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Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-9033-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 9 Sección 2 de 3

CONSOLACIÓN, CONSUELO
Y COMUNIÓN EN CRISTO

Filipenses 2:1 dice: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión de espíritu, si algún afecto entrañable y compasiones”. Filipenses 1 nos muestra que Pablo era uno con Cristo. Filipenses 2 nos muestra que los creyentes también son uno con Cristo. En el capítulo 2 Pablo comenzó diciendo “en Cristo”. Esto nos dice que toda consolación, consuelo y comunión ocurre en Cristo. Pablo no hablaba de las cosas que estaban afuera de Cristo. Por ende, los cristianos tienen que vivir y andar en Cristo. En la frase si alguna comunión de espíritu, espíritu no se refiere al Espíritu Santo, sino al espíritu humano regenerado. En la frase si algún afecto entrañable y compasiones, la palabra griega traducida “afecto entrañable” literalmente significa “entrañas”, la misma palabra traducida “partes internas” en 1:8, lo cual se refiere al afecto tierno e interno. Por tanto, se traduce apropiadamente como “afecto entrañable”.

SER HALLADOS EN CRISTO

Filipenses 3 nos muestra que Pablo consideraba el conocimiento de Cristo como una excelencia; por amor de Cristo él estimó todas las cosas, incluyendo la justicia que es en la ley, como pérdida para ganar a Cristo. Anteriormente, Pablo había sido celoso por la ley al grado que él perseguía a los cristianos, pero él se volvió de la ley de Moisés a Cristo. Por tanto, cuando otros le veían, hallaban que él era un hombre que estaba en Cristo. Él ya no tenía la justicia que era en la ley, sino que tenía la justicia que es por medio de la fe en Cristo. Esta justicia es la justicia de Dios, no la justicia de Pablo. Pablo pudo tener esta justicia porque el Cristo resucitado que vivía en él le causó experimentar el poder de la resurrección de Cristo.

EXPRESAR A DIOS EN LAS VIRTUDES HUMANAS

Filipenses 4:8-9 menciona seis virtudes preciosas: la veracidad, el ser honorable, la justicia, la pureza, la amabilidad y el ser de buen nombre. Además, están la virtud y la alabanza como la totalidad de los seis aspectos, que incluyen todas las cualidades buenas halladas en las enseñanzas éticas chinas.

La veracidad no significa ser veraz en cuanto a los hechos, es decir, no tener falsedad alguna. Más bien, se refiere a ser genuino y confiable en cuanto a la conducta, sin jugar a la política, sino siendo sincero y honesto. La expresión ser honorable es rica en significado; significa ser venerable sin darse aires de grandeza. Una persona cuya conducta es de peso y dignidad produce respeto. Justicia significa ser recto, correcto, apropiado, imparcial y equitativo. Pureza se refiere a ser sencillo en intención, motivo y acción, sin contaminación alguna. Entonces, todo lo que sea verdadero, honorable, justo o puro es amable (asentido) y de buen nombre. Por último, Pablo resumió todos estos seis aspectos con esta palabra: “Si hay virtud alguna, si alguna alabanza”. En el griego, la palabra traducida “virtud” significa “excelencia”. Se refiere al estado de energía ética que se exhibe mediante la acción vigorosa. Tal exhibición excelente suscitará por naturaleza la alabanza de la gente. Estos ocho aspectos se encuentran agrupados por pares. “Todo lo que es verdadero” y todo lo honorable” forman un grupo; “todo lo justo” y “todo lo puro” forman otro grupo; “todo lo amable” y “todo lo que es de buen nombre” forman aún otro grupo; y “virtud alguna” y “alguna alabanza” componen el último grupo. Éstas son virtudes morales halladas en la Biblia. Estas cosas eran lo que las personas veían y oían en Pablo. Pablo testificó que si manifestamos tal vida en nuestro vivir, el Dios de paz estará con nosotros.

