección. En la noche del día de Su resurrección, Él mostró Su cuerpo a los discípulos que dudaban, pues ellos pensaban que Él era una aparición. El Señor Jesús les dijo que Él tenía huesos y que ellos podían poner su dedo en Su costado para tocar las heridas. Hasta el día de hoy, nuestro Señor Jesús todavía es un hombre en los cielos. Cuando Esteban fue apedreado hasta morir, él levantó sus ojos y dijo: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios” (Hch. 7:56). Aquel de quien habla la Biblia es tan maravilloso; por tanto, no debemos limitarlo ni visualizarlo conforme a nuestra imaginación. Deberíamos hablar en conformidad con la Biblia y creer lo que la Biblia dice. Deberíamos hablar, creer y recibir todo lo que la Biblia dice.


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