EL HOMBRE COMO VASO DE DIOS
CON MIRAS A EXPRESARLE

La Biblia nos dice que el hombre es una creación especial de Dios, diferente de los árboles y las flores, y de los bueyes y las ovejas. El hombre es la creación única de Dios en el universo. El hombre es único en el sentido que fue creado con el fin de ser un vaso de Dios. Dios creó al hombre con el propósito de entrar en el hombre a fin de que Él y el hombre pudieran mezclarse para formar una sola entidad. Él desea ser la vida en el hombre a fin de que el hombre pueda manifestarlo a Él en su vivir. La vida de Dios que está dentro del hombre es sencillamente Dios mismo, y manifestar a Dios en su vivir es la expresión de la vida que está en él. En otras palabras, Dios desea que el hombre lo manifieste en su vivir. Ésta es la verdad más misteriosa en la Biblia. Lamentablemente, los incrédulos no son los únicos que no entienden esto, sino que incluso muchos cristianos no conocen esta verdad. No obstante, ésta es la revelación central hallada en la Biblia.

El hombre fue creado para ser el vaso de Dios a fin de contener a Dios y expresar a Dios. Dios deseaba entrar en el hombre para ser su vida, y el hombre tenía como fin expresar a Dios en su vivir. Por esta razón, Dios creó al hombre a Su imagen. Mencionamos anteriormente que Dios es luz, amor, santidad y justicia. La luz, el amor, la santidad y la justicia constituyen las virtudes antes mencionadas: la veracidad, el ser honorable, la justicia, la pureza, la amabilidad y el ser de buen nombre. Además, Dios tiene Sus pensamientos, emociones y voluntad; Él también es decidido. La imagen de Dios se refiere a todos estos atributos y virtudes, y es conforme a tal imagen que Dios creó al hombre. Aunque el hombre muchas veces comete pecados y hace el mal debido a la caída, aún hay tal deseo en él de alcanzar un nivel más alto, un deseo de ser honorable, benevolente, santo y justo.

Los Diez Mandamientos, los cuales Dios decretó a través de Moisés, son un cuadro de la naturaleza de Dios. El primer mandamiento consiste en no tener dioses ajenos. El segundo mandamiento consiste en no hacer imágenes grabadas ni adorar y servir ídolos. El tercer mandamiento consiste en no tomar el nombre de Jehová Dios en vano, es decir, no usar Su nombre en cosas vanas que no sean Dios mismo. El cuarto mandamiento consiste en recordar el día del Sábado. El Sábado denota que el hombre llega a ser uno con Dios a fin de disfrutar todo lo que Él ha logrado. Guardar el Sábado equivale a reconocer y disfrutar lo que Dios ha logrado por el hombre. En seis días Dios creó los cielos, la tierra y todo lo contenido en ello, y por último, Él creó al hombre. Luego, en el séptimo día Él reposó de Su obra. Por lo tanto, inmediatamente después que el hombre fue creado, él comenzó a disfrutar el reposo establecido por Dios; es decir, que él comenzó a disfrutar toda la creación de Dios. Éstos son los primeros cuatro mandamientos de los Diez Mandamientos. El deseo de Dios es que el hombre sea uno con Él. Aparte de Dios, el hombre no debería tener ningún otro dios. Él no debe hacer imágenes grabadas y no debe postrarse ante ídolos o servirlos. Él no debe tomar el nombre de Dios en vano, es decir, que no debe usar el nombre de Dios en cosas aparte de Dios. Además, el hombre debe recordar el Sábado y ser uno con Dios a fin de disfrutar todo lo que Dios ha logrado por el hombre. Esto es por el lado de Dios.

Los últimos seis de los Diez Mandamientos, los cuales son por el lado del hombre, incluyen lo siguiente: honra a tus padres, no matarás, no cometerás adulterio, no hurtarás, no testificarás contra tu prójimo falso testimonio y no codiciarás. El último mandamiento toca nuestro corazón interior de la forma más profunda. Algunas personas podrían ser capaces de cumplir los primeros nueve mandamientos, pero el último es el más difícil de cumplir. En Filipenses 3:6 Pablo dijo que él era irreprensible en cuanto a la justicia de la ley. Sin embargo, en Romanos 7 él confesó que él no era capaz de vencer la codicia (v. 8). Pablo nos mostró que en última instancia el hombre no es capaz de cumplir la ley. Además, él nos mostró que aun si él tuviese la capacidad para cumplir los primeros nueve mandamientos, él lo abandonaría todo porque la justicia de la ley había reemplazado a Cristo. Cualquiera que esté en procura de la justicia de la ley y rechace a Cristo, quien es la realidad de la ley, es como uno que sólo se interesa por el guante y rechaza la mano, de modo que con el tiempo el guante reemplaza la mano. La justicia de la ley no debe reemplazar a Cristo.


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